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Una tendencia muy común en el movimiento evangélico en el pasado, en América Latina y alrededor del mundo, era restringir la misión de la Iglesia a la comunicación (preferentemente oral) del evangelio en busca de la conversión de los oyentes. Desde esa perspectiva, la tarea misionera involucraba, no exclusivamente pero sí preferentemente, a pastores y misioneros que podían dedicar todo o por lo menos buena parte de su tiempo a esa tarea. Esto no significaba que los miembros comunes y corrientes de las iglesias (los “laicos”) no tuvieran participación alguna en la difusión del evangelio. Por el contrario, se los animaba a que dieran testimonio de su fe en su contexto social, entre sus allegados: su familia, sus compañeros de trabajo…. Sin embargo, si querían de veras “servir al Señor”, la única opción que tenían era prepararse para el ministerio, preferentemente en un instituto bíblico o un seminario. Tal visión de la misión de la Iglesia ratificaba el tradicional divorcio entre lo secular y lo sagrado.
La reciente Consulta Latinoamericana fue una muestra de un cambio que, por la gracia de Dios, como levadura que leuda la masa, ha estado en proceso en el seno del movimiento evangélico en las últimas décadas. Muestra de esto es que varios y varias de los y las ponentes son profesionales que están sirviendo a Dios y al prójimo mediante el ejercicio de su profesión en la sociedad, con un encomiable sentido de vocación. Otros encuentran maneras de combinar el mismo tipo de ejercicio con responsabilidades pastorales en alguna iglesia local.
Por otra parte, muestra lo mismo la variedad de mesas temáticas que enfocaron los grandes desafíos que se le plantean a la misión integral en diferentes campos del conocimiento y la investigación humanos, tales como son: Biblia y Teología, Historia, Derecho y Ciencias Políticas, Antropología y Sociología, Misionología y Pastoral, Literatura y Bellas Artes, Educación, Economía y Desarrollo, Comunicación y Publicaciones. El Trino Dios, de quien dan testimonio las Sagradas Escrituras, no se reveló en Jesucristo como el Salvador de individuos aislados de la creación sino como el Redentor cuyo propósito abarca de la totalidad de la creación. Consecuentemente, la misión de la Iglesia no se restringe a la relación de individuos con Dios (“la salvación del alma”), sino que se extiende a cada aspecto de la vida humana.
Sobre el autor:
C. René Padilla es ecuatoriano, doctorado (PhD) en Nuevo Testamento por la Universidad de Manchester, fue Secretario General para América Latina de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos y, posteriormente, de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). Ha dado conferencias y enseñado en seminarios y universidades en diferentes países de América Latina y alrededor del mundo. Actualmente es Presidente Honorario de la Fundación Kairós, en Buenos Aires, y coordinador de Ediciones Kairós.
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