La crearon conforme a su imagen,
machos y hembras crearon los dioses.
- Génesis 1:27
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La palabra utilizada por el hebreo y que es traducida por “hombre” es אָדָם֙ (adam) que literalmente significa humanidad. Adam no es un nombre propio, no es una persona específica en este relato. Adam es la humanidad entera. La palabra “adam” está estrechamente ligada a “adamá”(3:23), que debe traducirse por “tierra”. No es un ser primitivo andrógino, es la humanidad con todo su brillo y sexualidad. Solo luego de dejar muy en claro que “los dioses” crearon a la humanidad toda con el mismo aliento y palabra, al mismo tiempo, entonces el texto cambia las palabras colectivas “adam” por las concreatas זָכָר (zacar) “macho” y נְקֵבָ֖ה (neqebah) “hembra”. Notemos que tampoco ahora el macho y la hembra tienen un nombre propio. El texto no está interesado en definir. No define qué y cómo es el “adam” macho y la “adam” hembra. Ni siquiera refiere a conceptos de masculinidad ni feminidad. El texto no es reduccionista, ni tiene la intención de explicarlo todo. No se encuentra en este versículo la respuesta a las complejas cuestiones de género y sexualidad de la humanidad creada. El texto no pondera, solo afirma que ahora hay humanidad macho y humanidad hembra. Procurar responder a las preguntas por el género y la sexualidad a partir de este versículo es aventurarse y forzarlo más allá de sus posibilidades literarias y semánticas.
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Seguidamente el texto habla de la primera orden que recibe la humanidad. Primero reciben una bendición y luego la orden de multiplicarse (1:28). Los instruye en su oficio de “cuidadores” de la creación. Pero aquí faltaba un elemento sin el cual la humanidad no podría cumplir ninguna de las solicitudes divinas. Faltaba su capacidad de reproducción, la fertilidad. No es sino hasta después de mucho texto y muchos acontecimientos, que la humanidad descubre, por fin, el don de la multiplicación, el milagro de la fertilidad otorgado a esa humanidad considerada por Dios mismo como algo “bueno en gran manera”.
Por eso debemos poner mucha atención al texto de Génesis 3:20, que es cuando se menciona por primera vez (notémoslo con detenimiento) la palabra que es traducida por “eva”. No se menciona antes, ni como parte de la creación de la humanidad, ni como persona específica. Desde la creación de la humanidad (adam), a una parte del ser humano se le llama de muchas maneras, excepto “eva”. Primero es llamada genéricamente נְקֵבָ֖ה (neqebah) “hembra” sin una definición concreta de quién debe ser llamado así, luego es llamada poderosamente עֵ֖זֶר (ezer) “salvadora” (2:18) y no ayudante, como erróneamente se ha traducido. También se introduce el término אִשָּׁ֑ה (ishah) “mujer” que es impuesto por la humanidad y no por Dios (esto es de suma importancia 2:23, Dios no aparece como el que hace esa designación) y que se utiliza muy extensamente (2:23,24,25;3:1,2,4,8,12,13,16,17,20) En algunos de los casos traducida por “esposa”, sin embargo la idea no existía entonces y la palabra continúa siendo simplemente “mujer” (recordemos que es la humanidad “adam” quien asigna este nombre y este rol a su contraparte).
Primero fue creada la humanidad (adam), luego se comenzaron a establecer diferencias sexuales en medio de esa gran humanidad tales como (zacar) “macho” y (neqebah) “hembra”, posteriormente se concretan algunas nociones más específicas sobre algunos de los razgos de género de esa humanidad como la masculinidad (ish) y la feminidad (ishah), pero estos ya eran apelativos impuestos por la humanidad y no por Dios, como hemos demostrado. Finalmente aparece el don de la fertilidad o de la “dación de vida” (eva) y la humanidad estaba preparada para responder a su Creador.
Sobre el autor:
José Chacón es de Costa Rica, ha realizado estudios de Periodismo, Biblia y Teología. Es autor de los libros "El Decálogo, un canto de adoración" y "Spiro". Fundador de la Comunidad Interludio.
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