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La lectura atenta de este salmo me ha llevado a descubrir que sus temas centrales giran en torno a una serie de estructuras tripartitas. El número tres es clave en este salmo:
1. tres son las partes que componen el bosquejo del salmo:
1.1 El lamento propiamente hablando (vv. 1-2).
1.2 La petición y el motivo (vv. 3-4).
1.3 La confesión de confianza y el voto de alabanza (vv. 5-6).
2. La primera parte (vv. 1-2) está formada por una serie de preguntas retóricas que describen la triple situación de desorientación que vive el suplicante. Los primeros dos ¿hasta cuando? (v. 1) se centran en Dios, a quien el salmista tiene por interlocutor; es decir, un «TÚ». El siguiente ¿hasta cuando? (v. 2a) apela al «YO» del salmista y refleja el profundo estado de depresión del suplicante. El último ¿hasta cuando? (v. 2b) se refiere a un «ÉL», el enemigo que humilla al suplicante. Así, en una serie de tres se abarcan todos los círculos de experiencia existencial del ser humano: lo religioso o espiritual, lo psicológico y lo social.
3. En la segunda parte (vv. 3-4) aparecen dos series de tres. La primera, marca la petición y está formada por tres imperativos: mira, respóndeme y alumbra. Todos estos imperativos están dirigidos a Dios, mostrándose así que el salmista está plenamente consciente de que SOLO el Señor puede resolver su situación de abandono, angustia y humillación.
La segunda serie de tres, de esta segunda parte, la forman tres motivaciones dirigidas a Dios: ¿Por qué Dios tiene que socorrer al suplicante: La ¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte! ¡Que no diga mi enemigo: «Lo he vencido»! ¡Que no se alegre si yo fracaso!
4. La tercera parte (vv. 5-6) está formada por dos series de tres que afirman la confianza del salmista y su anhelo de alabar al Señor. Hay tres referencias de Dios y sus acciones: El amor o la solidaridad divina, la salvación divina, y el nombre de Dios, Yavé. Hay tres anuncios de parte del salmista: Yo confío en tu amor, me alegro por tu salvación, cantaré a Yavé por el bien que me ha hecho.
Así que, la estructura de tres marca el movimiento del salmo y nos lleva de manera ascendente del lamento a la confianza a la adoración. En su totalidad, el salmo declara que aquel que eleva su lamento a Dios no permanece sumido para siempre en él, pues a pesar de sufrir el dolor, afirma su confianza en Dios y termina elevando voces de alegre alabanza.
Es importante señalar aquí la importancia de tener a Yavé como el interlocutor del lamento. El simple hecho de dirigir el lamento al Señor hace que la situación del sufriente cambie, pues el lamento no se desvanece en el infinito, sino que halla en Dios un oído atento.
El tema del «olvido de Dios» es muy común en los textos de lamento: 1 Samuel 1.11; Salmos 10.11-12; 42.9; 44.24; 74.19, 23; 77.9; Isaías 49.14; Lamentaciones 5.20 (cf. Sal 9.12; Is 49.15). El olvido, la lejanía divina y la expresión «para siempre» marcan no solo la profundidad del dolor humano, sino también la impaciencia y cansancio del salmista por su situación. Lo que más abate al salmista es la experiencia de abandono divino (Sal 22.1).
De acuerdo a este salmo, los lamentos no presentan situaciones concretas o específicas; marcan, más bien, el contexto total de la existencia humana. De esta manera, todo individuo que sufre, sea cual fuere su situación, encuentra en este salmo el eco de su pesar y puede apropiarse de él como su oración de súplica y confianza a Dios.
Sobre el autor:
El Dr. Edesio Sánchez Cetina, mexicano, es miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana y consultor de Sociedades Bíblicas Unidas. Fue el coordinador de la traducción "Biblia en lenguaje actual". Tiene un doctorado en Antiguo Testamento del Union Theological Seminary, Richmond, Virginia, EE.UU.
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