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La teología y la iglesia ha entrado en una carrera voluntaria frente a la ciencia, olvidando que su llamado es tan diferente, tanto más sublime y más lleno de verdad que el simple hecho de siempre estar diciendo que tiene la verdad, que a veces simplemente parece un címbalo que resuena.
Por esto es que me fascina el texto de Deuteronomio 29:29, “Las cosas secretas pertenecen al Señor y las reveladas son para nosotros y nuestros hijos”. Me gusta porque admite sin muchas vueltas que hay cosas que es mejor dejarlas en el plano del misterio, por ahí está la centralidad de su belleza, o no? Acaso no hay canciones, pinturas, esculturas, personas o sensaciones que nos hipnotizan simplemente porque tienen un algo “misterioso”?
Cuando decidimos competir con la ciencia por la demostración de la verdad solo obtendremos unas pocas cosas que no le cambian la vida a nadie, el asombro, la refutación y la argumentación. No podemos esperar más de esto. Sin embargo la Biblia nos quiere llevar constantemente a un plano diferente, al de las sensaciones, de los ritmos, de la alegría, el misterio y las preguntas, una tras otra. Como dice Brian Mclaren en su libro “El mensaje secreto de Jesús”, "una y otra vez Jesús no da la solución a las preguntas directas de sus interlocutores, sino que habla en parábolas, para que quien escuche decida por sí mismo llegar un poco más lejos".
Las cosas secretas pertenecen al Señor. No es por ningún motivo una invitación a dejar de explorar, al contrario!! es un desafío, pero en el ámbito de la fe, en el ámbito de la espiritualidad. Porque es ahí donde necesitamos asombro real, silencio y contemplación.
Asumir que hay cuestiones que pertenecen a la esfera en donde nos movemos día a día y que no tienen una explicación “lógica”, no nos debe dejar en un estado de pesadumbre, sino de agradecimiento y de alegría. Hay cosas que simplemente no están en la Biblia porque no tiene sentido que estén, ya sea que hablemos de extraterrestres o si queremos saber si Dios es capitalista o comunista.
El hecho de que hayan cosas secretas, es una señal para que no olvidemos el foco de nuestro llamado. El cual desde los evangelios no es a “demostrar la fe” sino que a “mostrar” lo que Dios ha hecho en nosotros. Por eso el evangelio es una “buena nueva” y no una nueva respuesta a la pregunta de moda, ya que si despojamos a la fe del misterio, ya no tendremos espiritualidad, sino solo un producto que en un tiempo más, ya no tendrá atractivo.
Sobre el autor:
Hemir Ochoa es pastor de la Iglesia Luterana de Valdivia, en Chile. Estudió en el Seminario Teológico Bautista de Santiago, el Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile y en el Seminario Evangélico Unido de Teología de España. Es director de la Academia de Hebreo Bíblico www.hebreobiblico.com
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