“Un hombre llamado Simón, que pasaba por allí pero era de Cirene, venía del campo justo en ese momento, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús” (Marc. 15:21).
A veces se confabulan los recursos, el tiempo y el lugar, pero no siempre las voluntades. La palabra “coincidencia” tiene muchas acepciones y usos: afinidad de ideas, concurrencia de personas y momentos, combinación de factores o condiciones… En el entendido de que no hay nada que escape al conocimiento y propósitos divinos, estrictamente hablando, ¿existirán las coincidencias o las casualidades?
No tiene sentido procurar “reconciliar” la soberanía de Dios y la libertad humana, como si se excluyeran mutuamente. Es una pretensión atractiva para las abstracciones teológicas, pero muchas veces infructuosa para la vida cristiana. Lo primero no aniquila a lo segundo, ni lo segundo escapa a lo primero. El Dios soberano creó a seres libres para decidir: ni su soberanía atenta contra esta libertad que él mismo acuñó en los humanos, ni la libertad de éstos supera la soberanía divina. Pero pasemos a algo más concreto y ordinario.
Pensando en el servicio cristiano, vinieron a mi mente algunas ideas que comparto. Simón de Cirene no tenía en sus planes cargar una cruz ese día. Venía del campo y se dirigía quién sabe a dónde. ¡Nadie se ofrecería de voluntario para ello! Pero era una obligación, si lo pedía un oficial romano. No podía negarse. Iba pasando por ahí, se dio el momento, se presentó una necesidad, surgió así una oportunidad.
Muchos no imaginamos estar donde estamos y haciendo lo que hoy hacemos en la obra del Señor. Otros puede que sí, de algún modo, lo anhelaron o procuraron. Simón de Cirene no tenía la mínima idea de la persona a la que asistiría y la cruz que se disponía a cargar. Pasa también hoy con mucho de lo que hacemos, de momento, no alcanzamos a dimensionar aquello de lo que estamos participamos o en lo que estamos involucrados.
¿Hizo, finalmente, Simón de Cirene lo que se le pidió por obligación o voluntariamente? No tenemos manera de saberlo. Pero reitero lo que dije al comienzo: A veces se confabulan los recursos, el tiempo y el lugar, pero no siempre las voluntades. Pienso que ahí está lo neurálgico del servicio cristiano, un corazón dispuesto a hacer lo que mejor que se puede con lo que se tiene, en el entendido no solo de que el momento lo requiere, sino que lo hacemos, en primera instancia, para el Señor. Si al que le tocaba no se apareció, no pudo o no quiso, ¿estaremos nosotros dispuestos a hacer lo mejor? Dios quiera que sí, no por obligación ni por casualidad.
Sobre el autor:
Richard Serrano es pastor, teólogo y músico venezolano. Fue rector del Seminario Teológico Bautista de Venezuela. Actualmente, es pastor de la Primera Iglesia Bautista de San Antonio de Los Altos. Es director de educación teológica de la Unión Bautista Latinoamericana (UBLA). Realiza estudios doctorales en SETECA. Con su familia, vive en San Antonio de Los Altos, cerca de Caracas, Venezuela.
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