Es famoso
el dicho del autor estadounidense Mark Twain: "Nosotros tenemos el mejor
gobierno que el dinero puede comprar" ("We have the best government
money can buy").
La portada
de la revista TIME para el 13 de agosto del presente año (2012) mostraba la Casa
Blanca de Washington, residencia del presidente de los Estados Unidos, con un
gran rótulo en frente que decía, "SE VENDE; pedimos $2.5 mil millones de
dólares".
En nuestro
vecino del norte acaba de terminar la campaña política más costosa de toda la
historia humana. El gasto total de todas las campañas (presidenciales,
estatales etc), de ambos partidos, pasó de 6 mil millones de dólares. En las
elecciones anteriores, en 2008, Barak Obama fue el primer candidato en la
historia estadounidense en gastar más de mil millones de dólares (un billón de
dólares, en inglés) en su campaña presidencial.[1]
Ahora, en 2012, cada candidato superó el doble de esa suma y el costo total era
más que seis veces el total de 2008. Según Peter Singer, profesor de filosofía
y ética de la Universidad de Princeton, una suma muchísimo menor, de $200
millones (no miles de millones) hubiera sido suficiente para informar al
electorado sobre los proyectos y programas de los candidatos ("Las
elecciones defectuosas de los Estados Unidos", La Nación, San José, 17
nov. 2012)
En el mismo
artículo, Singer señala que gran parte de esta gastadera se dedicó al pago de
propaganda negativa que atacaba visceralmente al contrincante. La revista TIME,
citando al Annenberg
Public Policy Center,
calcula que del "dinero oscuro" (pagos cuyas fuentes no son
identificadas), 90% se dedicó a dichos ataques negativos personales, y que de
esos un 26% era engañoso. Además, como señala Singer, toda esa guerra
propagandística resultó contraproducente, porque las acusaciones tendían a
cancelarse recíprocamente y porque un amplio sector de la población perdió el
interés en ese bombardeo exagerado de propaganda. "La sobredosis mató al
paciente", la propaganda quedó neutralizada. Ese pecaminoso despilfarro
benefició, como señala Singer, sólo a los asesores políticos, a las agencias de
publicidad y sobre todo a los medios de comunicación masiva, especialmente las
grandes empresas de televisión.
Este salto
astronómico de lo gastado en las recién terminadas campañas no ocurrió por
generación espontánea ni fue pura casualidad. Más bien, se debe en gran parte a
unas decisiones de la Corte Suprema, especialmente en el caso de "Citizens United vs.Federal Election
Commission" emitida en enero de 2010. Antes de dicho veredicto
judicial, hubo topes estrictos para las contribuciones políticas: de un
individuo, máximo de $2.500, de un PAC (Comité de Acción Política) un tope de
$5.000, etc. La decisión de la Corte Suprema declaró que las corporaciones son
"personas", que el dinero es lenguaje ("speech") y que por
eso la libertad para hablar ("freedom of speech") que garantiza la
Constitución estadounidense incluye el derecho de las grandes empresas de
financiar, sin límite alguno, las campañas políticas de los partidos que más favorecen
a sus intereses. Con eso la Corte Suprema llevó a sus últimas conclusiones la
radical desregulación introducida por Ronald Reagan y promovido por el neoliberalismo.
La única condición que se mantuvo fue la de dar a conocer la identidad de los y
las donantes.
Ya que algunas personas y corporaciones no querían que sus clientes o
accionistas, o el público en general, supieran de sus donaciones políticas,
encontraron otras trampas para evadir la ley. Lo principal era la de
incorporarse bajo la cláusula 501(c)(4) del código de impuestos en calidad de
organización no-lucrativa, libre de impuestos, con fines de bienestar social.
Con el truco de clasificar su propaganda como "educativa" pueden donar
la cantidad de dólares que quieren, sin tope y sin tener que dar los nombres de
los donantes. A esto se le llama "dinero oscuro", de fuente no
identificada.
Sin perder
tiempo, en el mismo año 2010, las poderosas corporaciones y los super-pudientes
multi-millonarios de los Estados Unidos comenzaron a intervenir masivamente en los
procesos políticos de la nación, en una orgía de contribuciones de todo tipo y
cantidad.[2]
En el mismo año la Cámara de Comercio contribuyó $33 millones de dólares a la
causa republicana. En 2011 Fuerza Eléctrica Americana (AEP en inglés) hizo donaciones
que sumaban más de $1 millón y Aetna, el gigante del negocio de los seguros,
contribuyó $4.5 millones. El Political
Action Committee del pre-candidato Mitt Romney amasó la increíble suma de
$36.8 millones, y de los demás aspirantes republicanos (Gingrich, Paul,.
Santorum) entre $13 y $7 millones. En toda la larga campaña, el magnate de
casinos, Sheldon Adelson, donó $53 millones para candidatos del partido
republicano.
`Lejos de limitarse
al país del norte, la compraventa de elecciones es una vieja tradición en
América Latina. Su forma más común es el clientelismo, que ofrece al
"cliente" (el votante) pequeños regalos (un almuezo, un dólar. un
bono para una casa o un préstamo) o a veces algún puesto o un empleo en el
nuevo gobierno. El desarrollo de la industria televisiva ha cambiado
cualitativamente los procesos electorales, ya que los partidos oficialistas y
oligárquicos pueden pagar en propaganda diez o veinte veces más que la oposición.
Además, hace años algunos partidos conservadores de América Latina han traído
asesores de los EUA, mayormente del Partido Republicano. En los últimos años,
el asesor de preferencia, para los que pueden pagar sus honorarios, es el
español Antonio Solá Reche, quien manejó con éxito las campañas de José María
Aznar y Mariano Rajoy en España, Felipe Calderón en México, Otto Pérez Molina
en Guatemala, Michel Martelli en República Dominicana, y otros. Ahora lo ha
contratado Rodrigo Arias Sánchez de Costa Rica como su "asesor de
imagen" para ""reposicionar su nombre en el imaginario político
del país" (La Nación 18 marzo 2012). Según las noticias, esta
"ciriguía plástica" le está costando la suma de $25 mil mensuales. El
Señor Solá se especializa en "propaganda negativa" que, según
analistas, manipula el miedo y los odios sociales para promover políticas de
mano fuerte. Utiliza el rumor, la desinformación, la demonización y hasta la
calumnia. Y cobra bien caro por sus
servicios.
Igual que
estos asesores. los medios de comunicación, especialmente las televisivas,
buscan lucrar en grande de los procesos electorales. Poco se les ocurre buscar
el bien del país pero no tienen pena en cobrar precios exorbitantes aun para
trasmitir la propaganda más dañina. Lo que más les importa -- casi lo único --
es sus propias ganancias. En diciembre de 2011 el jefe de la cadena CBN
(Christian Broadcasting Network, de Pat Robertson) dijo a una conferencia de
inversionistas, "Va a haber un montón de dinero gastado en las elecciones.
No digo que eso sea lo mejor para el país, pero no será nada malo para nuestra
corporación". Esas actitudes, en medio de una gravísima crisis de
desempleo y pobreza en la nación más rica del mundo, son simplemente obscenas.
Es cierto
que quien gasta más no es necesariamente quien gana la elección, y quien gasta
menos no necesariamente pierde. Pero este sistema de financiar las elecciones, con
megadonaciones de millonarios y grandes corporaciones (nacionales y
extranjeras), siempre distorsiona no sólo el proceso electoral sino también
toda la política post-electoral, a veces de manera no esperada. Esta paradoja
se ve en el triunfo de Barak Obama sobre Mitt Romney. En la pre-campaña Romney
gastó más que el doble de Newt Gingrich y tuvo aun mayor ventaja sobre los
demás rivales, y ganó la candidatura. Pero Romney no era un buen candidato y
cometió serios errores, y lo derrotó Obama. Lo mismo pasó con algunos de las
otras contiendas electorales (Senado, Cámara, gobernadores etc). Sin quererlo, en una gran medida los magnates
republicanos ayudaron a financiar una importante victoria demócrata por haber
puesto a Romney de candidato..
Las
elecciones no son sinónimo de democracia ni por sí solas constituyen una
democracia.. Tampoco es democracia la plutocracia, el control del gobierno por
los ricos. Es fundamental la cuestión de poder. Un gobierno es democrático en
la medida en que todos sus ciudadanos y ciudadanas tienen igual acceso al poder
e igual oportunidad bajo la ley.
Bien se ha
definido la democracia como "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo".
La
plutocracia es diferente, es gobierno de los ricos, por los ricos y para los
ricos.
La peor
forma de plutocracia: "El gobierno de las corporaciones, por las
corporaciones y para las corporaciones"
No nos
conformemos con las seudo-democracias que existen hoy. ¡Soñemos, oremos y
luchemos para que nazca una verdadera democracia: igualitaria, popular y
participativa!
[1] La financiación de la campaña de Barak Obama en
2008 fue mayormente de pequeños aportes, muchos por medio del Internet. La
legislación de la época, como veremos en seguida, controlaba estrictamente los
donativos grandes.
[2] Aun antes de Citizens United la política
de EUA estaba muy mercantilizado, especialmente por el sistema de cabildeo, con
muy altos sueldos para los agentes de dicha intervención.
Sobre el autor:
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina . Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea. Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.
Sitio web de Juan: Juan Stam
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