La resurrección de Cristo y la misión de la Iglesia Hoy

Por Víctor Rey, Chile y Ecuador


“Todo lo que necesitamos saber de Dios se encuentra en Jesús. Todo lo que necesitamos saber como vivir la vida se encuentra en Jesús”.

Introducción

La resurrección de Jesús es un regalo y una tarea del día a día para el cristiano. La resurrección que se dio y recordamos hoy, ella se puede prefigurar en el aquí y el ahora. Para muchos cristianos eso no es evidente, y en cambio, creen que habría que esperar, apretando los dientes, el premio contundente, como si esta vida fuese un valle de lágrimas o como dicen algunos, un infierno. Eso contrasta con la visión cristiana, donde la promesa de la resurrección es promesa de plenitud en esta vida. Es la inauguración de una nueva dimensión de la existencia humana. La resurrección se inaugura en esta vida. Cristo, el Resucitado, es una presencia, don y tarea y solo hay presencia cuando hay dos, porque ahí hay diálogo de amor. Es estar con el otro, frente al rostro del otro. Al llevarlo a lo cotidiano, esto podría entenderse como estar frente al dolor del otro con un rostro concreto. Eso contrasta con la tendencia actual de eficacia, la que nos impide dar cabida y acoger.

Contexto contemporáneo

El siglo pasado, se ha caracterizó por ser un tiempo de grandes cambios: Dos guerras mundiales, revolución en la tecnología, revoluciones sociales y políticas. Cambios en las costumbres, cultura y aún en la misma religión. Hoy vivimos en un nuevo siglo con nuevas inquietudes e interrogantes.

Todo esto nos plantea nuevos desafíos, ante las nuevas necesidades y los nuevos problemas que han surgido y las nuevas interrogantes. Ante estas nuevas preguntas la misma iglesia, los ministros, y el cristiano en general tienden a vacilar acerca de la misión o tarea que deben desempeñar hoy.

¿Cuál es la tarea que debe desempeñar un discípulo de Jesucristo y su Iglesia en un mundo tan cambiante y tan desesperanzado como el actual?

Me parece que el modelo supremo sigue siendo el de nuestro Señor Jesucristo y su Evangelio del Reino de Dios.

Debemos pues dirigir nuestra mirada a las páginas de los Evangelios para descubrir la tarea que el Señor realizó durante su ministerio terrenal.

Uno de los mejores resúmenes de su labor lo encontramos en el Evangelio según San Mateo capítulo 9 versículos 35 al 38.

Una de las primeras afirmaciones que debemos hacer es que: LA MISIÓN O TAREA DE DISCIPULO CRISTIANO ES LA MISMA QUE LA DE SU SEÑOR.

El Evangelio de Mateo la presenta en una apretada síntesis en el versículo 35: “RECORRER”, “ANUNCIAR”, “ENSEÑAR” Y “SANAR” Este versículo da el marco en el cuál se realiza su quehacer.

Marco geográfico

Acción de Jesús recorriendo todas las poblaciones de Galilea. (En esos días eran 204 ciudades y pueblos populares).

Jesús no podría haber hecho este trabajo si no hubiera estado imbuido de un profundo y urgente espíritu misionero. Saliendo a buscar a las personas, conviviendo con su miseria y dolor. Jesús no espero que la gente viniera a buscarlo, más bien el tomo la iniciativa de salir a encontrarse con la gente.

Marco teológico

Mientras recorría las ciudades iba “predicando”, es decir proclamaba las buena nuevas del Reino de Dios. Llamando a los pecadores a arrepentimiento y al seguimiento como sus discípulos. Dios se ha acercado a los hombres. Lo divino y lo eterno irrumpido en lo humano y temporal. Hoy necesitamos proclamar esta verdad.

Marco pedagógico

Este pasaje también indica que Jesús iba “enseñando”, es decir instruyendo a sus oyentes en las grandes verdades del Reino de Dios, liberándoles del error, de las superticiones y de las tinieblas en que estaban sumidos.

La enseñanza es la actividad del Señor Jesús. (Se le conoció más como Rabí , que como predicador). Su autoridad radicaba en que vivía lo que enseñaba. El discípulo está llamado a ser maestro de maestros.

Marco terapéutico

El Evangelio nos presenta también a Jesús “sanando” toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. El Señor estaba interesado en el bienestar integral del hombre, en servir al hombre total.

Jesús perdonó pecados, pero también abrió los ojos a los ciegos; limpió la lepra, pero también transformó la desesperación en gozo y gratitud.

El Señor miraba al hombre como una unidad. El sabia que un cuerpo sufriente era a la vez un espíritu apagado; como un alma llena de pecados era un cuerpo “muerto” y una mente descarriada. ¡Cómo necesitamos recuperar esta perspectiva¡

También necesitamos estudiar el contexto de la labor ministerial de Jesús, a fin de comprender mejor la nuestra.

Lo primero que nos llama la atención es la COMPASIÓN de Jesús. La idea de este concepto es que se “le conmovían las entrañas”, ante la miseria material y espiritual del pueblo. Vio a las multitudes “DESAMPARADAS”, es decir, fatigadas, vejadas y esquilmadas. Además las vio “DISPERSAS”, es decir desvalidas, impotentes y desechadas por falta de verdaderos guías espirituales. (Pero lo cierto es que en aquellos días no había escasez de lideres religiosos: Palestina estaba llena de sacerdotes y levitas; se cree que existían más de 20.000 sacerdotes, 6.000 fariseos, sin contar a los saduceos.) A pesar de todo esto la condición espiritual del pueblo era deplorable, porqué la mayoría de estos dirigentes, eran falso pastores.

El contexto contemporáneo

El contexto contemporáneo que le toca vivir al discípulo de Jesús tiene alguna semejanza con el que acabamos de describir: Las masa latinoamericanas se encuentran abandonadas a su triste y miserable suerte; oprimidas por potencias extranjeras y por oligarquías nacionales, las que han establecido estructuras injustas donde el rico es cada vez más rico y el pobre más pobre.

Se trata de multitudes mantenidas en el subdesarrollo material y moral, donde hay analfabetos, con un promedio de vida que apenas pasa los 40 años, y donde un promedio de cien niños mueren diariamente, por causa de la desnutrición.

En otros términos, multitudes explotadas y marginadas de la cultura y de las condiciones elementales para alcanzar una vida digna; cansadas e impotentes ante el fracaso de la religión tradicional y de los show espirituales, y de los las falsas promesas le los politiqueros inescrupulosos.

Esta es la cruda y dolorosa realidad a la que tienen que enfrentarse los discípulos de Cristo en América Latina, si es que mantienen sus ojos abiertos y oídos y mentes para captar esta realidad, y si practican su ministerio con los pies sobre la tierra en que viven.

El desafío para los discípulos de Jesús hoy

En este contexto desafiante, necesitamos discípulos con el AMOR Y LA COMPASIÓN de Jesucristo, dispuestos a servir a las multitudes desamparadas y dispersas en busca de liberación y orientación, guiándolas al CAMINO DE SALVACIÓN y RECONCILIACIÓN CON DIOS a la VERDAD que realmente libera a los hombres y a la VIDA ABUNDANTE y HUMANIZADA DE JESUCRISTO.

Necesitamos hombres de Dios dispuestos a compartir la suerte del pueblo en que el Señor los ha colocado, denunciando valientemente y proféticamente todas las injusticias y los males materiales y espirituales que no permiten la realización de nuestros pueblos; pero con el claro discernimiento señalando la raíz moral y espiritual de los males que nos agobian.

Necesitamos también ministros o discípulos con la VISIÓN DE JESUCRISTO, quién ante el panorama de su día vio los indicios de una gran cosecha de personas para el Reino de Dios. Es decir Jesús en medio de la situación crítica de su tiempo vio la “hora de Dios”, el Kairos de su actuación y de la manifestación de su poder. Aunque el mismo Jesús reconoció que “La mies es mucha y los obreros pocos”.

El Señor Jesucristo señaló hace casi 2000 años que la oración es el medio eficaz para proveer un ministerio abundante en la obra de Dios. Por eso en el pasaje que hemos considerado, ordena a sus discípulos que ruegen al Padre para que el llame e impulse a obreros a su santa causa.

Es la hora cuando se necesita verdaderos hombres y mujeres de Dios, dispuestos a ponerse incondicionalmente en sus manos a fin de que El pueda usarlos para cambiar a los hombre y a los países en que vivimos, mediante la Predicación fiel de su Palabra, el servicio a los más necesitados y el poder transformador de su Espíritu.

Conclusión

Para nadie es un misterio que la Iglesia institucional hoy está en crisis, tanto en su vertiente católica como evangélica. Ha perdido su pertinencia y relevancia. Muchos sectores de la Iglesia han crecido bajo la seducción del poder y los políticos evangélicos no han dado los mejores ejemplos. La Iglesia siempre debe ser contestaria y profética. Esta última dimensión siempre debe estar presente en el mensaje cristiano. Algo anda mal cuando los gobernantes de turno se sienten cómodos con la Iglesia.

La Iglesia de Cristo debe ser Pertinente y Relevante.

La Iglesia tiene que dejar de ser normativa y ser nuevamente una Iglesia comprensiva…tiene que tener una apertura a los dramas reales de la gente y abandonar la monopolización de la moral y el discurso disciplinario.

La Iglesia en el poder del Espíritu santo es el instrumento escogido por Dios para llevar a cabo la misión iniciada por Jesucristo y orientada a la restauración de la Humanidad y de toda la creación en El. En ella y por medio de ella se hace visible el reino de Dios: en virtud de lo que ella es, actualiza la obra realizada por Jesucristo y anticipa la consumación del propósito de Dios para todos los hombres y mujeres. La iglesia es las primicias de la Nueva Humanidad.

La misión cristiana es misión de la totalidad de la Iglesia y no exclusivamente de quienes se dedican a la predicación del Evangelio. Cada cristiano está llamado a participar en la misión con su propio oficio o profesión. La dicotomía entre “misioneros” y “ministros” por un lado y “creyentes comunes” o “laicos” por otro, es un reflejo de la dicotomía entre lo secular y lo sagrado, y carece de toda base bíblica. Esto no niega la validez de un “ministerio de La Palabra” cuya prioridad es la formación de todos los fieles para su “trabajo de servicio” en las varias esferas de la actividad humana”.

Para el cumplimiento de su misión la Iglesia no depende de su peso político, o sus recursos humanos y económicos, o sus números, sino del poder del Espíritu Santo. El propósito de la misión es hacer visible el reino de Dios, no el éxito. Y para ese fin lo único necesario es una minoría creativa, fiel al Señor, cuyo estilo de vida a nivel personal y a nivel comunitario refleje el propósito de redención de Dios expresado en Jesucristo.

Sobre el autor:
Víctor Rey es chileno, radicado en Ecuador. Coordinador de Relaciones Inter institucionales de la Fundación Nueva Vida en Quito. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción. En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.



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