“...Id a hacer discípulos a todos los pueblos...” (Mateo 28:19)
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Nos movemos dentro de los parámetros del tiempo y la historia. No podemos escabullirnos de ellos. (Twitea esta cita)Cuando hablamos de esperanza cristiana la solemos decir a la manera apocalíptica: ya que no hay esperanza realizable dentro del tiempo y la historia, la recluiremos más allá del tiempo y la historia. No hay posibilidad de redención de la historia humana y con ello sembramos en nuestros corazones pesimismo a mansalva. Así sólo nos quedamos con el cultivo de la piedad, las reglas dietéticas y los sueños de un futuro imposible para el ser humano (tres patas que sostienen, más mal que bien, nuestra identidad) a la manera del Daniel bíblico, inválido para hacer frente al Imperio.
Todos los profetas hebreos anunciaron la posibilidad de redención de la historia humana, y el éxodo israelita de Egipto así lo corrobora. También para Jesús de Nazaret la redención de la historia se iniciaba en la redención del pueblo de Dios (un dato: la preocupación preferencial de Jesús
El reto que nos lanza Jesús de Nazaret nos ocasiona tanto vértigo y pavor que lo empujamos más allá de la historia. Y ello nos hace vivir en la ilusión de estar protegidos de la inconveniencia que supone el seguimiento de Jesús, normado por el sueño de su Padre para el aquí y el ahora del ser humano. Nuestra preocupación se suele agotar en lo que sucederá más allá de la muerte, y no en lo que puede suceder a este lado de la vida, pues hemos abdicado a la transformación de la historia en el otro mundo posible según Dios.
Sobre el autor:
Ignacio Simal es español y pastor de la Iglesia Evangélica Española en Catalunya. Estudió teología y Biblia en Barcelona, Guatemala y Bilbao. Presidente de la Asociación Ateneo Teológico y fundador en el 2005 de la revista digital Lupa Protestante; dirige el Departamento de Comunicación de la Iglesia Evangélica Española; Por 25 años fue profesor de Teología y Biblia en Catalunya.
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