Por Edesio Sánchez Cetina, México y Costa Rica
Las traducciones actuales
Las traducciones actuales
Para quienes hemos nacido en la tradición evangélica y pertenecemos a
las generaciones que crecieron con la Reina-Valera 1909 ó 1960, leer o
decir «Jehová» para referirnos al nombre especial y singular del Dios
del Antiguo Testamento es algo normal.
Tomemos como ejemplo cuatro de las versiones más recientes de la Biblia: Nueva Biblia de Jerusalén (1998), La Biblia *Latinoamérica (1995), Nueva Versión Internacional (1999) y Dios habla hoy (1994).
La Nueva Biblia de Jerusalén, siguiendo el ejemplo
establecido por la versión francesa original, usa la siguiente forma del
nombre especial de Dios: «Yahvé»:
Dios habló a Moisés y le dijo: “Yo soy Yahvé. Me aparecí a
Abrahán, a Isaac y a Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahvé no se
lo di a conocer” (Ex 6.2-3).
Lo mismo hace La Biblia *Latinoamérica, sólo que en este caso usa una forma más castiza; es decir, evita incluir la «h» intermedia del nombre, y escribe «Yavé»:
Dios habló a Moisés, le dijo: “¡Yo soy Yavé! Me di a conocer a
Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios de las Alturas, pues no quise
revelarles ese nombre mío: Yavé.”
Es importante indicar que ambas versiones son publicadas por editoriales católicas.
La Dios habla hoy sigue el ejemplo establecido por la
versión griega desde el tercer siglo antes de la era cristiana (la
Septuaginta). Esta versión, hecha por judíos para judíos, evitó escribir
el sacrosanto nombre de Dios y en su lugar usó la palabra griega kyrios, que a su vez traducía la palabra hebrea Adonay. Ambas tienen el sentido castellano de «Señor» (lo que en inglés se denomina «Lord»). Así, Dios habla hoy dice en Éxodo 6.2-3:
Dios se dirigió a Moisés y le dijo: —Yo soy EL SEÑOR. Me
manifesté a Abraham, Isaac y Jacob con el nombre de Dios todopoderoso,
pero no me di a conocer a ellos con mi verdadero nombre: EL SEÑOR.
En la mayoría de lugares donde se cita este nombre de Dios, Dios habla hoy escribe «Señor». En Ex 6.2-3 pone el nombre con todas las letras mayúsculas por lo especial del pasaje. La Nueva Versión Internacional
se coloca en la misma tradición, y se une a la mayoría de versiones
modernas tanto castellanas como inglesas para usar el título «SEÑOR» en
lugar del nombre especial o sacrosanto. Nótese que en esta versión el
título aparece en versalitas o letras mayúsculas pequeñas (y no incluye
el artículo con este tipo de letra):(2)
En otra ocasión, Dios habló con Moisés y le dijo: “Yo soy el
SEÑOR. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios
Todopoderoso, pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el SEÑOR”.
No conozco ninguna versión castellana que utilice, para referirse al
nombre especial de Dios, alguna forma diferente de las tres indicadas en
los párrafos precedentes: «Jehová» (o «Jehovah»), «Yahvé» (o «Yavé») y
«Señor» (o «SEÑOR»). La versión portuguesa A Bíblia na Linguagem de Hoje (1988) había preferido usar la expresión «Dios Eterno»:
Deus disse a Moisés: —Eu sou o Deus Eterno. Eu apareci a Abraão, a
Isaque e a Jacó como o Deus Todo-Poderoso, porém não deixei que me
conhecessem pelo meu nome de o Deus Eterno.
Sin embargo, en la revisión de esa versión, que lleva el nombre de Bíblia Sagrada. Nova Tradução na Linguagem de Hoje (2000) se abandona la expresión «Deus Eterno» y se prefiere «SENHOR».
¿Por qué tales diferencias? Para responder a esta pregunta será
necesario retroceder varios milenios. Debemos encontrar las razones que
han llevado a traductores y exegetas a usar una o más de las
posibilidades antes expuestas.
¿Cuál es la ortografía original y qué significa?
Empecemos con la explicación que da a la palabra «Jehová» la versión Reina-Valera 60, en su glosario:
JEHOVÁ. Nombre personal de Dios en el Antiguo Testamento. En el
hebreo primitivo, que carecía de vocales escritas, las consonantes son
YHVH. Por respeto, dejó de pronunciarse, y en su lugar se leía “Adonay”
(el Señor). Para recordar esto al lector, los rabinos le pusieron las
vocales e, o y a, sólo como contraseña, cuando inventaron un sistema de
vocales escritas para el hebreo. En los medios cristianos empezó a
leerse desde fines de la Edad Media con esas vocales y así resultó la
forma latinizada “Jehovah”, de donde viene “Jehová”. Los hebraístas han
llegado al acuerdo general de que la pronunciación original debe de
haber sido Yahveh. Su significado se asocia con la idea de Ser o Existencia.
En esta explicación, resumida pero muy completa, encontramos todos
los elementos necesarios para entender por qué algunas versiones usan
«Jehová» (o «Jehovah»), «Yahvé» (o «Yavé»), «Señor» (o «SEÑOR»).
El «tetragrámaton» YHVH
Las cuatro consonantes que componen el nombre especial de Dios
forman, en el Antiguo Testamento, el nombre divino que más se usa para
referirse al Dios de Israel (unas 6,800 veces). Las cuatro consonantes
hebreas (3)suelen transliterarse, con grafía castellana, de la siguiente manera: YHWH o YHVH.
Sin embargo, no está del todo claro, aun en el día de hoy, si, en
efecto, fueron cuatro las consonantes que formaban parte, desde el
principio, del nombre especial de Dios. En el Antiguo Testamento
encontramos dos formas cortas del nombre: yh (Ex 15.2) y yhw,
que aparece sobre todo como parte de nombres propios. La presencia de
estas formas cortas en documentos extrabíblicos anteriores a Moisés,
lleva a pensar que podrían ser las formas más antiguas del nombre. Sin
embargo, al decir de Walter Eichrodt y otros, la forma larga, YHVH, es
la apropiada para el nombre especial de Dios, y está directamente unida a
la revelación divina a Moisés.(4) Es importante señalar, al respecto,
que la forma larga del nombre divino se encuentra presente en la «Estela
de Mesa» o «Estela moabita», documento extrabíblico del siglo 9 a.C.
Esa forma larga de cuatro consonantes proviene, según el consenso
general de los biblistas, de hwy/hwh, raíz semítica del noroeste,
empleada en el imperfecto del tema verbal simple, qal.(5)
Un problema todavía mayor tiene que ver con la pronunciación original
y el significado de la palabra, si es que lo tenía. Tal como se dice en
el glosario de la Reina-Valera 60, el consenso entre los
biblistas es que «Yahveh» («Yahvé» o «Yavé») fue, posiblemente, la
pronunciación de la palabra. Varios textos griegos provenientes del
período patrístico corroboran tal pronunciación: Iabé, como la transcribía Teodoreto de Ciro o Iaoué,
como la transcribía Clemente de Alejandría. Además, la forma «Yavé»
responde de mejor manera a las reglas gramaticales del hebreo bíblico. A
esto debe añadirse el hecho de que esa secuencia fonética aparece en un
buen número de nombres amorreos.(6)
En relación con el significado, aunque se han ensayado varias
propuestas, el texto bíblico (de manera especial Ex 3.14; véase también
Os 1.9), y los estudios filológicos en general apuntan hacia una forma
del verbo «ser» en hebreo. El verbo hebreo, a diferencia del verbo
castellano, tiene lo que en gramática se llama «temas verbales». En el
caso específico del nombre divino, Yahvé, los biblistas han señalado que
el nombre podría ser una forma del imperfecto del tema verbal simple
llamado qal o una forma del imperfecto del tema verbal causativo «hifil».
La escuela norteamericana, iniciada por William Albright, se inclina
más por el causativo y da al nombre divino el sentido de «el que causa
la existencia» o «el que crea». Aunque este sentido ha gozado de gran
aceptación, en las últimas décadas ha sido objeto de importantes
objeciones.
De acuerdo con Tryggve N. D. Mettinger,(7) «YHVH» (o «Yahvé»)
significa simplemente «Él es». Esto se deduce como consecuencia lógica
de la forma verbal en primera persona que aparece en Ex 3.14: (ehyeh)
«Yo soy». Si Dios dice de sí mismo: «Yo soy», el pueblo dice de Dios:
«Él es». Esta es la postura que actualmente goza de mayor aceptación.
Véase como ejemplo la afirmación al respecto de E. Jenni:(8)
…parece que debemos limitarnos prácticamente al modo qal «él es,
se manifiesta actuante» [...]. Esta explicación etimológica del nombre
de Yahvé, que es la más comúnmente aceptada entre los autores modernos,
se parece mucho a la presentada en Ex 3.14.
Hasta aquí podemos decir que aquellas versiones como la Nueva Biblia de Jerusalén y La Biblia *Latinoamérica
responden correctamente a las conclusiones alcanzadas por la mayoría de
los biblistas. El uso del nombre «Yahvé» o «Yavé» para referirse al
nombre especial de Dios es, en efecto, correcto. Sin embargo, todavía
falta responder la siguiente pregunta: ¿por qué la mayoría de las
versiones castellanas (o inglesas, francesas, portuguesas, alemanas) no
sigue este consenso? …si blasfemare el Nombre, que muera (Lv 24.16, RVR-60)
Existen muchos testimonios, tanto en la literatura bíblica como en la
extrabíblica, que demuestran lo sacrosanto que llegó a considerarse el
nombre «Yahvé». La cita de Levítico, así como el tercer mandamiento del
decálogo, son dos ejemplos importantes al respecto. A menudo leemos o
escuchamos del cuidado con el que los copistas judíos de la antigüedad
transmitieron con profunda reverencia los documentos que contenían el
nombre de Dios. Se cuenta de varios escribas que dejaban en blanco el
espacio donde se debía escribir el nombre de Dios, y sólo lo completaban
después de una serie de ritos especiales de purificación. En otros
casos, el nombre se sustituía por cuatro puntos o se escribía con una
grafía especial, a menudo más antigua.
Aunque no se sabe la fecha exacta en la que se abandonó el uso del
nombre en los textos bíblicos, la mayoría de los especialistas considera
que eso debió de haber sucedido en algún momento de la época
posexílica. Tanto la Septuaginta como los documentos procedentes del
judaísmo rabínico (adyacente a las sinagogas) indican que, para la
lectura pública, cada vez que se llegaba a un texto que contenía las
consonantes YHVH, sustituían estas, especialmente, por la palabra hebrea
Adonay. En la Septuaginta, la palabra griega correspondiente es Kyrios.
Varios libros bíblicos muestran que la palabra Elohim («Dios») también
sustituyó el nombre YHVH.
Además de las dos palabras ya mencionadas, se recurrió, también, a
las expresiones «el Nombre» y «el cielo». Este último ejemplo se nota
sobre todo en casos como el de Lucas 15.21 donde el «hijo perdido» le
dice a su padre que había ofendido al «cielo», sustituyendo así el uso
del nombre sacrosanto.
¿Por qué «Jehová» y no «Yahvé» en la RVR-60 y en la RVR-95?
Cuando los masoretas (grupo de eruditos judíos de la Edad Media)
decidieron agregarle al texto bíblico hebreo la puntuación vocálica, con
el fin de evitar la pérdida de la pronunciación correcta de las
Sagradas Escrituras, trataron de manera muy especial el nombre divino. A
las cuatro consonantes del nombre sagrado, YHVH, le agregaron los
signos vocálicos correspondientes a la palabra hebrea Adonay, creando así lo que los especialistas llaman el qerê perpetuum;
es decir, aunque las consonantes permanecen a la vista, la verdadera
pronunciación del nombre quedó por siempre perdida. La combinación de
las dos palabras (consonantes del nombre original y vocales del nombre
sustituto) dio como resultado el nombre híbrido Yehovah.(9)
Para la mayoría de los lectores de este texto hebreo acompañado de
signos vocálicos (que hoy conocemos como «Texto Masorético», TM) no hubo
problema alguno: cada vez que aparecía el nombre compuesto, su mirada
se centraba en las vocales, no en las consonantes. Por ello, en la
lectura pública jamás se pronunciaban las consonantes.
El problema vino cuando los lectores y traductores cristianos
empezaron a leer el nombre híbrido. Sea por ignorancia o uso consciente,
el caso es que para el año 1100 d.C. ya aparecía en las traducciones y
lecturas públicas de la iglesia el nombre «Jehová». Los biblistas de la
Ilustración y la Reforma no objetaron el uso de «Jehová». No fue sino
hasta el siglo 19 de nuestra era cuando los biblistas empezaron a poner
resistencia al uso del nombre híbrido, reconociéndolo como una
aberración gramatical.
El hecho de que tal nombre aparezca en varias versiones antiguas
conocidas, como la Reina-Valera y la King James (inglés), muestra que la
fuerza de la tradición perduró en ellas. Los traductores y revisores de
esas versiones, sobre todo en la antigüedad, lo tomaron del latín y lo
transcribieron a sus respectivas versiones. Muchos himnos en la
tradición evangélica castellana muestran ser también herederos de esa
tradición.
¿Por qué «Señor» o «SEÑOR» en lugar de «Yahvé» o «Jehová»?
Cualquier lector de la Biblia que haya usado una buena variedad de
versiones contemporáneas tanto en castellano como en los otros idiomas
mayoritarios, descubrirá que la tendencia es evitar cualquiera forma del
nombre sacrosanto de Dios. En su lugar, siguiendo la tradición iniciada
por la Septuaginta, se usa el título «Señor» o «SEÑOR».
Así se respeta la larga tradición judía de no pronunciar el nombre
sacrosanto de Dios, y se opta por usar la traducción de una palabra cuya
pronunciación y grafía no tienen problema alguno: Adonay.
Además, desde la perspectiva teológica, no solo se resalta el hecho de
que el nombre sacrosanto guarda un misterio y encierra un secreto, sino
que también reconoce que Jesucristo, a quien el Nuevo Testamento se
refiere como «Señor», es el mismo Dios del Antiguo Testamento a quien la
tradición judía también llama «Señor».
Conclusión
Con el respeto que se merecen todos aquellos que se sienten
inclinados a usar versiones que han elegido tal o cual uso del nombre
divino, quien esto escribe ofrece su opinión respecto del tema.
La tarea de las traducciones bíblicas ha demostrado lo difícil que
resulta traducir los nombres y títulos de Dios a los diversos idiomas
que hoy existen en el mundo. Para quienes nos dedicamos a la traducción
de la Biblia a los llamados «idiomas indígenas», este es un asunto que
no se puede tomar a la ligera, porque el problema no sólo se da en el
ámbito de tradiciones y confesiones cristianas, sino sobre todo en el de
las características lingüísticas de cada idioma. En este sentido,
nuestras traducciones castellanas también tienen que tomar en cuenta a
los traductores indígenas que usan nuestras versiones como modelo de
traducción y como fuente.
Por otro lado, quienes traducen, revisan, publican y distribuyen las
Sagradas Escrituras tienen que tomar en cuenta al público que las va a
usar. La variedad de versiones, que manifiestan distintas maneras de
enfrentar la tarea de traducción, responde a necesidades diversas de la
misión de la iglesia. Por ello, es importante que todos perciban con
claridad el valor de cada versión como proyecto singular, y no caigan en
la tentación de valorarla o evaluarla a la luz de otra versión en
particular.
Hay versiones que han sido traducidas o revisadas con el fin de
servir al mundo académico y a los que necesitan, por su papel en la
misión de la iglesia, profundizar más en la exégesis y la
interpretación. Para ellos, me parece a mí, una versión que decida
transcribir el nombre de Dios como debió de ser el original, «Yahvé», es
algo excelente. Tales versiones, como es el caso de la Nueva Biblia de Jerusalén,
también prestan especial atención a la trascripción de los otros
nombres y títulos divinos, y de otros asuntos importantes para la
exégesis.
Existen, por otro lado, versiones cuyo propósito es el uso litúrgico.
Es decir, han sido preparadas para la lectura pública. En tales casos,
la Dios habla hoy sería una buena opción por el uso de «Señor». Hay que
reconocer que en el culto y en la proclamación de la Palabra no siempre
están presentes o escuchan personas de la misma tradición o confesión
cristiana. Por ello, el uso de la palabra «Señor» responde perfectamente
a la sensibilidad interconfesional.
Y esto nos hace hablar de las versiones pertenecientes a la tradición
de Reina-Valera. Aunque el nombre «Jehová» sea, como ya se ha dicho una
y otra vez, un híbrido poco feliz, quienes hemos crecido en la
tradición protestante de habla hispana veríamos como cosa extraña
recibir una Biblia que sea Reina-Valera y que no tenga «Jehová» como el
nombre de Dios. Estemos o no de acuerdo con la ortografía y uso de la
palabra, ella pertenece a Reina-Valera, y no podemos retroceder al siglo
16 para cambiarla. Mi opinión es que toda versión que surja como
producto de la revisión de Reina-Valera, debe, por respeto a la
tradición, mantener el nombre «Jehová».
Las nuevas generaciones protestantes deberán estar preparadas para el
uso de versiones que respondan mejor a los avances exegéticos y
lingüísticos, así como a la sensibilidad interconfesional que tanto
necesitamos para realizar mejor nuestra tarea misionera.
Bibliografía
Jenni, Ernest
1978 «Yhwh Yahvé», en: Diccionario teológico manual del Antiguo
Testamento, Volumen I, cols. 967-975. Madrid: Ediciones Cristiandad
Mettinger, Tryggve N.D.
1994 Buscando a Dios: significado y mensaje de los nombres divinos
en la Biblia. Córdoba: Ediciones El Almendro Rad, Gerhard Von
1972 Teología del Antiguo Testamento, Volumen I. Salamanca: Ediciones Sígueme Vaux, Roland De
1974 Historia antigua de Israel, Volumen I. Madrid: Ediciones Cristiandad
Notas:
1-La versión Reina-Valera Actualizada escribe el nombre de Dios de la
siguiente manera: «Jehovah», como intento de reproducir las cuatro
consonantes (o tetragrámaton) del nombre hebreo.
2- Lo mismo hace La Biblia de las Américas.
3- Recuérdese que el hebreo se lee de derecha a izquierda.
4- Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento I, p. 173.
5- Roland De Vaux, Historia antigua de Israel I, p. 336 y 339.
6- De Vaux, p. 332.
7- Buscando a Dios. Significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia, p. 45-51.
8- «Yhwh Yahvé», Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento I, p. 969-970.
9- Algunos se preguntarán por qué si Adonay empieza con la vocal «A»,
la palabra «Jehová» tiene como primera vocal la «e». La explicación es
esta: en el hebreo existe una semivocal llamada «shevá» que normalmente
se translitera como una «e» volada (e). El sonido de esta semivocal se
acerca más al de la «e»; sin embargo, cuando acompaña a ciertas
consonantes hebreas especiales, su sonido y grafía varían un poco. De
allí que la semivocal en la palabra se transcriba como «a» y no como
«e».
Este artículo fue publicado originalmente en la revista La Biblia en las Américas, número 262/ 2003.
Sobre el autor:
El Dr. Edesio Sánchez Cetina, mexicano, es miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana y consultor de Sociedades Bíblicas Unidas. Fue el coordinador de la traducción "Biblia en lenguaje actual". Tiene un doctorado en Antiguo Testamento del Union Theological Seminary, Richmond, Virginia, EE.UU.
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