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Imagen: Pixabay |
Si buscamos una definición del término discutir nos encontramos que la primera
entrada que nos arroja el diccionario es el ejercicio de examinar y tratar
entre varias personas un asunto o un tema proponiendo argumentos o
razonamientos para explicarlo, solucionarlo o llegar a un acuerdo acerca de él.
Consideremos también que la lectura de la Palabra no es solo un hecho
individual, sino que colectivo; y que por tanto implica comunitariamente introducirnos
a examinar y tratar todo aquello que nos propone. ¿Cómo arribaríamos a una
correcta interpretación de la Palabra si primero no la discutimos todos juntos? Son los argumentos que quedan de
manifiesto en esa discusión aquellos que nos van a aproximar a la Palabra de
Dios para poder explicarla, para llegar a un acuerdo acerca de la voluntad del
Padre.
Por otro lado, el diccionario también nos
ofrece como definición “defender, dos o más personas, opiniones o intereses
opuestos en una conversación o un diálogo”. Hay, además, una cantidad de
esquemas ideológicos que se ponen en juego al momento de leer la Palabra, que
son parte de nuestras subjetividades. Llegamos al evangelio de diferentes
maneras, nos congregamos bajo un sinfín de diversas denominaciones, nuestras
espiritualidades están teñidas de las más variadas formas de manifestarse,
entendemos con conceptos distintos el mundo congregacional y también el
secular. Por tanto hay opiniones e intereses opuestos en la lectura de la Palabra.
No deberíamos, incluso, tenerle miedo a las conversaciones acaloradas mientras
que ellas no produzcan el quiebre del diálogo.
Y aquí aparece un anclaje importante para entonces si discutir la Palabra, ya que el aprendizaje dialógico es aquel
que se da a partir de un diálogo entre diferentes posturas y argumentos de
pretendida validez, pero nunca de poder de uno sobre otro. Porque en todo caso
la lectura de la Palabra requiere de la interpretación, y cuantos más elementos
se pongan en juego al momento de su lectura, mucho más rica será esta
interpretación. Estamos hablando de hermenéutica, no solo como disciplina, sino
que como una práctica que debería alimentar diariamente nuestra experiencia
comunitaria.
En los reformadores radicales del s.XVI encontramos
principios hermenéuticos que no hubieran podido coexistir si la propuesta del
“no diálogo” fuera correcta. En el artículo Comunidad
como conversación: un nuevo modelo de hermenéutica anabaptista(1), John D.
Roth sostiene que una de las claves se encuentra en que “la mejor manera de
interpretar la Escritura es en un proceso comunitario, en el contexto de un
cuerpo de creyentes que, con la ayuda del Espíritu Santo, se reúnen para
estudiar la Palabra de Dios y discernir la voluntad de Dios.”. Ampliando, este
sentido, John H. Yoder en Hermeneutics(1)
afirma que “es una novedad fundamental en el debate de la hermenéutica, decir
que donde mejor se entiende un texto es en la congregación”. Entonces,
partiendo de estos principios, ¿de qué manera la Palabra no debería discutirse
– debatirse – dialogarse?
Dialogar implica asumir la condición
individual, ponerla en juego dentro de lo colectivo, argumentar con validez y
no con poder o fuerza de choque, para arribar a un acuerdo. Este acuerdo es “lo
que Dios nos habla”. Etimológicamente diálogo
proviene del latín dialogus y este
del griego diálogos (conversación de
dos o de varios), derivado de dialégesphai
(discutir, conversar). Entonces la
Palabra debe -casi imperativamente- discutirse,
porque en este ejercicio radica la práctica de la humildad que nos aventura a
la conversación con otros, lo que nos permite acercarnos comunitariamente a la
Palabra de Dios para su pueblo, donde hay verdad.
Mientras tanto, si sabemos abrir el juego,
el diálogo, la discusión. Si ponemos por delante la buena disposición, si
corremos a un lado nuestras fobias, o lo irritables que podamos ser, hallaremos
junto a otros “verdad en la Palabra de Dios”, la que será por fin
“indiscutible” como la voluntad del Padre para su pueblo.
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(1) Roth, J. D. [Traducción: Byler, D.] (2008).
Comunidad como conversación: Un nuevo
modelo de hermenéutica anabaptista en Conversación III - La interpretación
de la Biblia. Consultado el 12/10/2017 en www.menonitas.org

Sobre el autor:
Hernán Dalbes es argentino. Educador Popular. Profesor de nivel secundario y terciario. Estudiante de la Licenciatura en Educación (UNGS). Coordinador Académico del Instituto de Formación Bíblico Teológico (www.ifbt-lat.org).
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