Teología y Biblia: De antagonismos, disputas y oscurantismos

Por Ángel Manzo, Ecuador


Aunque es evidente que no existe tal contradicción en la relación de la Teología y la Biblia, para algunos no es así. Todavía se mira como oposición (positivo y negativo) la relación entre la disciplina teológica y la disciplina bíblica, se piensa en la teología como conceptos humanos que se distancian del mensaje divino de las Sagradas Escrituras [1]. A esto se suman los aparentes antagonismos entre teólogos vs biblistas, teólogos vs pastores; entre otras enemistades. Dichas “supuestas” contradicciones reflejan una compresión limitada, reducida y alejada de la realidad que cae en el oscurantismo medieval.

Se necesita recuperar y ampliar comprensiones, prácticas, conceptos y perspectivas históricas de esta relación. En honor a la verdad, debemos indicar que la Biblia no empezó como Biblia. La Biblia surgió con Dios y su deseo de manifestarse a la humanidad y así plasmar esa experiencia de lo humano y lo divino en la historia, es decir, con la teología. Aquí no se debe entender la teología como el discurso filosófico de la trascendencia divina que primó en la Patrística y Edad Media, sino en su sentido sapiencial, espiritual y vivencial de encuentro con la divinidad. Solo cuando Dios (theos) se encuentra con el ser humano, es posible balbucear y producir el logo de theos (theo-logia).

La experiencia con Dios (teología) antes que se formara la Biblia fue una vivencia de las primeras comunidades, del pueblo con Dios. Esas relaciones de la experiencia con la divinidad que entró en la historia del pueblo de Israel, se saboreó por tiempos antes de convertirse en texto (registro escrito) (Gn.1,1-31; Jn.1,14, Lc.1,1-4).

Teología fue el acontecimiento (encuentro) de Dios y con Dios en las travesías e incertidumbres humanas, en las guerras, exilios, muertes, catástrofes, tragedias y alegrías del pueblo. Esta teología no se puede examinar como doctrina u ortodoxia; sino como experiencia diversa y vital de la irrupción de Dios en la realidad humana (revelación). Es teología que se conjuga y apasiona por la vida que Dios ama, su discurso se hace y trascribe en el corazón y la memoria de quienes saborean el encuentro con ese Dios que reorienta su existencia vital a partir de su propio contexto.

Con el pasar del tiempo esa experiencia y vivencia con Dios, asistida de la memoria, la guía del Espíritu y la reflexión desde la fe, se pone por escrito como testimonio (2Pd. 1,20). Las memorias, historias, dichos y relatos que serán la base de lo que llamaremos Escritos hebreos y luego con los documentos de las primeras comunidades cristianas que conformaran los Escritos cristianos, surgirá así la Biblia (biblos), libros. La Biblia por lo tanto es Palabra de Dios, irrupción de lo divino en la historia humana, en tanto y cuanto se le reconozca como testimonio de la experiencia de Dios en la vida del pueblo hebreo y las comunidades cristianas judeo-paganas. En este sentido, toda la Escritura es inspirada y testimonio de Dios útil para el peregrinar del pueblo de Dios (2Tm.3,16-17).

Desde luego; visto así el asunto, la Biblia es el testimonio teológico por excelencia que se constituye en nuestro punto de partida y referencia del quehacer teológico para nuestros días (teología bíblica[2]). Ante lo cual se supera toda disputa y oscurantismos que desde el medievo y la modernidad marcaron cierta concepción de estos dos términos[3].

La teología entendida como fruto de una formación académica ligada a un conocimiento teórico estéril es una visión limitada de la modernidad.  Así no nació la teología, ella fue y siempre será encuentro de apertura con Dios y vivencia que nos atraviesa y reorienta la vida, es “fe que intenta comprender”. La Biblia comprendida como inerrante y dogma de las disputas entre liberales y fundamentalista[4], tampoco hace justicia a su historia, formación y transmisión.

Recuperar perspectivas más originarias de la Teología y la Biblia se constituye en tarea educativa urgente para disfrutar de la riqueza que se encuentra en esta relación cuando se conjuga con las vivencias cotidianas que intentan dar razón de nuestra esperanza (1Pd. 3,15).

Insisto, antes de ser educación teológica la Teología fue vivencia de Dios, y la Biblia antes de ser libro escrito, fue depósito de la memoria con Dios que se anidó en las sensibilidades del alma y entrañas de las comunidades. La inspiración divina debe saborearse en esta interrelación dinámica del acontecer divino en la historia humana, como de su proceso histórico y comunicacional; ya que como indica Rafael Aguirre: “El que un texto sea canónico y que se le considere inspirado no elimina el que sea un producto humano y como tal condicionado histórica y culturalmente” [5]

Valdría indicar, que esto no fue ni debe ser una experiencia restringida para los sabios, académicos, pastores y líderes religiosos del pueblo, sino una vivencia libre y accesible a todo el pueblo de Dios, por lo tanto la Teología y la Biblia le pertenecen al pueblo. Quienes nos dedicamos a la loable tarea teológica, bíblica, educativa y pastoral, nos vemos llamados a poner al servicio del pueblo, y recuperar esta gracia para toda la iglesia y el mundo, a fin de que cada creyente disfrute del saber teológico vivencial y haga de la Biblia un encuentro fascinante de sus mundos, para ser inspirado y transformado en la plenitud de la vida que nos ofrece Jesucristo (Jn.5,39-40).

Notas:

[1] Se trata de conceptos que responden a tradiciones y maneras de ver esta relación como oposiciones (Biblia contra Teología), pero que carece de un análisis histórico hermenéutico y consideraciones más rigurosas de aproximación desde la naturaleza de los términos.
[2] Se debe hacer un contraste entre la teología sistemática y la teología bíblica, contraste que parte de sus métodos y aproximaciones. La teología bíblica se desarrolla desde el abordaje exegético y hermenéutico del estudio de libros bíblicos; busca el mensaje teológico que se desprende de la comprensión del libro. Mientras que la sistemática sintetiza la enseñanza dentro de un sistema doctrinario.
[3] La Edad Media y Moderna marcaron un giro notorio en el avance de los conocimientos y comprensiones de los saberes, en las definiciones que se dieron se resaltan la idea del “oscurantismo medieval” y el de la “luces de la modernidad”; entre otros.
[4] La disputa entre grupos fundamentalistas y liberales surgió en el siglo XIX en Norteamérica, estuvo marcada por los nuevos descubrimientos que los saberes que se aplicaban a los métodos de estudios de bíblicos; para algunos esto representó un peligro y amenaza, y para otros una oportunidad para dialogar con el mundo moderno.
[5] Curso de posgrado en Orígenes del cristianismo primitivo, clases con Rafael Aguirre, 4-8 de julio 2017, Valladolid, España.

Sobre el autor:
Ángel Manzo Montesdeoca. Máster en Estudios Teológicos por la Universidad Nacional Costa Rica, es ecuatoriano. Cuenta con estudios de posgrados en Biblia, Teología, Género y Masculinidades. Fue Rector del Seminario Bíblico Alianza del Ecuador, y pastor ordenado de la Alianza Cristiana y Misionera, profesor de Biblia y Teología. Tiene diversos libros y artículos publicados.

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