Intro
Mi cuna cristiana bien podría identificarse como pentecostal. Mi abuelo fue pastor en Asambleas De Dios y crecí en esa congregación. Aprendí muchísimo en ese contexto. La diligencia de una escuela dominical bien organizada nos mantenía a varios siempre a la expectativa de nuevos desafíos de conocimiento. El compromiso de cumplir con las metas que la iglesia proponía era un cuestión que se asimilaba desde temprano en la fe. Para mí fueron buenos tiempos, sin embargo, las cosas buenas no me nublan de lo negativo: eventuales excesos en la manifestación carismática, ciertas excentricidades en la interpretación bíblica, etc. no obstante, ¿qué denominación cristiana está libre de este tipo de fallos?
¿Sorpresa?
Quienes me conocen y saben mis actuales convicciones teológicas tal vez se pueden ver sorprendidos con el título del presente escrito, por otra parte mis amigos pentecostales pudieran sentirse desconcertados pero es posible que hasta hayan soltado un “amén” al leer el enunciado. Si bien tengo serias reservas sobre las corrientes neo-pentecostales, no pienso lo mismo del pentecostalismo clásico. Si bien difiero del pentecostalismo en varias de sus posturas teológicas, no le considero nocivo, especialmente considerando que la tendencia a sido a mesurarse en ciertas áreas, repensarlas y darles un sentido más plausible en el pensamiento teológico contemporáneo.
Otro punto de vista
Si bien no soy practicante de hablar en lenguas a la usanza pentecostal, tampoco me declaro sesacionista, cuestión que incomoda a más de un amigo reformado y otros de corrientes más progresistas. Pese a esta “aparente” contradicción ambulante en la que me convierto de tanto en tanto, creo que “hablar en lenguas” es la clave para la supervivencia de la iglesia hoy.
«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?» Hechos 2:1-12Hay algunos puntos interesantes en el relato que quisiera apuntar:
1.- Todos son llenos del Espíritu Santo. Los 120 en el aposento alto son llenos.
Más adelante será Pedro el que proveerá el marco referencial para entender lo que ha ocurrido; cita la profecía de Joel: “Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Cierta manifestación ha ocurrido sin discriminar “formación ministerial”, los que profetizan no son expertos en la Toráh, no son sólo los 12, ¡todos profetizan! No se ha limitado a los hombres, también las mujeres han recibido “el don”. El sentido del texto va más allá de los límites religiosos que nosotros le hemos puesto, esta manifestación comunitaria tiene trascendencias sociales. Es la inauguración del fin de la religión mediada por los “administradores profesionales de los misterios”, es la germinación del sacerdocio universal, el fin de la segregación por jerarquía.
2.- Este “hablar en lenguas” tiene un propósito específico. No se trata de alardear por “el don” recibido, se trata de una capacitación especial para dar testimonio. Las arrogancias no tienen lugar en la iglesia de Cristo, estas han sido reemplazadas por el servicio, por la respuesta diligente frente a la tarea evangelizadora.
3.- En las sinagogas el “idioma oficial” para leer las Escrituras era el hebreo. El arameo era tan popular que había desplazado al hebreo en gran manera, por esa razón las sinagogas tenían personas que ayudaban con la traducción en la lectura pública. Las Escrituras se leían en hebreo, de la misma manera, las tefilah, oraciones rituales, también se hacían en hebreo. Jesús ya había enseñado a orar en arameo con su oración del “abba Padre” y en esta ocasión el Espíritu Santo lleva las cosas un poco más allá.
¿No habría sido más fácil que el mensaje se comunicara en arameo y que todos entendieran? ¿no habría sido mejor que en vez de hablar muchos idiomas simplemente Dios hubiera dotado a los oyentes con la capacidad de entender el mensaje proclamado? Tal vez, pero no ocurre. Dios ha decidido que cada cuál oiga el mensaje en su idioma materno. La importancia de esto es inconmensurable: Este mensaje, el evangelio, no está atado a la cultura de los discípulos ¡¡ni a ninguna otra!! El Espíritu Santo ha traducido el mensaje del evangelio a todas las culturas, de tal manera que vivir y proclamar el evangelio no resulta en tener que adoptar determinada cultura, más bien en recibir las buenas noticias en el ropaje de la propia cultura.
Reflexión
Aún muchas de las iglesias que dicen “hablar en lenguas” han dejado de hablar en las lenguas que nos describe en el libro de los Hechos. Porque el “hablar en lenguas” en el contexto de la proclamación del evangelio tiene como punto central no una manifestación extática, se trata de una identificación con la cultura, un llamado a hablarle a la gente en su propio idioma y no en el idioma indescifrable de los “redimidos”. Indescifrable no porque se hable en un idioma o dialecto extraño, ¡¡es peor aún!! hablamos en el mismo idioma de nuestros interlocutores, pero preferimos usar expresiones que sólo pueden entender los iniciados. Pretendemos que el milagro de pentecostés se revierta y sean “ellos” los que reciban la capacidad para entendernos. Siendo así, condenamos toda manifestación de la cultura, toda corriente filosófica, toda expresión del arte urbano, cualquier cosa que en apariencia se muestre como opositora al mensaje que proclamamos… ¿el evangelio? ¡no! … Cultura evangélica, lo que es drásticamente diferente.
En el siglo primero el cristianismo se abrió paso entre el judaísmo, la religión imperial, las religiones de misterio, las filosofías griegas, las corrientes gnósticas, etc. Lo hizo, se abrió paso dialogando con la cultura a veces y otras veces estableciendo las claras diferencias entre lo que confesaba y lo que la cultura dominante proponía, pero siempre lo hizo hablando en el “idioma” de la gente, basta ver el ejemplo de Pablo en Hechos 17:22-28, mide sus palabras, usa uno de los templos griegos y hasta cita a uno de sus poetas/profetas.
Necesitamos entender que en este tiempo en que el cristianismo está siendo atacado desde muchos flancos, hoy más que nunca la iglesia necesita “hablar en lenguas”, lenguas que hagan el mensaje de Cristo entendible, lenguas que comuniquen buenas noticias y no deseos de dominación.
Sobre el autor:
César Soto V. es chileno. Director del Instituto Bíblico Nueva Creación, Santillo, Coahuila, en México. Licenciado en Teología, actualmente cursa estudios de Maestría en Estudios Teológicos Latinos en la Universidad de Eastern, Philadelphia. En 2013 editó su primer libro, "Cristianismo 2.0" y en el 2017 editó "Metáforas", una relectura de las parábolas de Jesús. Se define a si mismo como: Aprendiz de esposo, aprendiz de padre, aprendiz de pastor, aprendiz de teólogo, aprendiz de la vida.
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