¿Desde cuándo los pastores son gerentes?

Por Abel García, Perú
Imagen: Pixabay
La pastoral, sea en el grupo religioso que sea, es un tema complejo. Esto a pesar que, dentro de un contexto cristiano, la enseñanza de Cristo pareciera ser categórica y suficiente como patrón a seguir en el desarrollo de la relación con las personas y el trato con respecto a su crecimiento cristiano, problemas personales y su relación con el Creador de todo.

En los últimos años, el crecimiento de la iglesia evangélica en todos los países de Latinoamérica ha sido explosivo. Esto ha generado iglesias más y más grandes y una organización eclesial más sofisticada debido a los grandes eventos que existen hoy en día, la formación de redes de iglesias interdependientes, nuevos centros de capacitación y la atención de miles de nuevos conversos.

Si soy optimista, puedo sugerir este proceso como uno de los provocadores de un cambio en la pastoral evangélica. Pastores, valga la redundancia, con la influencia de algunas tendencias aparecidas en la moderna bibliografía, empezaron a trastocar el ejemplo de Cristo y se empezaron a convertir en gerentes de la fe. Despachando en oficinas, coordinando actividades mediante el fax y el correo electrónico, viajando a muchos lugares para participar en diversos eventos, dirigiendo múltiples organizaciones especializadas, han cambiado todo. Lo más serio viene a la hora del trato hacia la gente. Nos olvidamos del pasaje bíblico aquel que cuenta del pastor que busca a la oveja perdida y lo cambiamos por la secretaria que te reserva una cita. Se ha modificado la visión del pastor que busca a la persona y la trae de regreso por el esquema de la persona que busca al pastor cuando tiene un problema. El gran peligro de esto es que la persona que se pierde se da cuenta de esto cuando ya está hundida hasta la coronilla, y recién pide ayuda. ¿Tarde? En ocasiones, sí.

Y no es que esté mal eso. En ocasiones las iglesias crecen y es complicado para el pastor atender a todas las personas y hay que poner un orden, delegando o estableciendo un liderazgo que empiece a asumir algunas funciones que por el tamaño de la iglesia no puede hacerlas una sola persona. Sin embargo, el gran problema es la actitud. La prioridad ya no es la atención de la gente sino es hacer reuniones, grandes eventos, enseñar clases o gestionar el material humano del que se compone el liderazgo, como un gerente de una empresa, haciendo el trato con la gente completamente impersonal. El pastor, simplemente recibe, escucha, dice lo que hay que hacer. Pero si
la oveja se pierde, no hace nada. O muy poco. Pueden pasar años sin que el pastor converse personalmente con un miembro de la iglesia. Lamentablemente cambiamos el principio bíblico del lavado de pies de Cristo a los discípulos invirtiéndolo completamente. ¿Cuántos pastores y líderes de corazón repetirían lo que hizo el Maestro dos mil años atrás?

Vuelvo a ser optimista y diría que quizá se toleraría esto con pastores de alto rango. Quizá. Pero es más complicado cuando este comportamiento aparece en pastores del primer nivel, o sea, que dirigen iglesias pequeñas, que guían jóvenes en iglesias medianas o aquellos recién egresados de seminario.

Pero siendo realistas, en verdad es intolerable en todos los casos. El pastorado es un don que se siente como la vocación o el amor por la pareja, incontenible y claramente definido, y quien lo tiene no puede desligarse de aquel regalo hermoso de Dios. La gerencia en la iglesia va en contra de él, lo mata, lo tritura, lo desmenuza sutilmente, sin darnos cuenta y peor aún con una apariencia de piedad. A Dios gracias que hay muchos líderes que aún conservan la esencia del ejemplo de Cristo, pero no es en todos los casos. Y esto debe cambiar.
 
Sobre el autor:
Abel García García, es peruano. Estudió Ingeniería Económica en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), Finanzas en ESAN y Misiología en el Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica (CEMAA). Fue editor de la Revista Integralidad del CEMAA y enseña en varias universidades en Lima




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