Breve
ensayo de participación para el Coloquio inaugural del segundo semestre del
Seminario Teológico Bautista del Ecuador / Quito, D.M., 7 de septiembre 2017
Quisiera
en un primer momento referirme a las palabras que se usan para generar la
pregunta, así poder con ello iniciar con otras preguntas necesarias para este
conversatorio.
- ¿Qué entendemos por educación teológica?
- ¿Reconocemos como evangélicos y/o Bautistas la educación teológica como una necesidad?
- ¿Si la educación teológica es una necesidad, que males aplaca solventar esta necesidad?
Solo
puedo esbozar algunas ideas generales y en la medida de lo posible esperar que
por lo menos sean preguntas detonantes en nuestras comunidades de fe para
tratar de hacer una respuesta, nótese que hablo de “hacer” una respuesta y no
de tener una respuesta escrita o descrita, es decir desde una noción de praxis.
Como
evangélicos necesitamos una teología no solo de aprender, sino desaprender
varias cosas mal aprendidas, una teología que fomente el pensamiento crítico y
propositivo de acción social, pensamiento necesario para reconocer las falacias
en cualquier tipo de discursos, entre esos discursos, el discurso teológico
evangélico. Salir por ejemplo de la interpretación literal y fundamentalista
del texto bíblico que cuestiona el acercamiento a los otros para servirles y
atenderles en sus contextos y necesidades. Es lamentable ver como el
pensamiento más cerrado en el mundo evangélico es el que más abierta tiene la
boca para acusar al otro. La pretensión de verdad desde una noción de teología
acrítica mata la esperanza de encontrar en la iglesia una expresión del Reino
de Dios.
Como
evangélicos necesitamos una teología en construcción, es decir no solo de
decir, de describir postulados, sino una teología que se relacione con la
praxis. Con la práctica de Jesús de presentar el Reino de Dios en el encuentro
con el otro diverso, Jesús no se cerró en pretensiones de verdad judías, en el
camino y en el encuentro con el otro
diverso presento el Reino de Dios ante la mujer del pozo, el ciego, el capitán
romano o los niños, él se abrió a la
atención y presentación del Reino con los otros diversos. Su teología era del
camino, del encuentro.
Como
evangélicos debemos desacomodarnos como lo hizo Jesús y mirar a la diversidad para
que podamos presentar el Reino de Dios, no solo con nuestras palabras, sino
esencialmente con nuestras acciones.
Es
necesario revisar el camino recorrido como denominaciones, como Bautistas y
como evangélicos; no solo quedarnos en los lugares de transito de la historia
del evangelio. Lugares de transito históricos y geográficos que no nos permiten
pensar en el lugar donde nos encontramos, tanto históricamente hablando como
geográficamente.
Los
Bautistas aún añoran su origen en Convenciones o Misiones Foráneas del norte,
los evangélicos en general recuerdan el apoyo económico de organizaciones
evangélicas misioneras de distinto origen, no se trabaja para fortalecer la
noción de evangélicos como identidad latinoamericana que por ende debe
cuestionar críticamente postulados ideológicos anglos y europeos, introducidos
como doctrina.
La
educación teológica critica debe dar por resultado creyentes que no midan el
existo de una congregación con el número de culto o creyentes, sino en la
fidelidad en el cumplimiento práctico de
la palabra de Dios, en la atención a los niños y niñas, de los ancianos, en la
atención de necesidades materiales y emocionales del ser humano, es decir
creyentes que estén al servicio del Reino.
Hay
que abrazar la historia y tener gratitud por los hermanos misioneros, en su
mayoría norteamericanos, pero hay que ver la historia diacrónicamente, con sus
implicaciones sociales, políticas, religiosas en los distintos momentos y
lugares.
Solo
puedo esbozar una idea a manera de respuesta atropellada tanto a la pregunta
generadora, como a las otras que pude desprender de esta.
La
educación teológica crítica es una necesidad para atenuar los males modernos o
posmodernos de la iglesia actual que deja de lado la comunidad y la relación
con el otro como elementos centrales de nuestra liturgia. “Mi pueblo perece por
falta de conocimiento”, ya nos advertía Oseas en el siglo 8 a. C.
Nos
sería necesaria una teología evangélica y en relación a la pregunta, también Bautista
del sur que valore la diversidad y el encuentro. Como Bautistas del sur, no de
la Convención del Sur de los EUU, sino de esta tierra, que den valor a los
lugares geográficos e históricos de nuestros orígenes. Orígenes que están antes
de la Reforma Protestante y a su vez con ella. Identidad que pasa por reconocer
los procesos de evangelización europeo y norteamericano, la construcción de los
principios bautistas como idearios de conducta en aspectos tan diversos como la
política, los derechos humanos, la libertad de pensamiento que deben ser
enriquecidos como evangélicos y bautistas latinoamericanos en busca del Reino.
Necesitamos
una educación Teológica que se traslada a la praxis de nuestras comunidades,
que instaure el Reino de Dios en los espacios de terror y violencia en lo que
actualmente está el mundo. Si la educación teológica se relega o solo se
entiende dentro del espacio de una escuela dominical, se relaciona con la
preparación de un pastor para elaborar un sermón, se reduce a unas aulas de un
seminario; todo esto sin expresar, la justicia, la libertad y esperanza que la
palabra de Dios trae a los oprimidos, es decir, sin hechos, vale recordar lo
que Pablo advertía de la fe sin obras. La educación teológica debe ser
movilizadora de la iglesia a la instauración del Reino de Dios.
Sobre el autor:
Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología. Es pastor Bautista desde hace 18 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Actualmente es Presidente de la Asociación de Iglesias Bautistas de Pichincha y miembro del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista Ecuatoriana.
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