Hans Küng |
Se trata
del célebre teólogo suizo Hans Küng quien aquejado por la enfermedad de
Parkinson ha declarado a sus 85 años de edad: «no quiero seguir viviendo como
una sombra de mí mismo». Lo ha escrito en su tercer y último volumen de sus
memorias.
Küng ha
sido un referente teológico obligado para los teólogos de mi generación. Es
sacerdote católico, teólogo controvertido y prolífico escritor. Desde 1995 fue
presidente de la Fundación por una Ética Mundial. En 1962, el papa Juan XXIII
lo nomó perito del Concilio Vaticano II. Diez años después, en 1972, el
Vaticano le retiró la licencia para enseñar teología católica debido a sus
pronunciamientos sobre la infalibilidad papal y sus enérgicas críticas contra
la Iglesia católica. En 2005, Benedicto XVI lo recibió en su despacho papal
para sostener un diálogo; ellos habían sido colegas y amigos cercanos en sus
épocas como docentes en la Universidad de Tubinga, Alemania. Lo recibió, es
cierto, más nunca le retiró las sanciones vaticanas.
Mis
primeros acercamientos a Hans Küng vienen de 1979 cuando cursaba mi primer año
de estudios en el Seminario Teológico Bautista Internacional, de Cali,
Colombia. A la vieja librería de la institución llegaron dos tomos voluminosos
del autor suizo de quien hasta ese entonces nada conocía. Compré ---obviamente
a crédito y en doce cómodas cuotas mensuales-- los dos textos: Ser cristiano y
¿Existe Dios? Los libros habían sido
pedidos por uno de los profesores de teología para ser usados en un curso que
aún no me correspondía matricular; pero los compré por simple y saludable curiosidad.
Küng era un autor católico que, según decían en los pasillos del seminario,
había sido sancionado por el Vaticano, ¡y esto lo convertía en un autor
recomendado! Desde entonces leo con avidez y recomiendo leer a todos los
teólogos y teólogas que ostentan ese récord.
Con el
paso del tiempo, Küng se convirtió en uno de mis escritores de cabecera. Leí
varios de sus textos y consulté sus principales biografías. En los últimos años
leí los dos primeros tomos de memorias personales y tengo en la «lista de
espera» sus últimas publicaciones en español: Lo que yo creo (2011), Existencia
cristiana (2012) y ¿Tiene salvación la Iglesia? (2013). Ahora se sabe que
terminó de escribir el tercer tomo de sus memorias. Las noticias informan que
Küng vive completamente retirado de la vida pública desde que cumplió los 85
años, a principios de 2013, y tras este volumen de memorias no tiene intención
de escribir ningún otro libro. Noticia que lamento tanto como la del anuncio de
su posible suicidio asistido.
Por
estas razones de afecto intelectual y fraterno recibí con desconcierto estas
noticias. Ha declarado que «El ser humano tiene el derecho a morir cuando ya no
tiene ninguna esperanza de seguir llevando lo que según su entender es una
existencia humana». Afectado por el estado avanzado de su enfermedad y temiendo
perder por completo su visión, ha considerado ponerse en manos de una clínica
suiza donde practican suicidios asistidos. Según él, no es que esté «cansado de
la vida, sino harto de vivir».
Después
de leer la noticia subí a mi biblioteca para buscar uno de sus libros, el
titulado Morir con dignidad. Un alegato a favor de la responsabilidad (1997),
escrito junto a Walter Jens, uno de los ensayistas más importantes de Alemania.
Ambos reflexionan sobre uno de los tabúes mejor guardados de nuestra
civilización: la forma de morir. Ellos plantean la necesidad de una nueva y
seria reflexión pública sobre el derecho a morir de una forma digna y a
considerar la posibilidad de «ayudar a morir» responsablemente. El tema, entonces,
no es nuevo en el pensamiento de Küng; solo que en este caso, sus conocidas
reflexiones intelectuales han dejado de ser solo pensamientos plasmados en un
libro para convertirse en controvertidas decisiones personales de vida… y de
muerte. En este libro dice que como cristiano está convencido de que con la
muerte no termina todo y que, precisamente por tener esa fe, no piensa que haya
que prolongar la vida de manera indefinida y mucho menos en condiciones que no
son dignas de los seres humanos. Línea seguida escribe:
Precisamente porque estoy convencido de que estoy destinado a otra vida
nueva, me considero como cristiano con la libertad otorgada por Dios de
participar en la determinación de mi morir, del modo y momento de mi muerte —en
tanto me sea concedida esa posibilidad—… Una responsabilidad digna de seres
humanos sobre el morir forma parte de una muerte digna de seres humanos, y esta
afirmación no implica desconfianza o soberbia ante Dios, antes bien una
inquebrantable confianza en Dios, que no es un sádico sino el Dios misericordioso
cuya gracia es eterna.[1]
En
aquella época (1997), Küng gozaba de buena salud y en ningún momento avizoraba
la enfermedad que padecería años después. Es un teólogo en pleno uso de sus
facultades mentales quien discurre sobre la muerte y el morir y arriba a
conclusiones basadas en su discernimiento teológico y en su razonamiento ético.
Lo dice sin la presión de la angustia que seguramente sufre ahora al saber que
su visión se apaga poco a poco y que la enfermedad del Parkinson lo conducirá a
días peores. Hace más de quince años
escribió como teólogo lo mismo que ahora afirma como ser humano enfermo. Nada
ha cambiado; ni un ápice de sus posiciones ha variado. Había dicho: «!Nada de
falsos consuelos, ciertamente no! Pero ¿acaso no existe el consuelo genuino y
verdadero? Además de un tiempo de vivir hay un tiempo de morir y uno no debe
pretender retrasarlo artificial y angustiosamente» y después advierte: «No
trato de proclamar nada magistralmente, sino de aportar con claridad mi punto
de vista personal. Trato de plantear preguntas para una ulterior reflexión…».[2]
Pues bien, aquí estamos quince años después, conociendo su ulterior reflexión.
En
algunas ocasiones, hablando acerca de Küng, expresé de manera improvisada lo que
pensaba acerca de su vida y pensamiento. Lo repito ahora: que es un intelectual
brillante, un clérigo polémico, un teólogo progresista y un cristiano
consecuente. También dije en esas ocasiones que es una persona arrogante y
altiva (hay que leer sus memorias para darse cuenta de esto). Pero esto último
no es lo que deseo destacar hoy. Después de leerlo por más de veinticinco años
compruebo admirado que es, sobre todo, un cristiano consecuente. En lo personal
no comparto muchos de sus postulados teológicos ni de sus posiciones éticas;
pero ¡cómo admiro su firmeza, tenacidad y valentía!
Quino,
el argentino creador de la fantástica Mafalda dice que no es necesario decir
todo lo que se piensa, pero sí pensar todo lo que se dice. Pues bien, Hans Küng
ha ido más allá: dijo casi todo lo que pensaba (a veces más de lo necesario),
pensó casi todo lo que decía y ahora quiere morir de acuerdo con lo que creyó.
¡Que el Señor lo ilumine y que su gracia lo acompañe hoy más que nunca! Sus
palabras me inspiran respetuoso silencio.
El pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica. Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International y autor de varios libros.
Anteriormente fue Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Colombia.
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