Citar textos bíblicos

Por Angel Manzo, Ecuador
 
“No vemos las cosas como son,
las vemos como somos”
Talmud


En nuestra tradición evangélica la cita de textos bíblicos se ha convertido en uso indiscriminado, abusado y revelador. Indiscriminado porque se usa sin criterio y distinción alguna de su contexto a situaciones que al lector moderno le parecen relacionadas. Abusado porque se fuerza tanto las situaciones históricas, socioculturales y religiosas de los textos como las aplicaciones que hacen al mundo contemporáneo. Revelador porque pone en evidencia el limitado estudio de la Biblia, su
mundo, cultura y mensaje; se dice “tomar tan en serio la Escritura” que no profundiza en su estudio.

Desde luego no se puede negar la importancia que tiene en nuestra tradición aprender versos bíblicos, la enseñanza a los más pequeños de las historias que se registran en la Biblia, y podríamos considerar hasta las tradicionales “batallas bíblicas” esperando que nadie salga muerto en el duelo, desde luego. Todo eso es bueno, valioso y necesario, pero insuficiente para la madurez y el crecimiento en el conocimiento bíblico que debe tener un discípulo de Jesús hoy.

Mi propuesta es más proponer que criticar, sumar más que restar, es decir, es necesario hacer esto sin dejar de hacer lo otro. Quienes se inician en el aprendizaje de textos bíblicos a través de la memorización, después deben pasar a una comprensión de la historia que presenta el texto, la decodificación de sentidos y significados que aparecen en un texto tan antiguo para nuestro mundo, para luego ir a la interpretación de texto en su escenario total. Todo texto se queda corto y pierde su fuerza retórica cuando se lo desgarra de su propio contexto y su útero cultural.

Por ejemplo, para todos es una bendición leer el texto de Filipenses 4,13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”; pero si le sumamos la historia que el texto se encuentra en un contexto donde el autor hace mención de sus tribulaciones, sufrimientos, carencias y abundancias, el texto recupera una dimensión cotidiana de lucha humana; más aún si consideramos el contexto total en que el autor produce estas palabras desde su experiencia como prisionero en una cárcel.

Los textos bíblicos y sus citas se deben tomar con mesura y análisis, porque los textos surgieron de situaciones de vida distinta a la nuestra, no de una batalla bíblica. Antes de que el texto sea texto fue una experiencia de vida y fe, que en la mayoría de casos pasó por una tradición oral, y luego se puso por escrito. Considerar esto nos puede ayudar a superar el complejo de “metralleta bíblica” como si se fuera más bíblico por los textos que se sabe y repite. No se puede ni debe perder el horizonte: la meta de la Escritura no es hacernos bíblicos, sino llevarnos a Cristo (Juan 5, 39-40; Gá 3,24) y hacernos seres humanos de bien dispuesto para toda buena obra que surge de la gracia, el amor y la fe en Cristo (2 Tm 3,16, Ef 2,8-10).

Una práctica viciada y nociva de la que debemos crecer en madurez es el uso apologético y confrontador de los textos bíblicos, herencia de un periodo norteamericano de fines del siglo XX, que se arraiga en una herencia medieval. Aunque hay un texto que nos alienta a estar preparados y dar razón de nuestra esperanza ante todo el que la demande (1Pd 3,15) (texto que está en un contexto de testimonio de vida), me llama la atención que a muchos no se les pregunta ni demanda la razón de su esperanza, sino que la usan para conquistar o convencer al otro.

Los libros bíblicos plantean un diálogo interno, sus posturas teológicas y vivenciales no siempre están en la misma sintonía; pero siempre armonizan con la diversidad del mensaje bíblico. La Biblia (libros) no pelean internamente sino que se enriquecen con sus aportes y miradas; por ejemplo el tema del pacto, que va desde una práctica tan antigua entre un principal y su vasallo, para después constituirse en la relación de un pueblo como es el caso de Yahvé e Israel, y al final ser modificada o reinterpretada en la comprensión del pacto que Jesús hace con sus discípulos (1 Co 11,23-25), otro buen ejemplo son las cuatro versiones de los evangelios Mt, Mc, Lc y Jn.

Esta es la riqueza de la pluralidad del mensaje de la Biblia, con miradas distintas que insisto, más que acribillarse o señalarse de heréticas u errores, deben considerarse como un dialogo que enriquece la comprensión para darnos un mensaje valioso para todos los tiempos.

Entonces para quienes se inclinan por la práctica de citar textos en redes o en diálogos con personas, permítanme estas recomendaciones que se expresan con el mejor espíritu de contribuir a su crecimiento bíblico:

1. Analice la motivación que tiene para citar textos bíblicos. Es lamentable, pero las redes sociales hoy se convierten en un espacio público para decir a alguien cosas que debería mejor decirse personalmente. No use las redes ni los textos bíblicos para expresar algo que tenga o considera de su hermano, siga el principio que enseñó Jesús (Mt 18,15-20).

2. Recuerde que los textos bíblicos se escribieron hace más de 1800 años, y otros mucho más tardíos. La idea de que la Palabra de Dios permanece para siempre, no significa que los textos se escribieron para dar respuesta a todas las situaciones moderna de hoy. En la época en que se redactaron los textos no existían redes sociales, ni un conocimiento de la ciencia como hoy, entre otros. Es decir, se trata de un mundo totalmente diferente al nuestro; pero donde se encuentran seres humanos con vivencias y necesidades parecidas a las nuestras.

3. Los textos bíblicos deben entrar a dialogar con nuestras realidades, pero para lograr aquello se necesita un encuentro de mundos, leer y explicar el mundo antiguo y establecer las conexiones con el mundo de hoy. Esto demanda un conocimiento del contexto social, histórico, político y religioso del texto, como también de la época en que redacta el texto y del mundo contemporáneo. 

4. Cuidado con el concordismo. No se trata de citar un texto que calza perfecto en una nueva situación. Siempre esto es una tentación, pues nos hace suponer que somos expertos en la Palabra y que la Palabra queda perfecta a las situaciones de hoy. El desafío no es aplicar textos bíblicos sino transmitir el mensaje de Dios siendo fiel a lo que Dios quiso decir en la época en que se escribió el texto y ser relevante al mundo de nuestros días.

Grandes errores y atrocidades se han enseñado por esta mala práctica, por ejemplo, hace algún tiempo una persona sentenciaba a otra porque decía que Barcelona (equipo de fútbol) era su ídolo. Inmediatamente se le citó el texto de Ex 20,4: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. El texto queda muy bien, pero el mandamiento de Éxodo no se refiere al fervor pasional por un equipo de futbol. Un problema del concordismo es que desconoce ambos contexto, el bíblico y el contemporáneo.

5. Cite, explique y aplique. Especialmente cuando se trata de algo que desea expresar. Explicar un texto nos ayuda a saber qué significa este texto para la persona que lo cita, y por ende la relación de su aplicación. Los textos bíblicos surgieron con una sola intensión, sin embargo en su naturaleza retórica cuando el texto llega a nuevos contextos puede adquirir diversos significados e incluso distantes de la intensión originaria que tuvo el autor.

6. Cuando se cita un texto hay dos intensiones que pueden traicionarse. Tome en cuenta que al citar un texto bíblico, usted tiene una intensión (sentenciar, juzgar, orientar, alentar, condenar, consolar, etc), pero también tome en cuenta que el texto tuvo una intensión antes que la suya. Una práctica común es sacar el texto de su contexto, pero peor aún meter al texto en nuestra propia intención, que en muchos casos se opone y traiciona la intención del autor o autores del texto. La cita sin análisis puede ser una traición a sí mismo y al texto bíblico.

7. Considere que la Biblia nunca se redactó para ser un manual que nos ayude a citarle o dedicarle textos bíblicos a la gente para corregir o condenar sus acciones. La Biblia surgió como una experiencia con Dios que después se dio testimonio de ella, se hizo mensaje que buscaba alentar a las comunidades y fortalecer su fe; por ello en todo relato bíblico se encuentra la experiencia con Dios y vivencias que tuvieron hombres y mujeres. La Escritura siempre tuvo un sentido comunitario para inspirar y alentar la fe en la vida.

8. Más importante que citar textos bíblicos, es comprenderlos, aplicarlos, vivirlos y enseñarlos desde nuestra propia experiencia de fe, como decía Soren Kierkegard: “Cuando leas la Palabra de Dios, debes repetirte continuamente: “Está hablándome a mí, y es sobre mí”.

Sobre el autor:
Ángel Manzo Montesdeoca. Máster en Estudios Teológicos por la Universidad Nacional Costa Rica, es ecuatoriano. Cuenta con estudios de posgrados en Biblia, Teología, Género y Masculinidades. Fue Rector del Seminario Bíblico Alianza del Ecuador, y pastor ordenado de la Alianza Cristiana y Misionera, profesor de Biblia y Teología. Tiene diversos libros y artículos publicados.

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