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¿Nos escandaliza la libertad que se atribuye esta monja? En dado caso también debería chocarnos las palabras desafiantes de Moisés (Éxodo 32:32). O ¿más bien nos recuerda las luchas que hemos tenido con Dios en algún determinado momento en nuestras vidas?
Lo cierto es que no son las amenazas insensatas de una persona que se declara atea. Es la oración sincera y transparente de alguien que ha llegado a conocer a Dios a través de una relación personal y se atreve a llamarle: Amigo.
La oración nos debe conducir a esta misma afirmación, tal como lo declara Peterson (2006), cuando agrega:
No sólo podemos oír y entender a Dios al hablarnos, podemos hablarle, responder, conversar, discutir, cuestionar. Podemos orar, todo porque la oración es una ofrenda de nosotros mismos, tal como somos (p.105).
Si la oración es un ofrecimiento y un llamado a descubrir el corazón de Dios, tendremos que quitarnos todos aquellos bagajes religiosos e ideas preconcebidas y malos paradigmas, que en vez de ayudarnos a acercarnos a Dios, nos imposibilitan su acceso para conocerle tal como él es.
No le digas al Señor: ¿Por qué?, tienes que preguntarle: ¿Para qué? En varias ocasiones he escuchado este tipo de afirmaciones, muy presentes por lo general en nuestros contextos latinos y son un típico ejemplo de estas limitaciones que tienden a apuntarnos la libertad de expresión que Dios nos ofrece para vincularnos a él.
En los Salmos encontramos que las oraciones están cargadas de alabanzas, motivos de agradecimiento, alegrías, pero también hallamos las quejas, las discusiones, la indignación de aquellos que se atrevieron a pugnar con Dios en determinado momento o circunstancia.
Entonces tanto los “por qué”, como: “para qué”, son importantes y necesarios porque nos ayudan explorar hasta los márgenes de nuestra relación con Dios. Y esta clase de libertad (y hasta presunción), no es concebida en ninguna otra religión presente en el mundo, porque de lo contrario tendríamos que desmembrar de la Biblia aquellas oraciones que se salen de nuestros moldes humanos (Éxodo 5:22,23, Salmo 83:1, Salmo 44:23-26).
Algo similar lo vemos en Jesús en el huerto de Getsemaní, quien no se doblegó hasta conocer cuál era el designio divino y finalmente pudo aferrase a este.
Debo agregar que, Teresa de Ávila siguió viviendo su vida recta y consagrada a Dios y murió a los 67 años. ¡No fulminada por un rayo! Como algunos hubiesen esperado.
Bibliografía:
Peterson, Eugene. (2006). Eat This Book: a conversation in the art of spiritual reading. (Grand Rapids, Mich.: Erdmans Publsihing Company.
Bloesch, G, Donal (2004). Orar es luchar con Dios. Kairos, Buenos Aires.
Sobre el autor:
Alexander Cabezas Mora es costarricense, se ha desempeñado como pastor, profesor de varios seminarios teológicos, y consultor en materia de niñez y adolescencia. Tiene una maestría en Ciencias de la Religión con énfasis en liderazgo, por parte de ProMETA y una maestría en Teología por parte del South African Theological Seminary (SATS)
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