El Éxodo del Pueblo Oriental, Óleo del Pintor uruguayo Guillermo C. Rodriguez |
“E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur…” (Ex. 15:22)
“Y oí otra voz del cielo, que decía: «¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados…” (Apo. 18:4)
Antes de que nuestros pies pisen la tierra prometida, lejos de los poderes del Imperio, debemos atravesar el desierto. El aliento que nos capacita para perseverar en tan dura travesia surge de la esperanza en un posible mundo mejor.
Durante la travesía del desierto, el ayuno y la abstinencia de lo que el Imperio nos ofrecía -no sin pagar el precio de la perdida de nuestra dignidad- son un hecho: en el desierto no hay pescado, ni puerros, ni cebollas (Nm. 11:5); pero sí existe la cooperación mutua y la realización de la fraternidad humana en medio de la escasez compartida. Ello hace más llevadero el camino que nos conduce a ese mundo posible que añoramos.
Mientras caminamos creamos una realidad alternativa al Imperio; mientras caminamos confesamos que otro mundo es posible aquí y ahora. Mientras caminamos gritamos ¡no! a los horrores del Imperio (Holloway: 17).
Como cristianos y cristianas iniciamos, a través del pórtico del miércoles de ceniza, el tiempo de Cuaresma. Recordamos que un día volveremos al polvo (Gén. 3:19), que accederemos al polvo tan desnudos como el día en el que nuestra madre nos alumbró (1 Tim. 6:7) y que debemos creer y hacer la buena noticia que anunció Jesús de Nazaret (Mc. 1:15): un nuevo modelo de sociedad que él denominaba “reino de Dios”.
Somos multitud de nómadas, sin apego al Imperio y sin oro ni plata (Hch. 3:6), pero con la fuerza que nos da el sabernos coherentes con la esperanza en el reino de Dios. No tememos a los que nos amenazan con eliminarnos bien mediante la crucifixión de nuestros cuerpos (Mat. 10:28), de nuestras ideas o bien mediante la saciedad (Brueggemann: 49) de nuestro egoísmo. Tal vez caeremos en la travesía, no veremos nuestro sueño hecho realidad, pero tenemos la certeza de que un día una nueva generación de hombres y mujeres entrarán en la tierra prometida, y éstos recordarán que la nueva tierra que pisan es el resultado de una serie de eslavones que vienen de lejos, y que uno de esos eslavones fuimos nosotros. No nos importa tanto llegar nosotros, como que lleguen las generaciones que nos siguen.
Cuaresma es la revindicación del sobrio nomadismo que surge del éxodo del Imperio. Cuaresma nos prepara para la Pascua. Embadurnemos, pues, nuestras frentes con ceniza recordando que nuestra estancia en este mundo es temporal y que la vida sólo tiene sentido creando oasis sociales en medio del desierto hasta ese día en que la Pascua sea una realidad palpable en la historia de los seres humanos.
13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza
Notas:
Brueggemann, W. La Imaginación profética. Sal Terrae, 1986
Holloway, J. Cambiar el mundo sin tomar el poder. Lom Ediciones, 2011 (1ªEd. 2002, Ediciones Herramienta)
Publicado originalmente en Lupa Protestante
Sobre el autor:
Ignacio Simal es español y pastor de la Iglesia Evangélica Española en Catalunya. Estudió teología y Biblia en Barcelona, Guatemala y Bilbao. Presidente de la Asociación Ateneo Teológico y fundador en el 2005 de la revista digital Lupa Protestante; dirige el Departamento de Comunicación de la IEE. Por 25 años fue profesor de Teología y Biblia en Catalunya.
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Sitio Web de Ignacio: Blog del Pastor Dadaísta
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