Papiro, del siglo IV escrito en copto, el egipcio antiguo. |
¡Qué falta de
respeto decir que Jesús estuvo casado…! Esta fue la reacción de la suegra de un amigo luego de enterarse por
las noticias sobre el hallazgo de un pedazo de pergamino antiguo escrito en
copto, del siglo IV, donde se puede leer: “Jesús
y su esposa”.
La nota vuelve a encender el debate de siglos sobre el posible
estado civil de Jesús. Y no es para
menos. Una ligera búsqueda en la red y más de dieciocho millones de artículos o anuncios
relacionados, colocan el tema como noticia relevante. Esto a pesar que la investigadora Karen King
de Harvard Divinity School, anunció que el documento requiere más análisis y
otros expertos se mantienen escépticos.[1]
Jesús y su esposa no es
algo novedoso. Algunos escritores, entre ellos novelistas, han coqueteado con
la idea. Dan Brown en El Código Da Vinci,
Saramago en su libro: El Evangelio
Según Jesucristo y ya para el siglo III de nuestra era, algunos libros pseudoepígrafos
gnósticos mencionan que Jesús se casó con María Magdalena. [2]
Pero más allá de
tomar su estado civil como un ancla para un punto de debate teológico, más que hacer
apología en contra de los residuos ebionistas del
siglo IV que negaban la naturaleza divina de Jesús, o el docetismo que rechazaba
la humanidad de Cristo, me parece que existen otras causas subyacentes para
“cuidar” con vehemencia la soltería de Cristo.
Las Escrituras nos dicen que Jesús desde la ley defendió y
resaltó el valor del matrimonio (Mateo 19:5ss).
El consideró este vínculo como algo bueno y acorde con el propósito de
Dios. Por tanto, no podemos afirmar que
si Jesús hubiera optado por casarse, hubiese incurrido en algo malo,
desagradable o que esto fuera un inconveniente para cumplir su misión en la
tierra.
Si Jesús estuvo casado, ¿dónde estaría el pecado? ¿Por qué nos cuesta
imaginar a Cristo en pleno ejercicio de sus facultades físicas y biológicas, y
a la vez relacionarlo como una persona santa y devota?
Las ideas griegas y platónicas aún continúan presentes en
nuestra Iglesia hoy en día, así como en el pasado. Prueba de ello es que
continuamos divorciando lo espiritual de lo material, asumiendo con total
desprecio el cuerpo como algo malo y sucio. Argumentos que se posesionaron en la
Iglesia por influencia de Agustín, quien consideró que el cuerpo era la
cárcel del alma.
Sin duda las
dificultades de comprender a Jesús en su corporalidad, proviene de nuestra
propia limitación de entender la naturaleza de Cristo como ser humano. Esta es una de las razones por la que nos
costaría pensar en Jesús como una persona casada, porque en cierto modo sería
como rebajarlo y convertirlo en un pecador. ¡Una total blasfemia! (al menos esta era la
observación implícita que hacía la suegra de mi amigo al decirse que Jesús tuvo
esposa).
De presunciones
como estas se ha asumido que castidad es sinónimo de santidad y nos sentiríamos más cómodos manejando el concepto
de Jesús asexuado, con tal de no
restarle autoridad moral y espiritual a su vida.
Me inclino a
pensar que la defensa de la soltería de Cristo, más que una preocupación
doctrinal de su naturaleza, refleja un enorme vacío conceptual sobre el orden y
la importancia de la vida corpórea en armonía con la vida espiritual.
Por último, pese a que en las Escrituras no hay referencias
que aseguran que Cristo se casó, la opinión de la Iglesia de que se mantuvo
célibe tiene más peso. Solamente que su
soltería fue intencional y en función del desarrollo de su corto ministerio, y
no porque considerara el matrimonio como algo intrínsecamente sucio en sí
mismo.
Las
declaraciones de la suegra de mi amigo, la resistencia comunitaria de las
iglesias para guardar silencio ante el tema sexual, son más que evidencias para
afirmar que tenemos un gran reto por deconstruir nuestra percepción en cuanto a
la formación y la educación sexual, y así dar el paso para salir del
oscurantismo en que hemos permanecido por siglos.
[1] Tomado el 23 de septiembre 2012: http://www.larepublica.pe/18-09-2012/papiro-del-siglo-iv-afirma-que-jesus-tuvo-una-esposa
[2] El Evangelio
de Felipe y el Evangelio de María Magdalena, ambos descartados por la Iglesia
por confirmarse que los autores
utilizaron los nombres de Felipe y María Magdalena, para tratar de lograr la aprobación.
Sobre el autor:
Alexander Cabezas es un teólogo y educador costaricense. Profesor del Seminario ESEPA, Coordinador de Relaciones Eclesiásticas de Viva y miembro del equipo coordinador del núcleo de la FTL en Costa Rica.
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