Jerusalén (Imagen: Pixabay) |
En
este ejercicio demostrativo no intentaremos una exégesis completa de los dos
capítulos. Nos concentraremos en los
pasajes que tienen aspecto predictivo, especialmente 31.15-17 y 31.31-40. Seguiremos básicamente las pautas señaladas
en la conferencia misma, según se aplican a este pasaje.
1. Contexto y propósito del
pasaje:
Los
diferentes oráculos (o mini-oráculos) que componen estos capítulos son de
origen diverso. Algunos son de
principios del ministerio de Jeremías (628-586 aC) y se refieren
específicamente al retorno de los exiliados del reino del norte (Israel) que
cayó ante Asiria en 722 aC. Este parece
ser el caso en los oráculos que se refieren a "Efraín" (apodo para
Israel) o que mencionan a Samaria. Otros
parecen haber sido escritos en vísperas de la caída de Jerusalén en 587 aC y
tienen que ver con los exiliados de Judá.
Si
algunos pasajes claves fueron escritos bajo Sedequías en 587 aC, o la
compilación principal se hizo en ese momento histórico, una situación sumamente
dramática iluminaría estos capítulos.[1]
El profeta mismo estaba en la cárcel, los babilonios rodeaban a
Jerusalén, hambre y pestilencia azotaban a la ciudad. Aun peor, Jeremías reconocía que la crisis de
su pueblo infiel era el justo castigo de Dios sobre ellos. Sim embargo, más allá de la ruina total pudo
ver una reconstrucción gloriosa bajo el poder de Aquel que hace nuevas todas
las cosas.
PUEDE SER DE TU INTERÉS: ¿Tiene Israel un derecho divino sobre el territorio que ocupa? | Por Juan Stam
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Llama
la atención que junto con los pasajes de esperanza van alternando, a veces
abruptamente, otros que vuelven a insistir en el juicio de Dios sobre su pueblo
(30.5-7; 12-15; 31.10b,15,18s,22a,28a; juicio sobre naciones enemigas
30.11,16,23s). El pasaje se estructura
sobre la dialéctica de juicio y misercordia, castigo y restauración. Aun cuando el profeta triste aquí proclama
esperanza, no es un optimismo fácil ni una esperanza barata. Dios no puede bendecir a su pueblo hasta que
no haya terminado de castigarlos (30.11b), pero en su juicio sobre ellos no los
destruirá. La esperanza que Jeremías
ofrece se basa en el encuentro del amor eterno de Dios con su firme justicia.
Obviamente
el profeta dio estos mensajes de esperanza para animar la fe del pueblo de Dios,
sin reducir un ápice de gravedad del juicio divino. Durante las décadas del ministerio profético
de Jeremías, los judíos del Sur (Judá) estaban tentados a un falso optimismo,
especialmente después de las reformas de Josías: hemos obedecido a Dios, hemos
restaurado el culto en el templo, ahora Dios no nos puede castigar. Las constantes prédicas de juicio por boca de
Jeremías combatían siempre esa confianza errada. Pero en vísperas de 587, cuando ya era
evidente que de hecho Dios iba a permitir que Jerusalén cayera, el pueblo
estaba frente al otro peligro, de desesperarse totalmente. Por eso Jeremías ahora anuncia esperanza y la
promesa de un feliz retorno a la tierra, después del exilio que iba a castigar
sus pecados e injusticias.
2. Historia de salvación y
pacto.
De
acuerdo con el concepto hebreo de la profecía, el profeta aquí no está
simplemente anunciando cosas futuras por anunciarlas. Más bien, Jeremías interpreta la situación
del pueblo en términos de la historia de la salvación y enfoca el
pasado, presente y futuro del pueblo de Dios en términos del pacto. Las consecuencias de la desobediencia que
anunciaba el pacto ya vienen sobre el pueblo con toda su gravedad. Pero Dios será fiel a su pacto, y después de
haber castigado a su pueblo infiel Dios hará con ellos un pacto nuevo
que inscribirá la ley en sus corazones para que obdezcan espontáneamente su
ley. Entonces llegarán a experimentar
las bendiciones y la alegría que promete el pacto, porque obedecerán al Señor
con todo su corazón. El marco de
referencia para todo el pasaje es el pacto y la historia de la salvación.
3. El lenguaje y contenidos
del oráculo
Estos
dos capítulos son casi totalmente poesía[2] y deben interpretarse como
tal. Como "la poesía de la
esperanza", utilizan muchas de las figuras propias de dicho género, que
deben entenderse básicamente según los cánones de la literatura poética. Uno de los errores hermenéuticos más serios
es interpretar poesía como si fuera prosa.
Más que anunciar predicciones específicas y literales de "eventos
del porvenir", el profeta inspirado intenta aquí evocar visiones poéticas
de una nueva realidad después de la inminente crisis.
El
primer oráculo comienza con una simpática ironía poética: describe el
"tiempo de angustia para Jacob" con la figura chocante de varones que
agarran la panza y gritan con dolores de parto (30.5-7). Por supuesto, nadie estaría tentado a tomar
eso como una profecía literal. Hay ironía
también en los argumentos a fortiori de 31.36 (si un día fallaran las
leyes del cielo) y 31.38 (si un día se llegara a medir el cielo o explorar los
cimientos de la tierra) -- dos cosas ridículamente impensables.
Al
autor le gustan los juegos de palabras: "los que te devoran serán
devorados, los que te saquean serán saqueados, los que te roban serán
robados" (30.16). "Fui novillo
sin domar, pero me has domado" (31.18).
En 30.3 el profeta juega con dos sentidos del verbo shub: cambiar
la suerte de Israel, y devolverlos a la tierra.
En 30.17 se contrastan dos palabras muy parecidas, Tziyon (Sión)
y Tziyah (desierto). La misma
técnica literaria ocurre en 20.7: "Me sedujiste (o engañaste), Señor, y
fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste".
En
todo el pasaje abundan las métaforas y símiles dramáticos: angustias de exilio
como varón con dolores de parto (30.6); liberación como quebrar el yugo y
romper la soga (30.8); pecado como enfermedad terminal (30.12s) y perdón como
sanación (30.17); aliados como "amantes" (30.14); juicio como
tormenta y huracán (30.23); Dios como padre (31.9) y pastor (31.10); Israel
como "huerta bien regada" (31.12) y muchos más.
Las
descripciones más líricas del pasaje se emplean para expresar la alegría del
retorno después del exilio. El regreso
se describe como una masiva procesión encabezada por los ciegos, cojos, mujeres
encintas y lactantes (31.8). Habrá
cantos de gratitud y risas de alegría (30.19 DHH) y alegres danzas con
panderetas (31.4). Gritarán de júbilo
(31.7,12). Jovenes y viejos danzarán juntos (31.13).
A
un pueblo en crisis, cuyas perspectivas eran totalmente oscuras, con esta
"poesía de lo imposible" Jeremías les llama a esperar lo nuevo. Cuando todo parecía ser un
"acabóse" sin salida alguna, el profeta ayuda al pueblo a soñar lo
nuevo que no parecía existir ni como posiblidad ni como esperanza. Es la posibilidad que sólo nace cuando Dios
habla para crearla de la nada, como en Gén 1.
Por eso la palabra "nuevo" es tan importante en la literatura
profética.
4. Aspectos de tiempo
Casi
todos los verbos en estos capítulos están en tiempo futuro[3], para anunciar sobre todo el
retorno de los exiliados.[4]
El profeta usa varias fórmulas para el tiempo futuro: "vienen
días" (30.3; 31.27, 31, 38), "en aquel día" (30.7,8;
"aquellos días" 31.29; "después de aquellos días" 31.33);
"en aquel tiempo" (31.1), y "en el fin de los días" (30.24
deV). Este último, que por su lenguaje pareciera señalar un tiempo
escatológico, en su contexto significa que se entenderá cuando llegue el día de
su cumplimiento (cf 23.20) en un futuro próximo.[5]
El
enfoque predictivo de estos capítulos se concentra claramente en el futuro
próximo, específicamente el retorno de exilio que el mismo Jeremías había
asignado una duración de 70 años (25.11; 29.10). Aunque de hecho algunas de las promesas
formuladas por Jeremías no se cumplieron literalmente en el retorno[6], nada en el mismo texto indica
que Jeremías estuviera pensando en un futuro remoto más allá del retorno del
exilio. Precisamente el nuevo pacto
lograría evitar una repetición de la desobiencia que fue causa del exilio,
salvando al pueblo transformado de algún otro exilio futuro.
5. Uso en el NT de Jer
30s:
Sólo
dos pasajes de estos capítulos se citan en el NT: Jer 31.15 en Mat 2.18, y Jer
31.31-34 en Heb 8.8-12 y 10.16s.
Paradójicamente, el primero, que identifica la cita explícitamente como
un cumplimiento (Mat 2.18), es de hecho un tipo de alegorización que realmente
no tiene nada de 'profecía" ni de "cumplimiento" en nuestro
sentido moderno. La segunda, en Hebreos,
que no usa fórmulas de cumplimiento, plantea en realidad un cumplimiento de lo
profetizado, pero en una forma que Jeremías jamás hubiera anticipado.
(1)
Jer 31.15 es un texto sumamente metafórico, una especie de hipérbole
alegórica. Ramá, donde según la
tradición estaba sepultada Raquel, estaba unos 9 km de Jerusalén y era un
conocido punto de encuentro como estación en el camino hacia el norte (Jue
19.13). En tiempos de Jeremías,
Nabucodonozor reunió a los exiliados en Rama para llevarlos a Babilonia (Jer 40.1).
Raquel
era la esposa favorita de Jacob y la madre de José y Benjamín, en cuyo
nacimiento murió ella (Gén 35.16-20).[7]
Los dos hijos de José, Efraín y Manasés (nietos de Raquel),
representaban dos tribus fuertes del reino del norte, que había sido llevadas
al cautiverio por los asirios. El
profeta imagina entonces que Raquel, desde la tumba donde tenía siglos de
yacer, se pone a llogar, como si fuera plañidera de oficio, por sus
descendientes tanto del norte (Israel) como del sur (Judá) que son llevados
tristemente hacia el destierro.
Siglos
después, cuando Mateo describe la masacre de los infantes por Herodes, trae a
colación esta cita de Jeremías. De nuevo
Raquel, ya muerta por más de un milenio, vuelve a llorar, ahora no por los que
van hacia el exilio sino por todos los niños muertos en el infanticido. En realidad hay varios aspectos en que la
cita de Jer 31.15 no viene muy al caso para el tema de Mat 2.18; un paralelo
tipológico más pertinente hubiera sido el infanticidio de Faraón en tiempos de
Moisés. El único punto de correlación
con Raquel es el dolor de una madre, aunque en el primer caso es Raquel quien
muere en el parto y en Mateo son los niños que mueren. Otro factor parece haber sido una tradición
distinta que situaba el sepulcro de Raquel cerca de Belén (Gén 35.19), centro
del masacre de los niños.
Tanto
en Jer 31.15 como en Mat 2.18 vemos cuán lejos están los conceptos bíblicos de
"profecía" y "cumplimiento" de lo que solemos entender
hoy. En los relatos de la vida y muerte
de Raquel no hay absolutamente nada que se hubiera podido entender como una
predicción del exilio; la palabra profética, con "dice Jehová" tres
veces en tres versículos, es puramente alegórica. Tampoco hay nada en Jer 31.15 que se hubiera
podido entender como una predicción de la masacre de los niños bajo Herodes,
pero Mateo introduce la cita con "entonces se cumplió lo que fue dicho por
el profeta Jeremías" (2.17).
(2)
El segundo pasaje, Jer 31.31-34, es mucho más importante teológicamente e
inspiró varias citas y alusiones en el NT.
Se cita entero en Heb 8.8-12, siendo la cita más larga en todo el
NT. El autor de Hebreos lo vuelve a
citar, en forma resumida, en la conclusión de su argumento sobre la
superioridad de Cristo y su sacrificio (10.15-22). Otros pasajes también hacen referencias muy
importantes al "nuevo pacto" prometido por Jeremías. Junto con el "nuevo corazón" y
"espíritu nuevo" que promete Ezequiel (11.19s; 18.31; 36.26-29; cf
Jer 32.39) y la "nueva creación" (Isa 65.17-25; 66.22), configuran el
perfil definitivo de la esperanza profética.
Jeremías
reconoce que las mismas condiciones del pacto han traido castigo sobre el
pueblo rebelde, y que por su infidelidad el pueblo ha invalidado el pacto
(31.31s). Puesto que Jeremías, igual que
Ezequiel, insiste en la responsabilidad personal (31.29s; Ezq 18.2), afirma que
el nuevo pacto traerá una transformación genuina dentro de cada persona, por la
que deseará genuinamente cumplir la voluntad de Dios. Del corazón nacerá obediencia a Dios, sin que
nadie nos tenga que enseñarlo. Es
importante observar que Jeremías no plantea una nueva ley; el nuevo pacto
consiste en una nueva dinámica de obediencia a la misma ley de Dios.
Un
cambio que Jeremías obviamente no anticipaba era que el pacto dejara de ser
judío, en sentido nacional. En su
profecía lo "nuevo" que anuncia no incluye algún nuevo destinatario,
que no fuera la misma nación judía.
Aunque ellos han invalidado el viejo pacto, Dios promete hacer el nuevo
pacto "con la casa de Israel y con la casa de Judá" (31.31,33). Y como para corregir de antemano cualquiera
idea de que no siguiera siendo estrictamente judío el nuevo pacto, el pasaje
sigue con dos párrafos que afirman en los términos más enfáticos imaginables
que Israel nunca dejará de ser una "nación delante de mí eternamente"
(31.35s) y que Dios no desechará toda la descendencia de Israel (31.37). Ambas garantías se fundamentan en la
fidelidad invariable de la misma creación de Dios (31.35-37). El pasaje termina con una detallada
descripción de la reconstrucción de Jerusalén (31.38-30). Es obvio que el profeta sigue pensando en un
pacto de caracter judío.
Al
pasar al NT, esto cambia radicalmente.
Cuando Jesús en su última cena dice "esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre" (Lc 22.20; Mt 26.28; Mr 14.24; 1 Cor 11.25), le da al nuevo
pacto un sentido jamás imaginado por Jeremías: el nuevo pacto se basa en la
muerte y resurrección del Mesías (Heb 9.15,18).[8]
La promesa de Jeremías se cumplió, real y plenamente, pero en una forma
radicalmente diferente a lo que el profeta hubiera podido anticipar.
El
libro de Hebreos, con su argumento central de la superioridad de Jesús sobre el
sacerdocio judío, da importancia especial a esta cita de Jeremías. En Heb 8.8-12 el autor no sólo señala el
incumplimiento del pueblo (como hace Jeremías también) sino atribuye el fracaso
del primer pacto a deficiencias del pacto mismo. El segundo pacto es necesario, porque el
primer pacto era imperfecto (8.7). Al
hablar de un nuevo pacto, Dios ha declarado viejo el primero "y a lo que
está viejo y anticuado, poco le falta para desaparecer" (8.13 DHH). El repetido contraste entre el "viejo
pacto" (término no usado por Jeremías) y el "nuevo pacto" deja
muy claro que el pacto de Sinaí es ya obsoleto (9.1,15,18; 10.9) y superado por
las "mejores promesas" del evangelio (8.6).
La
segunda cita del mismo pasaje (Heb 10.11-18) contrasta los sacrificios judíos,
repetidos diariamente, con el de Jesucristo, realizado de una vez para siempre
y eficaz sin tener que repetirse (10.11s,14,18). El nuevo pacto no se basa en sacrificios
animales sino en la vida y muerte de Jesús (10.8); Dios quita los viejos
sacrificios y pone a Cristo en su lugar (10.10s). En esto consiste el nuevo pacto
(10.16s). Aquí también el nuevo pacto ha
desplazado al viejo pacto, ya obsoleto.
El
viraje que estos pasajes dan a la cita de Jeremías contradice radicalmente el
énfasis judeo-nacionalista que dan 31.35-40 a la misma promesa. Llama la atención que el NT no cita nunca
esos textos (31.35-40; 33.20,25) sobre la permanencia de Israel ante Dios para
siempre. Después de la venida de Jesús y
el nacimiento de la iglesia, todo eso adquirió aspectos totalmente nuevos que
Jeremías no hubiera podido anticipar.
Para nosotros como cristianos, entonces, las citas e interpetaciones del
NT tienen que ser nuestra orientación definitiva para entender las profecías
predictivas del AT.
Algunos otros pasajes hacen
alusiones menos directas a Jer 31.31-34.
Cuando 1 Jn 2.27 dice que "ustedes tienen el Espíritu Santo y no
necesitan que nadie les enseñe", parece ser una alusión a la promesa de
inscribir su ley en nuestros corazones y darnos su espíritu (cf Jn 6.45). En 2 Cor 3 y Gál 4.24-31 Pablo elabora
extensamente el contraste entre la vieja alianza y la nueva en Cristo Jesús. Estos y otros pasajes, igual que los de Heb,
siempre refieren la promesa de Jer 31.31-34 a la iglesia y la salvación en
Cristo y no a la nación judía como en Jeremías.
Conclusión: el contraste entre los dos
pasajes de Jer 30-31 retomados por los autores del NT es revelador del concepto
de "profecía" y "cumplimiento" en los autores
bíblicos. (1) Un texto (31.15: Raquel
llora por los exiliados) que en su contexto original no muestra nada de "predicción",
en Mat 2.18 se trata explícitamente como "profecía" cumplida en
Cristo, con todo y fórmula de cumplimiento.
Lo mismo pasa con muchos otros pasajes que en el AT no muestran las
características de predicción pero en el NT aparecen como cumplidos (Os
11.1/Mat 2.15; Isa 11.1/Mat 2.23; Jon 1.17/Mat 12.40) o cuyo
"cumplimiento" no corresponde al sentido de la profecía original (Am
9.11s/Hch 15.6-18, debido a un texto radicalmente distinto con sentido opuesto
al texto hebreo).
Por
otra parte, (2) otros pasajes proféticos que en el AT muestran todas las características
de una predicción que anuncia futuras realidades, en el NT o se cumplen en una
forma muy distinta y casi contraria al sentido del original (Jer 31.31-34) o se
dejan fuera de consideración por haber sido superados por la nueva realidad en
Cristo (Jer 31.35-40).
En el oráculo original Jer
31.29-40 parece ser un bloque textual con un argumento lógico consecutivo:
después de afirmar la responsabilidad personal de cada uno (31.29s), el profeta
anuncia un nuevo pacto que capacitará a todos a cumplir el pacto desde un nuevo
corazón (31-34) de modo que en adelante Israel estará firme ante Dios (35-37) y
Jerusalén nunca será arrancada (38-40)>
Es imposible separar 31.31-34 de 31.35-40 para pretender decir que 31.31-34
se ha cumplido ya (en la forma distinta que anuncia el NT) pero que 31.35-40
quedan sin ser afectados por los cambios en el cumplimiento del pasaje anterior
y que serán cumplidos en el futuro en sentido literal nacionalista. A la luz de la casi total transformación del
sentido de la primera parte del pasaje (31.31-34), la segunda parte (31.35-40,
nunca citada en el NT) tiene que ser reinterpretada en el mismo sentido que la
primera parte.
6. ¿Qué dicen Jer 30-31 para
nosotros hoy? En el contexto amplio
de la historia de la salvación y del pacto, estos dos capítulos nos traen una
enseñaza muy valiosa. En primer lugar,
nuestro Dios es fiel a sus promesas y tenaz en cumplirlas, a pesar de toda la
infidelidad nuestra. En segundo lugar,
al cumplir sus promesas lo hace siempre conforme a su justicia divina. Cumple su promesa transformándonos a nosotros
para que cumplamos su voluntad. Tercero,
Dios puede cumplir sus promesas en formas totalmente sorprendentes, que no se
nos hubieran ocurrido antes, igual que cumplió la promesa del nuevo pacto en
una manera prácticamente contradictoria en algunos puntos a lo que Jeremías
obviamente esperaba. Nuestro Dios,
siempre fiel a sus promesas, es Dios de sorpresas.
¿
Cómo debemos obedecer Jer 30-31 hoy?
Ningún pasaje profético es teórico y especulativo, pretendiendo
meramente anticipar sucesos futuros (como en este caso el establecimiento del
estado israelí, reconstrucción del templo en el futuro, etc). Su intención central es llamar al pueblo de
Dios a la obediencia, el arrepentimiento y la esperanza. Cualquier interpretación abtracta que deja
fuera esa exigencia ética del pasaje, será una interpretación errada.
La
forma de nuestra obediencia a este pasaje parece sencilla y clara. Hemos de examinar nuestras vidas y
arrepentirnos ante Dios de nuestros pecados e injusticias, personales y
comunitarios (iglesia, nación). Pero más
allá del justo juicio de Dios, hemos de confiar en sus promesas y seguir
esperando que "hay una esperanza para tu futuro" (31.17). Como Jeremías debemos recordar que "vienen
días, dice Dios, en qué cambiaré la suerte de mi pueblo" (30.3). Debemos saber fijar también nuestra mirada
"en aquel día" tanto de un mejor futuro próximo como del futuro
definitivo que nos anuncia Dios.
En
Centroamérica hoy, después de la dolorosa "década perdida" de los
80s, y las pocas esperanzas que ofrecieron las décadas de los 90s y la actual ("cementerio de
los sueños"' y "fin de las utopías"), Jeremías nos llama a una
esperanza inclaudicable, pero no una esperanza barata ni escapista. Nos llama a confesar nuestros pecados,
enmendar nuestros caminos, y con firme fe en Dios y sus promesas, seguir
adelante en el camino de su voluntad hasta que el Señor venga.
[1]) Para la fecha de 587 para
importantes segmentos de estos capítulos, ver Nuevo Comentario Bíblico
p.484; Alonso Schökel, Los Profetas 1:551; Heschel, The Prophets
p.128; Breneman, Diccionario ilustrado de la Biblia p322.
[2]) Los pasajes en prosa son
probablemente 30.1-41; 31.1,23-30,38-40.
[3]) La traducción español
corresponde al sentido; las formas verbales en hebreo son mayormente imperfecto
o participio, aunque a veces un verbo perfecto se traduce en futuro también.
[4]) En 30.5-7 se combinan perfecto
("hemos oído" 30.5) y presente ("veo retorcerse" 30.6) para
describir simbólicamente una realidad del futuro próximo (el exilio).
[5]) J.A. Thompson, Jeremías
(Nueva Creación 1992), p.543.
[6]) Podrían considerarse
incumplidas las siguientes promesas: rey davídico 30.9,21; reunificación de
todas las tribus 31.1; una sola procesión masiva de regreso 31.8; toda Jerusalén
(incluso valle de Hinon) santificada, y jamás volverá a ser destruida
31.40. Por otra parte, la promesa del
nuevo pacto se cumplió no en el retorno sino en Cristo.
[7]) En realidad, ningún pasaje
anterior menciona que Raquel llorara; es difícil determinar el origen de la
expresión en Jer 31.15.
[8]) La regeneración cristiana
("nuevo nacimiento") corresponde más directamente a las promesas de
Jeremías y Ezequiel, pero eso precisamente viene por medio de la muerte y
resurrección de Jesús.
Sobre el autor:
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina. Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea. Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.
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