El
congregacionalismo es el rasgo distintivo de iglesias de raigambre confesional
centrada en la autoridad de la comunidad eclesiástica que identifica como
miembros a las personas que establecen relaciones sociales, culturales y
espirituales en la experiencia de adoración a Dios de manera regular en un lugar
determinado (templo). Los parámetros del reconocimiento de esta membresía son
variadas y depende de los documentos normativos[1]
de cada congregación. Las iglesias congregacionales reconocen el sacerdocio de
todos los creyentes (1 Pedro 2:4-5), su autodeterminación desde
un liderazgo de iguales, es decir; la iglesia local
pensada en comunidad como la máxima autoridad del quehacer misional y
evangelizador, no como administradora de bienes y propiedades desde una noción
material o como administradora de lo que se debe o no predicar de parte del
pastor, sino como planificadora de las líneas de trabajo pastoral que suele y
debe impulsar el pastor principal[2]
de la iglesia local.
Desde estas nociones
de congregacionalismo, me acerco al tema desde la sociología, también desde el
bagaje de haber estado trabajando con distintas comunidades eclesiásticas
Bautistas en procesos de acompañamiento y mediación. Desde el enfoque
sociológico, los espacios sociales se encuentran atravesados por intenciones de
prestigio; el prestigio se consigue gracias a consideraciones de acumulación de
“capital simbólico”[3].
Las congregaciones son espacios sociales cohesionados por la fe, estas tienen
un liderazgo que en la mayoría de los casos es el pastor, esto gracias a un
capital simbólico religioso; sin embargo, otro espacio de liderazgo en el
congregacionalismo son las directivas o juntas, donde los procesos de elección
se dan también en función del capital simbólico religioso acumulado por una
serie de factores: desde la espiritualidad genuina con un deseo de servir,
hasta la manipulación instrumental con un deseo de liderar de manera jerárquica
la congregación, donde elementos como el capital económico, cultural, social,
son expuestos (prestigio) como elementos a elegir que rodean a los candidatos a
ser elegidos. ¿Por qué ocurre esto? Lo podríamos entender desde los enunciados
en relación al poder que desarrolla Foucault[4].
El poder se ejerce en toda relación social, por lo que en un espacio como la
iglesia local está presente en las estructuras eclesiales (pastor, diáconos
directivas, líderes de ministerios, congregación en general, personal de la
iglesia, etc.) donde se administra el poder que les da sus cargos, este poder
puede ser utilizado tanto para el bien como para humanamente dejar salir en
espacios de espiritualidad nuestra mundanidad.
Las
denominaciones evangélicas congregacionales tienen el mérito de comprender
desde sus postulados teológicos que la revelación de Dios desde el relato
bíblico es comunitaria[5],
y por lo tanto las decisiones que toman también deben ser comunitarias, es
decir, congregacionales. La pastoral es desarrollada para atender la diversidad
de personas que conformamos la (ekklesía)
asamblea de iglesia local, pero también a los que en su libertad no les
interesa participar de estas asambleas de negocios[6].
El pastor es por lo tanto un hermano o hermana[7]
con un rol específico dentro de la iglesia local, “digna de doble honor”[8]
en tanto cumpla con su rol principal que es enseñar la ruta a seguir acorde las
huellas de Cristo. Las decisiones
en función de los grandes temas comunitarios y pastorales pasan por la puesta
en acción de la democracia participativa con sus limitaciones de tiranía de las
mayorías sobre las minorías[9].
Su ejercicio se
desarrolla por medio de la democracia, por lo que sería necesaria la comprensión
mínima de esta al momento de desarrollar las Asambleas, donde lamentablemente
se tiende a olvidar con demasiada frecuencia que se tratan asuntos eclesiásticos,
teológicamente hablando, asuntos del Reino de Dios; sin que ello signifique que
dejemos de lado los conocimientos de las ciencias sociales en la época actual
para hacer lo que quiere la mayoría. Lamentablemente se tienda a dejar de lado
el apoyo de disciplinas subsidiarias en nuestro quehacer eclesiástico.[10]
Los intereses por lo cargos y puestos tienden a generar hasta enemistades en la
comunidad, los interés de dominación[11]
de personas o facciones dentro de la iglesia que tienden a la invisibilización de
la igualdad y equidad de las relaciones de aquel que nos llama a ser luz en
medio de las tinieblas.
Lamentablemente
las iglesias congregacionales tienden a reproducir determinadas relaciones en
sus liderazgos directivos nombrados en Asambleas, los males frecuentes son las
elecciones que permiten la construcción de jerarquías sociales y culturales
dentro del cuerpo. La iglesia local a veces secuestrada por la “autoridad” de
los fundadores que desconocen a los recién llegados los derechos de
participación o de ser elegidos a cargos directivos; la elección de billeteras
en vez de personas que pueden tener un corazón dadivoso, pero que en algunas
ocasiones crea la percepción de que el que da al ser directivo dará más (error
de la congregación), o desde el interés del que da dinero o recursos a la
iglesia (error del sujeto mediado por el ego) para que le den un puesto
directivo en la iglesia local. Otro de los grandes males del congregacionalismo
que a su vez atasca el crecimiento eclesial es la rotación de cargos ocupados
por las mismas personas (el presidente que fue el tesorero y que paso por la
vocalía), situación que es peor cuando las autoridades directivas pertenecen a
un mismo grupo familiar, lo cual cae en lo absurdo cuando este grupo familiar
es a su vez el de la familia del pastor, convirtiendo a la iglesia local en un
negocio familiar con un falso congregacionalismo. No hay que malinterpretar
esto tampoco, por lo general, el pastor o pastora sirve en la iglesia local con
su familia en los ministerios que esta tiene, pero por un ejercicio de ética
debería no asumir cargos que se relacionen con la representación legal de la
iglesia, es decir, puestos directivos.[12]
El
congregacionalismo funciona en el marco de un contrato social[13];
el Estatuto, el reglamento y las resoluciones tomadas en actas y acuerdos de
las reuniones denominadas de negocios (Asambleas ordinarias y extraordinarias).
Estas deben delimitar las relaciones sociales para la equidad y la
participación de todos los que hacen la comunidad eclesiástica. Estás normas
comunitarias fácilmente se dejan de lado ante el “iluminismo” manifestado
en la frase “la Asamblea es la máxima autoridad de la iglesia” tendiéndose a
atropellar el Estatuto, el reglamento, resoluciones de cuerpos colegiados y el
trabajo de comisiones que bajo este pretexto soslayan el trabajo de los otros miembros
desde la tiranía de la votación de la mayoría[14].
El congregacionalismo
debe fundamentarse en el Contrato Social de la iglesia local; el acuerdo de
toma de decisiones que respeta a su vez las leyes del Estado, así el Estatuto y
el Reglamento interno de la iglesia, las normativas del trabajo de las
comisiones deben ser respetados retomando el sentido de membresía a una
comunidad de iguales donde no hay propietarios.
Los directivos
son mayordomos encomendados por la comunidad para cumplir determinadas
funciones administrativas y de representación ante el Estado. No son jefatura
del Pastor, quien muchas veces se ve impelido por los directivos a impulsar sus
proyectos pastorales. Sin embargo el pastor tampoco es jefatura de los
directivo y debe ser receptivo a las decisiones de un cuerpo elegido para
administrar. Claramente estamos hablando de iglesias que tienen su
reconocimiento ante el Estado, las iglesias congregacionales que fueren fruto
de otros procesos misionales, de igual manera deben sustentarse en un
congregacionalismo que respete la ley y las normas de participación y equidad
buscando su regularización y reconocimiento ante el Estado. Iglesias no
congregacionales solo suelen necesitar el registro ante el Estado de la
organización que abarca a las iglesias (denominación), mientras que las
iglesias congregacionales, por su naturaleza deben buscar obtener un registro
individual para cada iglesia.
El congregacionalismo
no desconoce la autoridad del pastor, se fundamenta en el llamado del creyente
a asumir sus roles, los miembros de la comunidad, entre ellos el pastor que en
su llamado cumple un rol fundamental en el congregacionalismo; el ministerio
pastoral es nombrado por la Asamblea de la iglesia, en estos procesos
generalmente suelen nombrarse comisiones de púlpito para que dirijan el
proceso, estableciendo requisitos y dirigiendo la pastoral mientras se
encuentra el pastor. Las Asamblea no puede desconocer este trabajo por lo que
su tarea es la de aceptar o no la recomendación hecha por la comisión. Sin
embargo estos procesos suelen ser modificados por el mismo iluminismo, “la Asamblea es la máxima autoridad de la iglesia”, los
procesos son anulados cuando las personas elegidas no son “convenientes” a los
intereses de facciones.
Las iglesias
congregacionales no son iglesias de propietarios, son de la comunidad que se
congrega libremente; la Asamblea es la máxima autoridad de la iglesia local,
pero esta debe respetar el Contrato Social dado por las normativas del Estado,
los acuerdos de trabajo de las directivas, cuerpos ministeriales y comisiones
que en las Asambleas dan los respectivos informes de sus trabajos.
Las iglesias
congregacionales son comunidades vivas, atentas a las realidades sociales para
en comunidad participar de planes de evangelismo y misión para atender las
realidades sociales, no son clubes con membresías selectas, que en sus juntas
deciden a conveniencia de la minoría que obtuvo el cargo, generando una
contradicción ya que al ser electos por mayorías, se convierten en una minoría
con poder de decisión.
La directiva de
la iglesia, los diáconos, la membresía que forma la Asamblea deben ser
acompañantes del ministerio pastoral, el pastor servicial lidera la iglesia
local, no como jefatura, sino como siervo: guía, alimenta, acompaña a sus
hermanos que buscan de Dios, y en su responsabilidad asume de puente, de
relación entre los hermanos de la iglesia y Dios, a su vez enseñando a otros a
ser puentes para acercarlos a Dios.
¿De dónde salió
la iglesia congregacional de propietarios?, ¿quién dijo que la antigüedad por
asistir en la iglesia genera derechos fundadores?, ¿quién le dio el título de
propiedad al hermano o hermana que con su “ofrenda” direcciona decisiones directivas
y hasta del pastor?, ¿quién convirtió a estos pocos en propietarios de la
doctrina?
Las disciplinas
sociales nos permiten leer los males de la iglesia evangélica congregacional, a
fin de cuentas las personas son parte de la sociedad que tienden a olvidar su
llamado de ser luz y sal no dentro de paredes (templos) sino en la sociedad,
sin embargo aún dentro de los templos la luz se apaga y deja de dar sabor la
sal. Lamentablemente dentro de la iglesia se reproducen categorías de
dominación y exclusión que se manifiestan en las “Asambleas congregacionales”,
muchas veces las participaciones ásperas e interesadas de los “hermanos”
ofenden, la mala dirección de quienes presiden la reunión sin normas mínimas de
conducción de una Asamblea complican el tratamiento de los temas.
Creemos en el
modelo congregacional, sin embargo debemos aún recordar que hay intereses que
mueven a las personas dentro de las iglesias locales, somos personas caídas,
las pretensiones de prestigio, poder y autoridad sobre otros aún se mantiene en
algunos campos religiosos, olvidamos que el hijo del hombre no vino para ser
servido. En sus palabras y en escarmiento a sus discípulos Jesús dijo: “Mas entre vosotros no será así, sino que el
que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo
20.26).
Por una iglesia
congregacional donde todos y todas asumamos nuestros roles, donde el pastor es
uno más en la comunidad sirviendo a Dios que no ve, mientras sirve a los
hombres y mujeres que ve. Donde la única propiedad de los hermanos y hermanas a
reclamar sea la gracia otorgada por Dios para ser sus hijos.
[1] Estatuto, reglamento interno, acuerdos de funcionamiento, entre
otros que varían en relación a cada país.
[2] Las iglesias congregacionales suelen tener un pastor principal, un
co-pastor y pastores asociados acorde las necesidades de la iglesia, estos
nombres suelen cambiar dependiendo el tipo de denominación.
[3] El capital es un concepto fundamental de la teorización de Pierre
Bourdieu, alude a las construcciones simbólicas que le permiten a un sujeto
obtener prestigio. El capital se encuentra relacionado con el campo, el cuál es
el espacio de lucha donde el prestigio cuenta para acceder a relaciones de
control.
[4] Michel Foucault teoriza alrededor del sujeto y las relaciones de
poder en las que se encuentra inmerso, la mayoría de su producción académica
como el menciona en “El sujeto y el Poder” (1988), no es en relación a los
fenómenos del poder sino sobre la subjetivación del sujeto.
[5] Las iglesias no congregacionales con otras formas de gobierno
también comprenden la revelación bíblica desde lo comunitario, pero su forma de
gobierno es de cuerpos colegiados que dirigen el rumbo de la iglesia
denominación.
[6] Se debe diferenciar la asamblea (ekklesía) de hermanos para el
culto, de la asamblea de hermanos interesados en participar en las reuniones de
negocios o administrativas que llevan también el nombre de Asamblea sin su
traducción de connotación religiosa, es decir iglesia.
[7] Un importante aporte en este sentido lo desarrolla Suzanne Tunc, al describir las
funciones de las mujeres después de la ascensión de Jesús, así por ejemplo:
Junías, Prisca (Priscila. llama la atención que es nombrada antes que su pareja,
lo que denota que el cargo lo ejercía ella en la comunidad), Trifena, Trifosa,
Pérside, Evodia, Síntique, Ninfa, entre otras mujeres que se mencionan en los
relatos del primer siglo, todas ellas tenían roles que iban desde la misión
evangelizadora, la predicación o incluso el de “ministro” tal es el caso de
Febe que se la presenta como diakonos, desde la acepción
esclavos – ministros, aunque de igual manera se la presenta como prostatis,
que expresa una posición de presidir la asamblea de creyentes desde la
pastoral (Tunc. 1998. p.98).
[8] 2 Timoteo 5:17
destaca la importancia y la diferencia de quienes dentro de la iglesia se
encargan de predica y enseñar que dentro de los roles u oficios ministeriales
son asumidos por quien ejerce el cargo de Pastor.
[9] Una definición relativa a las ciencias políticas acuñada por Alexis
Tocqueville (1835) en reflexión de la democracia insipiente norteamericana y
uno de los peligros recogidos por la máxima, al hablar del proceder tiránico de
la mayoría.
[10] Muchas veces desde la falacia “En la Biblia dice” donde claramente
las reuniones de Asamblea tiene un orden que es dado por enfoques culturales
judeo-greco-romanos.
[11] La dominación sobre otros es parte esencial de la obtención del
poder, en esta línea podemos seguir a Max Weber quien describe los diferentes
tipos de dominación.
[12] Vale mencionar que en nuestro país, por ley expresa hay una
prohibición de que el Pastor principal o general sea a su vez el representante
legal, al estar por ley no se da por prevención sino por la existencia de
hechos dolosos.
[13] “El contrato social”, o los principios del derecho político,
escrito por Jean Jacques Rousseau en 1762 establece la importancia de
establecer parámetros desde el Estado para garantizar la igualdad y la equidad,
en la actualidad “El contrato social” es el acuerdo entre iguales sobre la
forma de hacer las cosas en espacios de comunidad, las iglesias y denominaciones
están sujetas al Estado, a su normativas y acuerdos.
[14] La idea de que la democracia es la “tiranía de las mayorías sobre
las minorías” es de Alexis de Tocqueville (1805-1859) postura retomada por
varios autores de las ciencias políticas, para que esto no se dé, las mayorías
solo operan a través de un contrato social que no debe ser vulnerado. Como caso
de estudio, el ecuatoriano que en una consulta popular donde era obvio la
imposición de las mayorías se dejó de lado el contrato social (la Constitución)
para vulnerar derechos e instaurar un régimen plutocrático.
Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología. Es pastor Bautista desde hace 18 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Actualmente es Presidente de la Asociación de Iglesias Bautistas de Pichincha y miembro del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista Ecuatoriana.
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