Estudiemos el Apocalipsis con Juan
Parecen convincentes los
indicios de que en el trasfondo de Apocalipsis 7:9-17 está la gran fiesta de
las enramadas. Del cuarto evangelio (Jn 7-8) es evidente también que Jesús
apelaba a esta fiesta para revelar su persona y su misión. La importancia de
esta fiesta, y su impacto en la mentalidad de los judíos, eran muy grandes. Era
una fiesta tan santa como alegre, mostrándonos que piedad y seriedad no son
sinónimos, sino que santidad y alegría son gemelas que siempre andan juntas. La
consigna era: "te alegrarás delante de Yahvé tu Dios...y estarás
verdaderamente alegre" (Dt 16:11,14-5; cf. 12:7,12,18; Lv 23:40; Neh
8:12).[1]
La fiesta de enramadas
fue una semana entera de alegría desbordante. Ya hemos citado las palabras de
la Michná: "Quien no ha visto la alegría de esta fiesta, nunca ha visto
alegría en su vida".[2] Esta fiesta
era la definición misma de la alegría, y por eso muy idónea para representar la
"plenitud de gozo" que llena la presencia del Señor (Sal 16:11 RVR).
Para visualizar un poco la felicidad de la vida eterna, ¡pongámonos a recordar
las fiestas más alegres de nuestros propios pueblos!
Varios aspectos de la
alegría especial de esta fiesta merecen destacarse. Junto con la morada en
enramadas durante una semana y la procesión diaria del agua, ambas ya
descritas, era popularísimo el rito de la iluminación, un verdadero
"festival de luz". Cada noche de la fiesta[3] se prendían
cuatro candeleros enormes en el atrio de la mujeres. Las mechas, formadas de
las viejas vestimentas sacerdotales, estaban inmersas en aceite y cuatro
jovenes levitas subían por escaleras a prenderlas. Era tan fuerte la
iluminación que "no había ningún patio en toda la ciudad que no reflejara
la luz" que emanaba del templo (Michná sukkah 5.3: Bruce 1983:206; Brown
1966 I:343)
El pueblo se congregaba
en el atrio de las mujeres -- ¡y a bailar se ha dicho! Acompañados por una
orquesta levita de flautas, laúdes y címbalos (Moore 1971 II:47), todos
cantaban y danzaban hasta el amanecer, siete días seguidos. Coquetas doncellas
buscaban cautivar a los muchachos[4] y piadosos
varones ejecutaban sus danzas de antorcha (Moore 1971 II:46; IDB I:456).[5] Todo era
alegría, chistes iban y venían, la confraternidad reinaba. ¡Israel daba una
lección al mundo de lo que es una fiesta![6] ¡Y así
también será la vida eterna!
Además, parece que comían
bien durante esta fiesta, que celebraba el final de la cosecha agrícola. De
todo el año, ésta era la fiesta con mayor número de animales sacrificados (Nm
29:12-39). Se sacrificaba un promedio de 27 animales por día, y un total de 70
becerros en la semana, aparte de todos los sacrificios privados. La mayor parte
de esa carne se comía, o por los sacerdotes o por las familias del pueblo (1 Sm
1:4-5,8-9,13; cf. Neh 8:12).[7] ¡Es fácil imaginar
el olor a parrillada que cubría toda la ciudad!
Apocalipsis 7:9-17 nos
enseña, y todos lo sabemos, que el cielo será un culto (9:10,12,15), pero nos
enseña también otra verdad importante -- ¡el cielo será una tremenda fiesta!
La fiesta de tabernáculos nos llama a un estilo de vida más sencillo y solidario
Para captar mejor la
vivencia de la fiesta de las chozas, imaginémonos que se realizara hoy entre
nosotros y todas las familias pasaran a los patios de sus casas a vivir siete
días en unas enramadas. Imagínese Buenos Aires: los bancos y mercados cerrados,
los "mall" abandonados, las mismas casas (unas mansiones, otras
chozas muy pobres) desocupadas, todo el mundo al patio para una semana de
“camping” al aire libre, cocinando con leña. ¿Cómo sería eso en Río de Janeiro
o ciudad de México? Nos costaría acostumbrarnos; probablemente a muchos se les
daría un infarto o un severo ataque de nervios.
Para muchas personas, su
casa lujosa es el sueño de su vida y la diosa de su devoción. ¡Cuánto bien nos
haría pasar una semana cada año en el patio! Como el día de descanso
significaba (y significa) libertad ante las demandas del trabajo, esta fiesta
significa una liberación del dominio de la casa y de los bienes materiales. Nos
recuerda que nuestras casas no son más que "enramadas" en nuestro
camino hacia "una casa eterna en el cielo, no construida por manos
humanas" (2 Co 5:2). Si somos peregrinos, debemos desprendernos de
nuestros bienes, desmitologizar la idolatría materialista que permea nuestra
cultura, compartir gozosos con los que tienen menos, y hacer de nuestra vida un
proyecto de mayordomía sacrificial y alegre.
Esta fiesta nos recuerda
que no sólo por ser lujosa una casa es bonita, ni por ser humilde es fea.
Zorilla (1981:31) se atreve a hablar de "la magnificencia de las
chozas" (!), porque en ellas moraba Dios con su pueblo y sobre ellas
estaba la Chekiná divina. En cuantas mansiones está ausente Dios, y ausente
todo lo que embellece la vida, mientras la choza más humilde puede resplandecer
con gloria divina.
En la fiesta todos eran
iguales por una semana. El rico no podía decir esa semana, "mi enramada es
mejor que la tuya"; ningún pobre tendría que sentir vergüenza de vivir en
una choza. El ideal divino, "que haya igualdad" (2 Co 8:13-14; Hch
2:44-45; 4:32-34), se cumple a lo menos por una semana. Y en eso, se anticipa
la Nueva Jerusalén, cuyas riquezas son de todos por igual.[8]
Zorilla (1981:32) destaca
que de todas las fiestas de Israel, ésta fue la más participativa. Sus
procesiones, cantos y danzas estaban abiertas a niños, mujeres, esclavos y
extranjeros.[9] Realmente,
esta hermosa tradición judía nos convoca hoy a una auténtica solidaridad y un
estilo más sencillo de vida.
[1]) Aquí debemos
recordar que el NT describe la vida eterna también como una muy alegre fiesta
de bodas y un banquete escatológico.
[2]) Michná M.Middoth
5.1; 4.9; citado en de Vaux 1985:623 y Zorrilla 1981:54.
[3]) Algunos
autores sostienen que fue sólo la primera noche, pero otros, con mayor
probabilidad, que eran las siete noches de la fiesta (Zorilla 1981:53; IDB
I:456; Lindars 1995:297,315).
[4]) Ya hemos
citado el texto de la Michná (Taanit 4.8) del baile de las doncellas y su
cántico, "Muchacho, levanta los ojos y mira a la que vas a escoger".
Cf. Moore 1927 II:61. No sorprende que algunos autores paganos confundían esta
fiesta con algo parecido al culto a Dionisio (Plut Quaest conviv 4.6.2;
Bonnard 1976:453). Según Rylaarsdam (IDB I:456) era "una ocasión de gran
regocijo con ciertas características de carnaval".
[5]) Moore (1927
II:46) menciona que Rabban Simeón ben Gamaliel podía danzar con ocho antorchas
encendidas, sin que ninguna tocara el suelo.
[6]) De las
escrituras queda evidente que Israel era un pueblo muy festivo. Para Israel
"no se puede dar el templo sin la fiesta, ni ésta sin el templo lleno de
la gloria de Yavé" (Zorilla 1981:42).b
[7]) Rylaarsdam
señala que los judíos no comían mucha carne, excepto en celebraciones
religiosas (IDB II:261). El comer carne en las fiestas sería entonces una
alegría muy especial.
[8]) Ap 21:17-21
(!las riquezas socializadas!), 24-26. La literatura apocalíptica insiste mucho
que no habrá ni ricos ni pobres en el reino de Dios. Bonnard (1976:453) señala,
acertadamente, que "la vinculación de la escatología judía al culto y a
las fiestas oficiales del pueblo ha impedido siempre que las ideas
escatológicas tomen un carácter completamente abstracto o individualista".
[9]) Los
gentiles, por supuesto, no podían pasar más allá del patio que les
correspondía.
Sobre el autor:
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina . Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea. Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.
Sitio web de Juan: Juan Stam
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