Hugo Chávez y la religión | Por Víctor Rey

Visita de Hugo Chávez al entonces Papa Benedicto XVI - Mayo 2006
En la tarde del martes 5 de marzo a las 4.25 PM escuchamos y leímos acerca del fallecimiento del Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Nos llama la atención el fervor popular que Chávez despertó entre sus seguidores y también las diferentes muestras de religiosidad que el pueblo demostró. Quiero compartir algunas reflexiones sobre este tema en especial a su relación con el cristianismo.

Es de todos conocidos la admiración que Chávez tenía por Karl Marx al cual citaba con alguna frecuencia y también al Che Guevara y Fidel Castro. Se definía como un socialista que había fundado El Socialismo del Siglo XXI. Cuando apareció su enfermedad las citas al cristianismo y a la Iglesia fueron más frecuentes. Rogaba por una “intervención divina” sujetando y a veces besando un crucifijo. Fue muy significativo la oportunidad en la cual se vió junto a su familia participando en una misa y pidiendo a Dios que le diera una oportunidad de seguir viviendo. Citó mucho a Dios y a Jesucristo. Su religiosidad contrasta con el secularismo estoico de otros líderes que se han proclamado socialistas.

En otro momento estando en Cuba, Chávez sujetando el crucifijo, que según el mismo dijo, lo ayudó en su momento más sombrío, cuando fue derrocado brevemente en abril del 2002. “Tengo una gran fe en todo lo que estamos haciendo, en este trabajo intenso contra la enfermedad que me emboscó el año pasado y tengo fe, repito, en Dios. Es como un pacto con Dios, mi Señor.” Lo dijo con un rostro pálido e hinchado.

El año pasado celebró su reelección leyendo un pasaje bíblico que describe el estilo de vida comunal de los cristianos del primer siglo. También mencionó con frecuencia que su revolución debe crear un “hombre nuevo”, un eco del tema del apóstol Pablo en sus epístolas.

Cuando Chávez reveló en junio del 2011 que estaba enfermo, surgió un grupo llamado Consejo de Empleados Públicos Cristianos que organizo reuniones de oración, que fueron transmitidas en vivo por la televisión estatal y radioemisoras cristianas.

La gran mayoría de los venezolanos se declaran católicos y la población de las iglesias evangélicas en especial los sectores pentecostales siguen creciendo. Muchos también practican religiones locales y dejan ofrendas voluntarias en santuarios construidos en las carreteras. Fui testigo de este hecho y también de la polarización que existe entre las diversas iglesias y líderes en algunas visitas que realicé a Caracas por motivos de diversas reuniones invitado por El Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI). El nombre de Chávez no dejaba indiferente a nadie. Y la polarización en la población y las iglesias me hizo recordar la situación de Chile en los años 70 en los tiempos de gobierno de Salvador Allende.

Combinar la religión y la política no es nada nuevo en Venezuela, ni en América Latina. Por ejemplo el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega enfatizó sus creencias cristianas en su campaña por la reelección el año pasado y sus mítines eran acompañados de procesiones religiosas, himnos y cánticos cristianos y el slogan “Cristiano, Socialista y Solidario”. La estrategia trajo consigo críticas de los diversos sectores de las iglesias que lo consideraban solo una estrategia para conseguir votos.

Chávez se consideraba católico, pero sus creencias eran algo eclécticas. En algunas ocasiones se declaró seguidor de deidades folclóricas como María Lionza, una diosa indígena que es venerada en diversos santuarios en su país. Chamanes indígenas también realizaron ceremonias de curación para Chávez. “El objetivo es inyectar de energía positiva al líder de la Revolución Bolivariana. Pedimos por su sanación total y sabemos que los espíritus de nuestros ancestros ayudaran”, expresó Jesús Juagivioy cacique de una tribu del estado de Chávez, Barinas.

A pesar de sus declaraciones sus relaciones no han sido buenas con la jerarquía católica. Casi inmediatamente a su llegada al mando de la nación en 1998, Chávez recortó a los subsidios a la Iglesia Católica en un 80% según algunas estimaciones. Ha acusado a los líderes católicos de simpatizar con los ricos en vez de los pobres y en una declaración fuerte en 2010 dijo que “Cristo hubiera azotado a algunos líderes católicos por mentir”, cuando el cardenal Jorge Uroza advirtiera sobre la pérdida de los valores democráticos en Venezuela. Sin embargo Chávez insistió que fue siempre muy católico, desde que era monaguillo y calificaba a Jesucristo de “el más grande socialista de la historia”.

Con el mundo de las iglesias evangélicas las relaciones no fueron unánimes. Existen iglesias que lo apoyan y otras que se sintieron perseguidas. La Iglesia Renacer, una congregación pentecostal a través de su pastor Jesús Pérez manifestó que ahora existía más libertad para los cristianos que antes. Por su parte Samuel Olson pastor de la Iglesia Las Acacias y presidente del Consejo Evangélico de Venezuela, sospecha que la retórica bíblica de Chávez es más bien una estrategia política en lugar de ser una señal de fe. (protestantedigital.com/es/internacional) Chávez nunca morirá. Aunque no sea en el sentido heroico que hoy proclaman con más tristeza que convicción sus seguidores. El estilo personalista que representó Hugo Chávez es parte esencial de la geografía de América Latina. Mientras las causas que explicaron el ascenso de Chávez al poder sigan definiendo a las sociedades latinoamericanas, sobraran mesías que se levanten prometiendo más justicia social y menos desigualdad.

Muchos juicios que se hacen de Chávez y su legado le atribuyen más fortalezas que debilidades. Su polémica personalidad fue más importante que su legado. Después de todo Chávez fue un caudillo más en esta región que los ha tenido en demasía.

Mientras una gran parte del pueblo venezolano llora su partida, muchos en la élite celebran la muerte de Chávez. Creen equivocadamente que todo volverá a ser como antes. Sin entender que Chávez fue un síntoma de la enfermedad de la desigualdad y exclusión que afligía a Venezuela y no la causa de la polarización política, la vieja guarda sueña con reconstruir un pasado que Chávez exitosamente destruyó.

Con la caída del Muro de Berlín en 1989, cambiaría no solo la bipolaridad del sistema internacional, sino también el dualismo ideológico. En la gran lucha del Siglo XX, el capitalismo de la mano de la democracia liberal occidental había triunfado. Francis Fukuyama lo había llamado El Fin de la Historia. Pero no contaban con Hugo Chávez.

Sobre el autor:
Víctor Rey es chileno, radicado en Argentina.  Coordinador de Diplomatura de CETI (Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios) de la Fundación Kairós  en Buenos Aires. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción.  En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.
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