¿Qué significado puede tener el nacimiento del niñito de Belén para las familias que intentan retomar su vida en varias ciudades de Siria en medio de los escombros que son la huella de los siete años de conflicto? ¿O para las madres rohingya que han perdido a varios de sus hijos y siguen escapando de la violencia del ejército con la esperanza de salvar a los hijos que les quedan? ¿O para las decenas de miles de venezolanos que dejado su país por la inestabilidad política, la violencia y la escasez? ¿O para los papás que están dispuestos a todo para proveer calor y comida a sus familias en uno de los tantos campamentos de refugiados en Jordania, Líbano o Grecia? ¿O para las mamás centroamericanas, que huyeron de las maras junto a sus pequeños hijos, exponiéndose a todo tipo de violencia y abusos? Pienso en Libia, en Colombia, en Gaza, en República Centroafricana,… la lista es interminable. Todas estas personas han dejado sus países, sus seres queridos, sus referentes, sus pertenencias, todo, en búsqueda de una vida digna. Para estas mujeres, estos hombres, estos niños y niñas, ¿qué significaría tener un poco de “amor”, “unidad”, “esperanza” y “paz” en esta navidad?
Por eso, en esta navidad me ha servido recordar que, desde siempre, Dios ha mostrado una preocupación especial por las personas excluidas y marginadas de la sociedad; entre ellas, las personas desplazadas. Es quizás por eso que el nacimiento de Jesús tuvo a los “pequeños del mundo” en primera plana de varias maneras: sus protagonistas fueron una pareja joven y sencilla de un pueblo de dónde nadie creía que podía salir algo bueno; asimismo, quienes recibieron el anuncio del nacimiento de primera mano fueron unos pastores pobres y unos hombres extranjeros (los Sabios del Oriente). Más aún, si hay alguien que supo la realidad del desplazamiento fue Jesús, pues su mamá y papá tuvieron que viajar más de 110 km desde Galilea hasta Belén, en burro, con un embarazo casi a término, en condiciones precarias, y sin lugar para pasar la noche. Poco después, cuando Herodes quiso asesinarlo, Jesús vivió en carne propia la persecución, la pérdida de sus pares (porque también mandó a matar a todos los niños menores de 2 años) y el exilio en Egipto. El niño Jesús y su familia fueron, pues, migrantes que tuvieron huyendo de la violencia y la inseguridad –salvando su vida- tal como millones de personas lo hacen hoy. La Biblia resume en pocos versículos lo que seguramente significó momentos muy duros para la pequeña familia de Jesús.
Jesús nace "en el camino" (on the move) y, al hacerlo, se identifica con quienes huyen para vivir. Es muy revelador el hecho de que el plan salvífico de Dios para la humanidad se geste en la incomodidad de un traslado, en la precariedad de un refugio, en la angustia de la huida y en la incertidumbre de un nuevo lugar; realidades que no son ajenas para 1 de cada 113 personas alrededor del mundo.
¡Por una navidad más inclusiva y solidaria, y un 2018 determinados a acoger a nuestros “nuevos vecinos” como si se tratase de Jesús mismo!
"En medio de todas estas desgracias en el mundo... cuando nace un niño es señal de que Dios todavía cree en el ser humano" - Leonardo Boff
(1) http://www.acnur.org/recursos/estadisticas/
Sobre la autora:
María Alejandra Andrade, ecuatoriana, es socióloga de base con más 10 años de experiencia en desarrollo integral, derechos de la niñez e incidencia pública. Cuenta con una Maestría en Estudios Internacionales sobre Infancia de la Universidad King's College London y una Maestría en Gerencia de Proyectos y Estudios Superiores en Cooperación Internacional, Desarrollo Sostenible y Teología.
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