En el cincuentenario de su asesinato
Toma mi mano, precioso Señor, llévame al hogar, Thomas A. Dorsey, 1932
Martin Luther King (1929 - 1968) |
Una idea fundamental en esa autobiografía teológica es el sacrificio que implica la vocación de servir a una causa y luchar por ella. Toda vocación asume riesgos y acepta el sufrimiento como solidaridad fraterna desde la fe. El amor de Dios (agápe) es la fuerza y el poder que vence todos los prejuicios, remueve todos los obstáculos, particularmente la discriminación racial, y permite amar a los enemigos, siempre en la búsqueda de una sociedad más fraterna y justa.
La paz con justicia como acción concreta de la liberación necesita una dimensión ética que haga efectiva aquella justicia. Por eso Martin Luther King Jr. distinguía claramente entre las leyes justas y las leyes injustas. No basta con tener leyes o aun constituciones si ellas no promueven la vida digna, plena, con igualdad y equidad para todos los seres humanos. Sin plena liberación de todas las ataduras de opresión la libertad es sólo un concepto. En muchas de sus alocuciones aparecía una y otra vez la necesidad de que los y las afroamericanos asumieran su lucha en actos concretos a través de la no-violencia activa y militante.
Martin Luther King, Jr. fue un profeta visionario. Se ha insistido mucho en su “sueño” y hubo quienes creían que esa era una consigna que escondía un proyecto revolucionario, posiblemente armado. Lo profético en Martin Luther King, Jr. está planteado, a mi entender, en tres dimensiones fundamentales: el llamado, la visión y el destino.
El llamado hay que discernirlo correctamente para aceptar, seguir y perseverar en la voluntad de Dios. Es una actitud y una apertura cotidiana donde la existencia misma se encuentra arropada y atrapada por el amor de Dios. Santa Teresa de Ávila, cuya vida y pensamiento Martin Luther King, Jr. conoció bien, hablaba del “arrobamiento”, es sentirse atada por cuerdas de amor, en obediencia libre y graciosa ante el Misterio. Monseñor Oscar Romero hablaba mucho de este mismo sentido de urgente reclamo de Dios. Y en medio de ese reclamo se siente una confianza plena. Por eso a Martin Luther King, Jr. le inspiraba mucho aquel viejo himno del movimiento de santidad: “Cuan tiernamente Jesús hoy nos llama con insistente bondad”.
El profeta es un testigo que asume los riesgos de emitir juicios y proclamar la verdad de Dios porque es portador de una nueva visión para el pueblo. Por eso el martirio. Se es mártir no porque se muera. El martirio es producto del testimonio de vida y palabra; mensaje y acción. ¡Y se acepta la tarea de anunciar y denunciar en nombre de Dios!
El destino del profeta y pastor está en las manos de Dios. Esa convicción tiene una dinámica muy compleja entre la urgencia y la ansiedad. El llamado radical es urgente y exige una respuesta también radical. Aunque la familia, los colegas, los amigos y amigas, y la iglesia no lo entiendan. Sólo Dios lo sabe. Y por ratos hay incertidumbre, duda, desasosiego. Pero también hay resoluciones ciertas y firmes en ese peregrinaje en fe que Dios va revelando. La responsabilidad de ejercer un liderato que Dios le ha encomendado al profeta es una carga pesada. Intuir y atisbar que la muerte prematura asedia, es también asumir un destino.
En su último discurso oficial como presidente de la Conferencia Sureña de Liderato Cristiano en agosto de 1967, a menos de un año de su martirio, Martin Luther King, Jr. tituló su discurso, “¿Hacia dónde vamos desde aquí?”. Hacia el final de la alocución expresó, como pasaba en casi todos sus discursos y sermones, con elocuencia y profunda convicción:
Esto es para esperanza para el futuro, y con esta fe seremos capaces de cantar en un mañana no muy distante con un tiempo cósmico pasado: “Nosotros hemos vencido, nosotros hemos vencido, corazón adentro, yo creí que nosotros venceríamos”.
Martin Luther King, Jr. profeta, pastor, pensador vigente. Hoy más que nunca su mensaje de libertad y esperanza es necesario. No olvidarlo y actuar desde esa vida y pensamiento es nuestro constante reto. Para poder vencer y lograr la justicia en la tierra tenemos que hacerlo. Y Dios nos llama con su amor y hacia el compromiso con su reinado a ser fieles a la causa de la libertad en acciones constructivas de liberación, con mucha esperanza.
Sobre el autor:
Carmelo Álvarez es puertoriqueño. Obtuvo la licenciatura en la Universidad de Puerto Rico en 1969; la maestría en el Seminario Evangélico de Puerto Rico en 1971; el doctorado en Historia de la Iglesia en 1974, en la Emory University y el Ph.D. en la Universidad Libre de Ámsterdam, en 2006. Ha sido profesor en seminarios y universidades de EE.UU., Chile, Costa Rica, Ecuador, México y Venezuela.
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