Una meta para el 2018: Estudiar la Palabra con mayor profundidad

Por Juan Stam, Costa Rica

¡Qué bueno sería que este año fuera tu inicio en el estudio de la Palabra de Dios más a fondo!

Imagen: Pixabay -  CC0 Public Domain
Es importante darnos cuenta de que hay diferentes tipos de "lectura" de cualquier libro. Leo una novela o un libro de poesía, por ejemplo, por el simple placer de su lectura. De muy otra manera leo un texto de química o de teología, y de una manera parecida, pero con importantes diferencias, un libro de historia. Esos tipos de lectura requieren más cuidado, más atención y más análisis.

Hay también diferentes niveles de lectura de la Biblia. Sin duda, el nivel más común, y con el que todo cristiano comienza su experiencia bíblica, es la lectura devocional o inspiracional. En este nivel, leemos la Biblia en busca de alimento espiritual personal, de frases y promesas que nos animan y textos que nos fortalecen. Un segundo nivel, en que queremos entender mejor nuestra fe, es el de la lectura doctrinal de la Biblia. Aquí buscamos versículos, o mucho mejor, pasajes, que aclaran las verdades de nuestra fe. Otra lectura, poco atendida pero de hecho muy importante, es la lectura histórica, que descubre a través de toda la Bibla la larga historia de la acción de Dios para nuestra salvación. Idealmente, todas estos niveles de lectura deben regirse por el enfoque exegético, que busca en todo momento, hasta dónde sea posible, descubrir el mensaje original que el autor inspirado comunicaba a los receptores de la Palabra.

En esto, el ejemplo de los Bereanos debe inspirarnos: "Éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hch 17:11). "Escudriñar", por supuesto, significa "estudiar cuidadosamente", analizar, quemarse las pestañas. Iban más allá de una lectura devocional de la Bibla a una interpretación doctrinal, histórico-salvífica (eso es lo que fue el mensaje de Pablo. Hch 17:3) y exegética. A diferencia de los líderes de la sinagoga en Tesalónica (17:1-9), los bereanos escuchaban con una hermosa mezcla de apertura, sin rechazar el mensaje antes de escuchar, y espíritu crítico (ante la enseñanza de Pablo, nada menos, "¡a ver si es así o no!"

Aquí viene al caso también la exhortación del mismo Pablo: "sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno" (1 Tes 5:21 NVI). En el contexto Pablo está hablando del don de la profecía. Los creyentes tesalonicenses no debían apagar el Espíritu ni despreciar las profecías (5:19-20), pero tampoco "tragárselas" ingénuamente sólo porque pretendían ser palabra revelada. Eso se aplica también a la interpretación bíblica y a muchas otras cosas: no debemos rechazar algo sin haberlo examinado; o tener una mente cerrada desde antemano; pero tampoco debemos creer algo sin examinarlo primero, sólo porque alguien lo ha dicho (¡ni San Pablo!). Del mismo tema dice Pablo que cuando hablan los profetas en el culto, "que los demás examinen con cuidado lo dicho" (I Cor 14:29).

Si los bereanos examinaron con sumo cuidado las ensenanzas de Pablo, y él mismo exhorta a los tesalonicenses y a los corintios a hacer lo mismo con las profecías, ¡cuánto más debemos escudriñar cuidadosamente hoy cada interpretación de la Palabra de Dios que nos llega! Ningún pastor ni ningún maestro debe ofenderse sólo porque los hermanos y las hermanas cuestionan su enseñanza. Más bien, la congregación debe ser una comunidad hermenéutica donde todos aprenden a interpretar correctamente el mensaje de las escrituras y el significado de la fe.

Esto requiere un cuidado especial con algunas Biblias anotadas. Las notas al pie de la página no deben confundirse ni equipararse con el texto inspirado que va arriba. Las notas legítimas se limitan a aclarar fielmente el sentido de las palabras del texto y el mensaje original del pasaje, pero no deben imponer sobre las escrituras sistemas y esquemas que son de fabricación humana.

El resultado de esta mentalidad abierta pero sanamente crítica es algo hermoso: ¡la nobleza! (Hch 17:11). Los tesalonicenses se cerraron a la verdad y se enojaron, o sea, no fueron nada nobles. Los bereanos escucharon con respeto y atención, compararon todas las enseñanzas bíblicas, y estaban dispuestos a aceptar la verdad.  ¡La Palabra de Dios los hizo nobles!

Sobre el autor:
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina .  Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea.  Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.


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