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En fin, mi café descafeinado es rico, suave al estómago, no me hace
sudar las manos, y no me da taquicardia. Y aun más importante, siempre
me hace pensar en compartirlo con una conversación viva e inteligente.
Creo que el ambiente de compañerismo que se construye alrededor del
tiempo del café puede volverse en un modelo importante para la educación
teológica. ¡Me explico! Sobre todo si las condiciones sociales y
culturales nos permiten construir comunidad y teología mientras
disfrutamos del cafecito. ¡La conexión entre tomar café y una buena
conversación es tan fuerte y directa que tomar café solo, debería ser
considerado un crimen!
Yo creo que la educación teológica debería ser como cuando tomamos
café en comunidad con un grupo de amigos, y el profesor es un
facilitador y moderador de la conversación. Cada vez que tomamos café
debemos hacerlo con aquellos a quienes amamos, quienes les gusta
conversar y compartir. Pues el compartir juntos, al menos una taza de
café, proporciona una oportunidad excelente de desarrollar comunidad, un
tiempo que incluso el Espíritu Santo usa para proporcionarnos los temas
de conversación. Simplemente podría ser la combinación de una
temperatura moderada, buen aroma, cafeína (tal vez controlada), buena
azúcar, y la santa inspiración que pueden hacer de la escena cafetera
tan conducente para teologizar. El disfrutar de una buena taza de café
con amigos que les gusta reflexionar y conversar, y aun más que aman al
Señor y sus Escrituras, es muy a menudo la forma cómo la teología se
construye, o cómo se contextualiza.
En otras palabras teología se construye, no está simplemente escrita
en libros. Se trata de poner en práctica nuestra reflexión de las
Escrituras. Estudiamos las Escrituras para ponerlas en practica, y eso
es teología. Para ello necesitamos una forma de educación que nos
permita construir nuestra teología. Este tipo de acercamiento teológico
implica un tipo de misión que requiere de reflexión, no sólo como
individuos, pero también desde una perspectiva comunal con aquéllos que
buscan el cambio. Esta reflexión es la praxis teológica; es algo hecho
por y con aquéllos comprometidos a buscar el cambio social. Así,
construir teología es una tarea del construir comunidad, y también una
función pastoral de compartir nuestras heridas, y nuestras visiones para
una sociedad transformada. En otros términos, debemos enfrentar las
duras preguntas sobre la situación humana, debemos considerar los
valores del Reino, y debemos confrontar aquéllos marginados de la
posibilidad de reflexionar con las Escrituras. Con este tipo de
acercamiento, nosotros comprendemos que la teología simplemente no se
expresa en artículos o libros académicos, pero también puede expresarse
en poemas, canciones, danza, y en ministerios transformadores.
Necesitamos un tipo de educación que atienda a las necesidades y
expectativas prácticas de nuestros pastores.
Propuesta para la educación teológica no formal
Santiago el apóstol, nos brinda una interesante concepción de lo que
podríamos llamar una espiritualidad práctica. ¡El apóstol nos llama a
practicar nuestras creencias! Veamos:
Santiago 1: 22 - 27:Sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, ese es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural; 24 él se considera a sí mismo y se va, y pronto olvida cómo era. 25 Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace. 26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, pero no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 27 La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo.
Tristemente, la educación teológica ha llegado a ser identificada
casi exclusivamente con filosofía abstracta y académica. Esto implica
que hay pastores y misioneros que trabajan en “el mundo real” haciendo
ministerio, mientras que hay profesores de seminario y otros
intelectuales que se sientan detrás de sus escritorios cubiertos de
papeles y hacen teología. ¡Allí hay un error!
Más bien, la teología debe verse como esa reflexión que debe llevarse
a la práctica. Así considerando las Escrituras, nuestra historia,
nuestro contexto cultural inmediato, en un diálogo amistoso con
creyentes y no creyentes, podemos construir una teología que es
pertinente a nuestras comunidades, inmanentemente práctica,
indiscutiblemente entendible, y capaz de producir una verdadera
conversión personal, y un cambio social significativo. La teología no es
un producto en conserva que usted compra en un libro. La mejor teología
siempre se construye con un ojo en la Escritura y el otro ojo en el
contexto social en que vivimos. Esto es porque según Santiago debe haber
una relación íntima entre el estudio de la Biblia, la conducta ética
del creyente y su comunidad, y un cambio en las estructuras sociales
(practica de la justicia). Por tanto una de las mejores maneras para
empezar a hacer teología es generando un espacio de amistosa
conversación, y un buen cafecito a la cultura Tica podría ser un buen
modelo educativo no formal.
Si creamos una educacion no formal (café-)teológico notaríamos lo siguiente:
• Las clases son creativas, prácticas y comunales: La educación
teológica no formal busca la creación del conocimiento en comunidad y
dialogo. Una taza de café en compañía de otros es un buen ingrediente
para construir comunidad. Al sentarnos alrededor de una mesa, con café,
el ambiente se construye, aun más, si nos reunimos y enfocamos nuestro
diálogo alrededor de las Escrituras. En nuestro mundo posmoderno estoy
proponiendo sacar la reflexión teológica fuera de nuestros templos
académicos y religiosos, y así llegar a donde está la gente en su vivir
cotidiano.
• El profesor es un facilitador de la construcción del conocimiento
para la práctica, y el crecimiento espiritual: Al reunirnos alrededor de
una mesa nos estimulamos para participar, mientras el facilitador de
estudio (profesor) se vuelve un guía para nuestra jornada a través de
las narrativas bíblicas. Un buen método para empezar es en enfocarnos
leyendo primero las Escrituras con una actitud “de escuchar.” Esto puede
hacerse a través de un proceso de lectio divina, por ejemplo. Las
Escrituras deben transformarnos, para que luego pueda transformar la
sociedad.
• Se busca escuchar al Espíritu Santo, pues nos interesamos en
aplicar conocimiento: Después de que escuchamos a las Escrituras nos
abrimos a la dirección del Espíritu Santo. Es decir, creemos que es Dios
mismo quien nos está desafiando a actuar después de nuestra lectura,
para así permitir que las Escrituras desafíen nuestra conducta ética.
Una pregunta inicial puede ser: ¿Qué debemos hacer en nuestras
comunidades con lo que hemos aprendido en nuestro estudio teológico de
hoy? En otros términos, no sólo nos preguntamos ¿Qué significa un pasaje
particular, pero también qué vamos a hacer prácticamente con lo que
aprendimos en dicho pasaje? Los movimientos del proceso de leer, a
través de la reflexión, para desafiar, y entonces orientarnos a la
acción que lleva a la transformación social. De esta manera, la
comunidad de creyentes obedecen lo que ellos están leyendo y participan
juntos del edificar del reino de Dios en la tierra.
• ¡Una educación no formal teológica como esta tiene implicaciones
radicales! ¿Pero de qué vale leer la Biblia con el propósito de
simplemente estudiarla cognoscitivamente? Debemos acercamos a las
Escrituras con el propósito de conocer a Dios de manera inteligente, y
enamorarnos de Cristo. A la vez que nos descubrimos para ser conocidos
por Dios, y así recibir el reto de reflexionar, y actuar para
transformar nuestras vidas, y nuestras comunidades. Éste es un
acercamiento muy contemplativo al estudio de la Escritura: nosotros
reflexionamos escuchando a nuestros compañeros en ministerio (nuestra
comunidad cristiana) quienes en oración buscan permitir que el Espíritu
Santo a través suyo transforme nuestras vidas y nuestro contexto social.
• Es una educación que promueve la investigación-acción. Esta
reflexión contemplativa-activa involucra el estudio de las realidades de
nuestra cultura, y su impacto en nuestras relaciones sociales, mientras
tales contextos critican a su vez a las Escrituras. A menudo
encontramos que las Escrituras se han tornado vivas y proféticas, y de
repente se vuelven una fuente para el cambio. Así, la Biblia que se lee
en comunidad, según la manera praxis de hacer teología, se vuelve en la
fuente para actuar correctamente.
• Se trata de un compromiso con la reflexión, la acción, y la
práctica del evangelio: Este proceso empieza con un compromiso en la
acción (1) antes de la lectura de las Escrituras. Éste es un compromiso
que nosotros tenemos que abrazar en nuestra comunidad de fe. Los
cristianos somos llamamos a transformarnos en una comunidad alternativa,
y a menudo incluso una comunidad contra-cultural. Entonces
reflexionamos en nuestras experiencias (2) sobre todo en esas áreas que
necesitan transformación (no solo personal sino también social), y
termina con un compromiso a la acción inteligente, (3) dirigiendo así la
acción hacia el propósito de transformación social. Sin embargo, el
proceso no se detiene aquí. Continúa su ciclo inacabable de esos tres
puntos como si fuera un tornado. Cada vez que nuestro estudio de la
Biblia termina y nuestras tazas de café están vacías, regresamos a
nuestras comunidades con un compromiso a la acción profética. Es decir,
inspirados por nuestra lectura de las Escrituras, nos comprometemos con
nuestras comunidades activamente para verlas transformadas.
• Este tipo de educación es un compromiso espiritual, y de acción, no
simplemente cognoscitivo: Pero recordemos que sin un compromiso
espiritual previo nuestra acción comprometida puede volverse en un
activismo político sin un compromiso con el Reino. El sacerdocio y el
trabajo profético de todos los creyentes son una combinación necesaria
para lograr un cambio holístico en nuestra sociedad. Este cambio es
guiado por el Espíritu Santo, mientras nosotros leemos, oramos, y
actuamos; oramos, leemos y reflexionamos; y entonces leemos, oramos y
actuamos una vez más. Entonces, antes y después de ese proceso, la
acción comprometida llega. Esta reflexión va más allá de una simple
evaluación, y entra en un tipo de discernimiento comunal que acompaña
una re-lectura de las Escrituras. La idea es medir nuestras acciones
para ver si el Espíritu nos llamó a hacer realmente lo que fue pensado.
De esta manera leemos las Escrituras antes, durante, y después de
nuestra acción, y actuamos antes y después de nuestra lectura de la
Biblia.
Para concluir, me permito expresar que no hay una manera para
construir la teología, en la educación teológica. Hoy he presentado un
modelo. Sin embargo, debemos considerar que no importa el trasfondo
educativo de la persona, con tal de que las Escrituras se estudien, el
contexto social sea criticado, y un compromiso a la transformación sea
expresado. Es cierto que necesitamos de un buen café (un té, un mate, o
cualquier otra bebida), una mesa grande, sillas cómodas, un constante
escuchar de nuestras Escrituras, la oración, contemplación, un
compromiso a nuestras comunidades, y un deseo de trabajar diligentemente
para la conversión cristiana y la transformación social. ¡Disfrutemos
de la educación no formal teológica, como disfrutamos del cafecito!
Sobre el autor:
El Dr. Osías Segura es un misionólogo costarricense. Osías, después de cinco años de enseñanza en el Seminario ESEPA en Costa Rica, se trasladó a California donde fue profesor del Seminario Teológico Fuller. En la actualidad está radicado en Nicaragua como misionero de la General Board of Global Ministries.
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