Salvador Allende, 26 de junio 1908 - 11 de septiembre 1973 |
Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos (1)
Han pasado 44 años de la muerte trágica del presidente constitucional
de Chile, Dr. Salvador Allende Gossens, primer socialista elegido por
sufragio universal. Allende fue conocido por su agnosticismo, su militancia
marxista y su adherencia a la masonería. Por esto puede resultar
sorprendente el título de este artículo y su contenido.
Para tener una mejor comprensión de los hechos religiosos sucedidos
antes del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, cuando fue
derrocado el presidente Salvador Allende, se hace imprescindible una
descripción del período previo, que abarca desde 1925 – año de la
promulgación de la nueva Constitución Política- hasta los días previos
al cruento derrocamiento.
Obviamente ese espacio de tiempo estuvo marcado por la radicalización de las tensiones entre la Iglesia Católica Romana y las pujantes manifestaciones de las diversas vertientes protestantes. El liberalismo, políticamente expresado en el Partido Radical y en la Masonería, atrae fuertemente a líderes y fieles protestantes, quienes confunden o asimilan su laico anticlericalismo al propio anticatolicismo, en una alianza que contesta en todos los frentes posibles al conservadurismo religioso de la iglesia mayoritaria, que a su vez, se expresa políticamente en el Partido Conservador y luego en la Falange Nacional que dará paso al Partido Democratacristiano.
En ese período histórico se confirma el fenómeno de interpretación ideológica entre la masonería- con sus aportes laicos y anticlericales- y el ideario protestante, que es leído por los fieles evangélicos como un solo ethos cultural. El laicismo socialista resulta atractiva oferta para los creyentes protestantes que ven en la alianza con el liberalismo la posibilidad histórica de derrotar a la enemiga Iglesia Católica Romana. Hasta los años de la segunda guerra mundial, y en medio de una sistemática culpabilización de la Iglesia Católica como responsable de contribuir a la miseria continental, eran las ideologías progresistas, izquierdizantes y liberales, las que despertaban simpatías en los sectores evangélicos.
El marxismo, en tanto que ideología con auditorio en sectores populares, comienza a preocupar a las clases conservadoras y a la Iglesia Católica. Es innegable que durante el período de post-guerra surge un fuerte movimiento izquierdista en América Latina que acusaba a las jerarquías de la iglesia mayoritaria de no tener interés en romper su “maridaje” con las fuerzas políticas reaccionarias provenientes de proyectos dictatoriales (2)
Sin embargo las simpatías protestantes por los proyectos comunes con
grupos de ideología marxista, comenzaron, desde la década de 1950. Los
misioneros norteamericanos influyen de manera sostenida para introducir
como práctica el apoliticismo de iglesias y fieles evangélicos, el que
va, imperceptiblemente, reforzándose con un sentimiento anticomunista
producto de una modalidad ideológica conservadora útil a la reproducción
de la ideología religiosa del capitalismo. Las contradicciones de las
prácticas sociales evangélicas arriban a su momento cúlmen cuando
algunos líderes e iglesias suscriben, en el período del proyecto
político autoritario, en diciembre de 1974, su adhesión incondicional y
acrítica a la dictadura encabezada por el general Augusto Pinochet.
Con la asunción presidencial del Dr. Salvador Allende, gobernante
electo popular y democráticamente el 4 de septiembre de 1970, se
concreta e inicia una experiencia nueva para el universo religioso
chileno.
Los hechos hablan de un presidente respetuoso de las libertades de
conciencia y religiosa, que en la práctica se tradujo, en la
transformación del Te Deum católico tradicional a ecuménico
celebratorio de la toma del poder político democrático por un nuevo
primer mandatario y de las gestas independentistas históricas, y en la
expresa petición del mencionado a las iglesias cristianas para dar apoyo
espiritual y ceremonial a quienes lo requieran de los delegados
internacionales asistentes en el período, a la UNCTAD III (Tercera
Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Comercio) que
se celebró en Santiago de Chile en 1971.
El agnosticismo de Salvador Allende no era en absoluto contradictorio con
su confesado humanismo que, en las situaciones recién mencionadas, tenía
expresiones claras y contundentes.
En los instantes de su toma de posesión presidencial, el Dr. Allende
recibió de manos del Cardenal Raúl Silva Henríquez un ejemplar de la
Biblia de Jerusalén; en el momento, y complementado después, expresó:
He releído este libro más veces de las que usted cree. No me gustan los creyentes que le dan a la Biblia una categoría mágica, como si allí estuviera la solución hasta para los dolores de muela. Siempre me he acercado al gran libro con la libertad de pensamiento de un ateo, dispuesto a no ver más de lo que pueda leer y entender en cualquier libro. Y reconozco que he encontrado profundas enseñanzas, alta poesía, apasionantes novelas, trozos de la más alta literatura, filosofía eterna, sabiduría sin par. Tal vez ello se podría explicar porque la Biblia es la síntesis de la sabiduría y la historia milenaria de los pueblos de la antigüedad. Allí están sus mitos, sus personajes amados, sus grandes anhelos, sus ideas políticas, su realidad, su rebelión, sus sufrimientos y sus alegrías… (3)
En el Te Deum Ecuménico referido, el Cardenal Silva Henríquez, entre otras referencias, planteó en su Homilía:
Este momento de oración se inscribe así en una antigua tradición religiosa; pero corrobora, al mismo tiempo, inapreciables tradiciones patrias. Tiene un carácter de símbolo y garantía de respeto: el respeto de los Gobernantes por todas las formas de fe religiosas; el respeto de las Iglesias por la legítima autoridad de los Gobernantes; el respeto recíproco entre múltiples confesiones religiosas.
Es justo entonces que nos congreguemos para una Acción de Gracias, hombres que reciben una tarea de liberación de sus hermanos; hombres que saben respetar, porque se sienten respetados, no pueden menos que dar las gracias, porque todo eso es un privilegio. (4)
El 5 de septiembre de 1970, Salvador Allende ofreció una conferencia
de prensa a los corresponsales extranjeros que asistieron a la
transmisión del mando presidencial. Entre los asistentes se encontraba
el Padre David Turaldo, Secretario General del Centro de Documentación
Juan XXIII, teólogo y escritor italiano. Señalo que había leído con
mucho placer la declaración del presidente Allende sobre la libertad
religiosa que existe en Chile, como también el discurso del cardenal en
ocasión del Te Deum Ecuménico, el cual era un bellísimo gesto litúrgico
abierto a la justicia y a la paz. Luego hizo votos porque el progreso
de todo el pueblo chileno continué y se profundice. La respuesta de
Allende fue la siguiente:
Yo puedo señalar que uno de los hechos más significativos, más trascendentes, que más impresionó a los visitantes y a las misiones que vinieron a la transmisión del mando, fue precisamente el Te Deum Ecuménico realizado en la catedral chilena. Te Deum Ecuménico que yo solicité, y lo hice, porque sé que la mayoría del pueblo chileno es católico y yo tengo la obligación de respetar su fuero íntimo, así como sé que ellos respetan el mío. Las palabras del cardenal de la Iglesia chilena demuestran cómo nuestra Iglesia se coloca en la lucha de los hombres frente a las necesitados y los humildes, haciendo realidad en Evangelio de Cristo. Puedo afirmarle, con la actitud de toda una vida y no sólo la mía personal, sino la de los partidos que forman la vanguardia del movimiento popular, que nunca hemos incursionado con un dogmatismo intransigente en el derecho de cada cual de tener la creencia que más avenga con su ser íntimo, y que ésta la mantendremos. Y además, creo que este entendimiento se hará cada vez más profundo, porque las distintas religiones, fundamentalmente la Iglesia chilena en sus documentos, emanados de altas jerarquías, cada vez con más decisión y con más claridad se acerca al respetable pensamiento de Juan El Bueno. (5)
La ideología de Allende heredó los ideales ilustrados en la versión
masónica en que Chile, son un hilo de continuidad desde los próceres de
la Independencia y la república autoritaria, en la primera mitad del
siglo XIX, hasta el Partido Radical, en la segunda. Esto es, la
confianza en la razón y la educación; la valoración de la igualdad y de
la ley; y finalmente, una concepción humanista de la política que
desemboca tanto en el nivel individual como en el nivel social. Ella
inserta y determina la vida individual del militante en aquella de, por
así decirlo, su grey política, orientándola hacia el diseño de formas de
vida, esto es, de sistemas económicos, políticos y legales cuyo primer
desafío esta claro: mejorar las condiciones de quienes menos beneficios
obtienen del sistema.
Resulta paradójico recordar que fue un agnóstico, quién ayudo a promover
la unidad de los cristianos, en un período tan crítico de la historia de
Chile, como tantas veces ha sucedido en la vida de la Iglesia, Dios
hace uso de su soberanía y usa para sus propósitos incluso a no
creyentes. Por eso podemos decir que Allende fue un líder que
contribuyo a disminuir la distancia entre la utopía y la realidad.
Notas:
(1) Del último discurso de Salvador Allende. 9:03 A.M. La Moneda,
11 de Septiembre de 1973
(2) Humberto Lagos Sch. CRISIS DE ESPERANZA. 1988, Editorial LAR, Santiago de Chile. Páginas 62 y 63
(3) Revista “Pensamiento Cristiano”. N*70; pp. 118-119. Córdova, Argentina, Junio de 1971.
(4) Revista “Pensamiento Cristiano”,N*70;pp.118-119, Córdova, Argentina, junio 1971.
(5) Libertad Religiosa. Conferencia de prensa, 5 de septiembre de
1970. Página 104. SALVADOR ALLENDE EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI. Frida
Modak. 1998, Plaza Janés Editores, México
Sobre el autor:
Víctor Rey es chileno, radicado en Ecuador. Coordinador de Relaciones Inter institucionales de la Fundación Nueva Vida en Quito. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción. En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.
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