Es muy frecuente, por muchas razones históricas, escuchar a cristianos evangélicos proferir frases y oraciones en favor de Israel cuando éste entra en conflicto con otras naciones. El tema es complejo, sin embargo quisiera exponer dos textos que se utilizan erradamente para respaldar esta tendencia.
1. Génesis 12:3 en la que Dios afirma que bendecirá a quienes bendigan a Abraham y que maldecirá a quienes lo maldigan. Debemos entender varias cosas de este texto. Lo primero es que Abram no fué judío ni fundó Israel. Su religión provenía de Ur de los Caldeos y su fe en Dios le fue tomada por justificación. Este texto nos habla de que Dios bendecirá a quienes bendigan a la persona de Abraham, no a un país o tierra. De Abraham surgen dos naciones benditas. Tanto Ismael como Isaac reciben de Dios una promesa o un pacto diferente cada uno. Ismael la recibe primero (Gén. 17:25) y de él se dice que fundará una nación (Gén. 21:13-21). Tenemos entonces que tanto Ismael como Isaac son bendecidos y fundan una nación cada uno. Debemos decir, también, que Abraham es el padre de 3 religiones: Judaísmo, cristianismo e Islam. Estrictamente hablando el texto nos dice que será bendito quien bendiga a Abraham, el padre de last res religions monoteístas. En todo caso, si fuera una nación ¿A cuál de las dos se refiere el texto? ¿No dice que serán benditas todas las naciones por medio de Abraham? (Gén. 22:18).
2. Otro texto usado con frecuencia es el Salmo 122:6 en el que se nos solicita que roguemos por la paz de Jerusalén. Una vez más Jerusalén no es una nación, es una ciudad. Esta ciudad ha albergado siempre a personas de diferentes razas y naciones. Actualmente es la ciudad de las tres religiones monoteístas de origen abrahámico. Si oramos por Jerusalén, debemos orar por todas las personas que viven en ella, sean estas cristianas, judías o musulmanas. No debemos olvidar que hay cristianos en todos los países de mayoría musulmana. En Palestina, por ejemplo, hay una creciente población cristiana. Para que haya paz en Jerusalén, debemos orar para que exista justicia y equidad para todas las personas que habiten en ella, independientemente de su religion, familia o nación. Estrictamente hablando, el salmo no nos instruye a orar por una nación, sino por las personas que habitan en una ciudad llamada Jerusalén.
En este breve comentario no pretendo decir que Israel debe ser exterminado, tampoco quiero afirmar que no oremos por los habitantes de Israel. Lo que creo que nos enseña la Biblia es a orar por todas las naciones. En el conflicto entre Israel y Palestina, Dios quiere que oremos por ambas poblaciones. Es evidente que una sola muerte es lamentable. Una muerte de un inocente es una gran catástrofe. Y en este conflicto mueren cientos de inocentes, desde niños de meses, hasta ancianos y madres. Creo que todos podemos comprender que bajo ninguna circunstancia debe ser castigado (y menos con la muerte) una persona que no ha cometido ningún delito. No debe castigarse colectivamente el delito que, quizás, se ha cometido individualmente. Esa lógica nos llevaría a provocar el castigo colectivo a todas aquellas ciudades en las que hay narcotraficantes, aunque la gran mayoría sean personas de bien e inocentes. Una lógica imposible de sostener a la luz de ninguna legislación y, mucho menos, a la luz de la Biblia. Antes bien, hay una ordenanza bíblica hacia el pueblo de Israel en la que se lo impulse a tratar a los extranjeros como ciudadanos. Se encuentra en Levítico 19:33-34
“Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel”.
Amós 9:7:
Hijos de Israel, ¿no me sois vosotros como hijos de etíopes, dice Yahvé? ¿No hice yo salirr a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y de Kir a los arameos?
El texto equipara la liberación de los hebreos con la liberación de los Palestinos (philistim) y de otros pueblos. Dios hizo lo mismo con esas naciones y su trato con ellos fue igual. El corazón de Dios es dar libertad tanto a Palestina como a Israel. Dios quiere que tengamos compasión por la humanidad. En el conflicto entre Israel y Palestina, Dios nos muestra su corazón de amor por ambos pueblos. Nuestra lucha es por la justicia de las personas, nuestra oración debe ser por la paz para las personas, nuestro anhelo debe ser el anhelo de Dios: paz, justicia y dignidad para todas las personas.
Sobre el autor:
José Chacón es de Costa Rica, ha realizado estudios de Periodismo, Biblia y Teología. Es autor de los libros "El Decálogo, un canto de adoración" y "Spiro". Fundador de la Comunidad Interludio.
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