Por José Chacón, Costa Rica
Imagen: ^Pixabay |
Feto es una palabra que puede evocar muchas emociones. Desde el punto de vista de unos padres que esperan la vida de un hijo o una hija, el feto es la esperanza más preciosa del nuevo nacimiento, el milagro de la vida y de la ternura. Para otros, la palabra feto, puede evocar a la debilidad más despreciable o a la vulnerabildiad de un ser que aún no puede ser considerado digno. Incluso, para los que piensan que este mundo se está acabando y que cada vez es peor, la palabra feto puede suponer una tragedia que debe ser evitada porque sería preferible no traer más niños a este terrible mundo perdido.
En la edición del domingo 17 de diciembre
del 2017, el periódico español El País
hace eco de las ultimas noticias insólitas de la administración Trump. Según Nicolás Alonso, redactor del informe en
el medio ibérico, el Gobierno de Donald Trump ha prohibido el uso de la palabra
“feto” en los informes del Centro de Control de Enfermedades (CDC), la agencia
más importante de la sanidad pública estadounidense. Según el periodista, tampoco
se podrán emplear términos como “diversidad” o “vulnerable” ni expresiones como
“basado en pruebas”, o “basado en datos científicos”. La orden supone otro giro dramático hacia una
evidente concreción de ideas fascistas de la actual administración. La agenda religiosa evangélica que subyace en
el ideario de Donald Trump se impone.
Para avanzar en la creación de una sociedad más “pura”, “limpia”,
“santa” y “ordenada”, es menester cambiar incluso el lenguaje. Se hace
necesario dejar de evidenciar toda forma de diversidad, malformación o
debilidad en el ser humano. Porque, según la idea evangélica fundamentalista
que entretege la moral del presidente norteamericano, existe una única forma de
ser un buen ser humano, un correcto ser humano, un humano “natural y conforme
al plan de Dios”.
Y, para comprender lo dramático del asunto,
es importante remitirnos a la urgencia evangélica por “depurar” el mundo,
porque estamos en los “ultimos tiempos” o en “los tiempos finales”. Y es justamente aquí donde se mezclan la fe,
la política y la escatología, entendidas desde una perspectiva fundamentalista.
El resultado de dicha receta tripartita
ya se ha vivido con anterioridad en la historia reciente y debemos regresar a
ella para comprender lo que sucede hoy.
Escatología
cristiana. El curioso juego de palabras.
En una de esas curiosas casualidades del
lenguaje, en la traducción del griego al castellano sucede que la palabra escatología puede referirse a dos cosas
totalmente distintas, dependiendo de la raíz etimológica desde la que
partamos. Por un lado puede referirse al
“conjunto de creencias relativas al fin de los tiempos” (Gr. schatos), pero por
otra parte también puede referirse al “estudio de los excrementos”(Gr. skatos). De esa manera todo lo que se refiere a la
visión cristiana del fin de los tiempos puede definirse como escatología. Malas interpretaciones escatológicas han
generado numerosas tragedias. Basta recordar los casos de la secta de los
davidianos o el grupo sectáreo de Jim Jones, que llegaron a la conclusión de
que debían suicidarse o matar para apresurar su llegada a la “Tierra prometida”
ya que esta tierra estaba llena de pecado.
Pero también es escatológica toda visión o
estudio sobre los excrementos o los desechos.
De alguna forma, áun más curiosa, ambas ideas de escatología, suelen
unirse o fusionarse en la practica. Es decir, para algunas visiones cristianas
del fin de los tiempos, es preciso “eliminar” o “excretar”del mundo todas las
“impurezas” o todo lo que sea considerado una “aberración”, según sus
interpretaciones morales emanadas de la Biblia.
El fin de los tiempos incluye un componente de eliminación o filtro. El
cristianismo, cuando se sumerge en premuras escatológicas surgidas de ciertas
interpretaciones bíblicas, levanta la espada de la “justicia divina” y de la
“verdad absoluta” para “limpiar” este mundo, porque “estamos en los tiempos
finales”, lo que da como resultado políticas que se pueden describir más como
fascistas que como cristianas, como veremos a continuación.
La
escuelita dominical y el adoctrinamiento escatológico
Para quienes crecieron en una iglesia
evangélica de corte fundamentalista, no le será difícil recordar la manera en
que le fue enseñada la historia bíblica y la visión del final de los tiempos.
Porbablemente por medio de rotafolios y figuritas de fieltro, las historias
bíblicas fueron emergiendo contadas desde una visión ideologízada. Pero claro,
eso no lo sabe el niño o la niña cuando aprende, ni el maestro o la maestra de
la escuela dominical cuando enseña. Quizás nadie en la iglesia sea consciente
de la ideología que subyace sutilmente en la enseñanza.
La
visión de la raza única.
Para esas personas que pasaron por la
escuelita dominical de una iglesia evangélica fundamentalista, les será dificil
recordar fuguras de fieltro que no fueran blancas, predominantemente rubias y de ojos
azules. Es posible que no recuerden una
sola figura que representara un ángel que no fuera alto, delgado, rubio y de
ojos claros. Probablemente ninguno de
los ángeles podría haber sido chino, negro o latino. Inconcebible, y hasta
herético, sería pensar en Dios como mujer, o como un ser andrógino o negro o
latino. Se hacía inconcebilbe pensar en un “más allá” lleno de colores, porque
ese “más allá” siempre fue presentado como un lugar con una “raza” única. Una
raza blanca, más parecida a la idea fascista de “raza pura” que a la idea
bíblica de “toda tribu y toda nación”.
Dios, siguiendo los parámetros de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, es
mostrado como un hombre blanco europeo.
Jesús es llevado al cine como un jóven de tez blanca y ojos claros y su
madre, María, es vista como una jóven delgada y de semblante blanco.
Existe un texto fundante para la idea de
“raza” en el fascismo. Se trata del documento denominado Il Fascismo e i
problemi della razza («El fascismo y los problemas de la raza»), que
se publicó por primera vez el 15 de julio de 1938. Para el fascismo la raza es un problema y se
aspira a “depurarla” para lograr una versión “superior”. Es en este marco en el que, posterioremente,
se establencen las famosas “leyes raciales” llevadas al extremo bajo el régimen
Nazi en Alemania.
Pero la Iglesia no se ha quedado atrás. En aras de conservar una raza “pura” y sin “mezclas”, los cristianos legislaron en contra de las uniones matrimoniales entre personas de diferentes razas. En los Estados Unidos se legalizaron los matrimonios entre personas negras y blancas hasta 1967, aunque no en todos los estados. Antes de eso existía la Racial Integrity Act, una ley aprobada en 1924 que distinguía socialmente a los seres humanos entre blancos y gente “de color” e impedía el sexo y el matrimonio mixtos. Las manifestaciones más acérrimas en contra de la legalización del matrimonio entre personas negras y blancas fueron llevadas a cabo por los evangélicos estadounidenses. Aquella ley que prohibía los matrimonios “mixtos” también obligaba a la esterilización de los “locos, idiotas, imbéciles o epilépticos”.
Cuando una pareja “mixta” de jovenes quedaron embarazados y se casaron en Washington en 1958, fueron arrestados y juzgados. El juez de primera instancia ante el que comparecieron, llamado Leon M. Bazile, les sentenció con estas palabras: “Dios todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las puso en continentes separados. Pero las interferencias en su disposición no son motivo para este tipo de matrimonios. El hecho de que separara las razas indica que no pretendía que se mezclaran”. La ley de segregación que prohibía los matrimonios “mixtos” fue derogada hasta el año 2000 en Alabama. Sin embargo, Keith Bardwell, juez de paz de Hammond (Louisiana), en 2009 le negó la licencia matrimonial a la blanca Beth Humphrey y al negro Terence McKay porque, según su experiencia, “los matrimonios interraciales no duran mucho”, y “lo hacía por los hijos”.
Pero la Iglesia no se ha quedado atrás. En aras de conservar una raza “pura” y sin “mezclas”, los cristianos legislaron en contra de las uniones matrimoniales entre personas de diferentes razas. En los Estados Unidos se legalizaron los matrimonios entre personas negras y blancas hasta 1967, aunque no en todos los estados. Antes de eso existía la Racial Integrity Act, una ley aprobada en 1924 que distinguía socialmente a los seres humanos entre blancos y gente “de color” e impedía el sexo y el matrimonio mixtos. Las manifestaciones más acérrimas en contra de la legalización del matrimonio entre personas negras y blancas fueron llevadas a cabo por los evangélicos estadounidenses. Aquella ley que prohibía los matrimonios “mixtos” también obligaba a la esterilización de los “locos, idiotas, imbéciles o epilépticos”.
Cuando una pareja “mixta” de jovenes quedaron embarazados y se casaron en Washington en 1958, fueron arrestados y juzgados. El juez de primera instancia ante el que comparecieron, llamado Leon M. Bazile, les sentenció con estas palabras: “Dios todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las puso en continentes separados. Pero las interferencias en su disposición no son motivo para este tipo de matrimonios. El hecho de que separara las razas indica que no pretendía que se mezclaran”. La ley de segregación que prohibía los matrimonios “mixtos” fue derogada hasta el año 2000 en Alabama. Sin embargo, Keith Bardwell, juez de paz de Hammond (Louisiana), en 2009 le negó la licencia matrimonial a la blanca Beth Humphrey y al negro Terence McKay porque, según su experiencia, “los matrimonios interraciales no duran mucho”, y “lo hacía por los hijos”.
La
visión de los cuerpos perfectos
Tampoco había, en las figuras de la escuela
dominical, noción de personas con cuerpos distintos. Las malformaciones no
existían. Todas aquellas figuras eran siempre perfectas, excepto aquellas en
las que Jesús lograba curar las enfermedades, entonces adquirían la forma y
condición “adecuada”. La creencia
popular dicta que los niños que mueren se convierten en “angelitos” (siempre
blancos o rubios) y que todas aquellas personas que mueren con malformaciones,
reciben un cuerpo perfecto, contradiciendo la imagen del mismo Jesús, quien
resucita con sus propias facciones y cicatrices (Juan 20:20-25). No es de extrañar que la mayoría de personas
crezca pensando que en ese “más allá” será imposible reconocernos como los
individuos que fuimos en la tierra. Pero
el Nuevo Testamento no afirma que los cuerpos serán perfectos o diferentes,
afirma que serán glorificados (Filipenses 3:20-21) y sin vergüenza o sin
desnudez (2 Corintios 5:3).
Un mundo sin personas “imperfectas” o sin
niños con malformaciones. En esa escatología subyacente en las enseñanzas de la
escuela dominical (y de la iglesia en general) no cabían las personas con
enfermedades crónicas, psiquiátricas (tachadas de posesiones demoníacas hasta
el día de hoy) o con malformaciones congénitas. Para una gran parte del
evangelicalismo, todas esas características remiten a pecados, posesiones,
maldiciones o ataduras espirituales. Algo equiparable a la idea fascista de la
Alemania Nazi. Los Nazis tenían un programa de “redención” llamado técnicamente
Acción T4. Y le llamaban así “redención” porque
decían que eliminar personas con discapacidades o enfermedades era redimirlos
de sus sufrimientos.
Se unían dos razonamientos que justificaban el asesinato de personas enfermas o discapacitadas. Por una parte se trataba de una aplicación de la higiene genética, que buscaba la creación de una raza superior; pero por otra parte había un razonamiento meramente utilitarista, es decir: el ahorro de dinero para el Reich que representaría la eliminación de personas “que previsiblemente nunca serán dadas de alta, que no trabajen lo suficiente como para poder pagar su manutención” (Heilmann, Döblins Fahrt ins Blaue, 1988, p.209).
Se unían dos razonamientos que justificaban el asesinato de personas enfermas o discapacitadas. Por una parte se trataba de una aplicación de la higiene genética, que buscaba la creación de una raza superior; pero por otra parte había un razonamiento meramente utilitarista, es decir: el ahorro de dinero para el Reich que representaría la eliminación de personas “que previsiblemente nunca serán dadas de alta, que no trabajen lo suficiente como para poder pagar su manutención” (Heilmann, Döblins Fahrt ins Blaue, 1988, p.209).
Los bebés que nacían con malformaciones,
los niños con discapacidades, problemas de aprendizaje, retrasos motores o
intelectuales, eran recluidos en centros pediátricos para ser analizados y,
posteriormente, enviados a otros centros donde serían asesinados, ya sea por
medio de gaseamientos o mediante inyecciones letales.
La Acción T4 contaba también con un
registro de “recién nacidos contrahechos”. Mediante un decreto confidencial,
emitido el 18 de julio de 1939, se obligaba a inscribir en un registro a los
niños que nacían con malformaciones. Los médicos, instituciones, enfermeros y
padres, tenían la obligación de informar de la existencia de niños con alguna
discapacidad. El decreto se justificaba diciendo que los datos recabados
servirían para fines científicos y para la búsqueda de cura y prevención de
malformaciones. Había que informar de niños con “retraso, Síndrome de Down,
microcefalia, hidrocefalia, malformaciones de cualquier tipo, especialmente de
extremidades, fisurales graves de cráneo o columna etc. Parálisis cerebral y
otras”.
Aquí vuelve a resonar la mixtura
terminológica de las “escatologías”. Por una parte, la idea de que el mundo se
acaba pronto, por otra parte, la dramática idea de que se tiene que ir el
desecho, lo que es considerado sucio, lo que “no sirve”, debemos eliminarlo o,
al menos ocultarlo. Como lo prescriben las ya mencionadas nuevas disposiciones
de la administración de Donald Trump en las que se prohíbe mencionar, incluso,
las palabras “feto” o “vulnerable”.
La
visión del pueblo políticamente correcto
La corrección política es también parte del
adoctrinamiento fundamentalista de la iglesia. Desde muy pequeños los niños son
enseñados a ser “políticamente correctos”. Las imágenes de “lo correcto”siempre
serán visualizadas por medio de familias blancas o caucásicas, en el futuro
asexuadas, con vestidos y trajes al estilo evengelical
norteamericano, hoy antiárabes e islamófobos, pero siempre también anticomunistas
y, en su momento, también, antijudíos. Una visión en la que el hombre siempre
debe ser superior a la mujer y el cristiano siempre debe ser superior al ateo o
a las personas que profesan otra fe.
Para el teólogo suizo Hans Küng, aunque
hubo vigorosas manifestaciones eclesiásticas, tanto Protestantes como
Católicas, en contra del régimen Nazi de Hitler, en general la iglesia se
adhirió a sus enseñanzas, tomándolas como acordes a los valores cristianos.
En palabras de Küng “El antisemitismo racista, que alcanza la cima del terror en el
holocausto, habría sido imposible sin la prehistoria casi bimilenaria del
antijudaísmo religioso de las iglesias cristianas”. Para demostrarlo, el suizo nos remite a una
serie de equiparaciones fascistas en las medidas históricas eclesiásticas y las
medidas raciales nazis, ambas, en este caso, contra los judíos:
En total Hans Küng enumera 20 disposiciones equivalentes entre el Derecho Canónico de la Iglesia y las Leyes Raciales Nazis en su libro El Judaísmo. Las iglesias protestantes no se opusieron al régimen Nazi, sobre todo porque eso significaba ir en contra del marxismo, el liberalismo y el ateísmo. Es decir, la idea de ser “políticamente correctos” en contra del comunismo y el ateísmo, los indujo a apoyar las ideas Nazis de Hitler. Hubo un movimiento católico llamado Cristianos alemanes que, en una directriz del 26 de mayo de 1932, exigía una “fe en Cristo afirmativa y nacional”. Por parte de la iglesia Protestante se describe “Vemos en la raza, nacionalidad y nación órdenes de vida que Dios nos ha regalado y confiado. Cuidar su conservación es para nosotros ley de Dios. En consecuencia, hay que ir contra la mezcla de razas” (Denzler-Fabricius, pp. 37 s.).
En Latinoamérica podemos ver un fenómeno
similar. El apoyo de las iglesias a las dictaduras militares se basaba en una
actitud “políticamente correcta” de ir en contra del comunismo y del ateísmo
sobre todo por influencia ideológica de los misioneros norteamericanos que
ayudaban a la plantación de iglesias y a la educación religiosa y teológica. Lo
que desembocó en la persecución, tortura y desaparición forzada de miles de
personas consideradas simpatizantes del marxismo, opositores del régimen o
miembros de etnias indígenas. La masacre
de los jesuitas en El Salvador y el asesinato del Monseñor Arnulfo Romero, en
el mismo país son ejemplos paradigmáticos de la barbarie contra la que algunos
se opusieron heroicamente. Pero en general, hasta el día de hoy la Iglesia
evangélica latinoamericana promueve el anticomunismo y, más recientemente, la
islamofobia.
La interpretación de la escatología
cristiana se hacía desde el paradigma de la Guerra Fría, en el que la lucha era
contra el comunismo. Se leía el
Apocalipsis en clave ideológica de “capitalismo Vs comunismo” o “Estados Unidos
Vs. Rusia”, de tal manera que las Og y
Magog de los capítulos 38 y 39 de Ezequiel se leían como una profecía
acerca de Rusia. Del Apócalipsis se interpretaba que el “león” simbolizaba a
Inglaterra, el “oso” a Rusia y el “leopardo y el aguila negra” a Alemania. A Estados Unidos se le relacionaba siempre
con Israel y con el “pueblo elegido de Dios”. Y éste había sido comisionado
para defender el Evangelio, a Israel y a la Iglesia de los feroces ataques del
comunismo de Rusia. Por eso en
Latinoamérica la iglesia en general luchó a brazo partido en contra de las
ideas marxistas, incluída la Teología de la Liberación.
Hasta el día de hoy existe un pesado
estigma contra aquellos cristianos que simpaticen con ideas de izquierda, o que
deploren los abusos del régimen Sionista contra la población palestina o que no
difamen al Islam. Ni qué decir la satanización de las minorías sexualmente
diversas o de quienes los apoyen. La
Iglesia Católica, aliada del régimen fascista de Francisco Franco en España,
también participó en la persecución de las minorías sexualmente diversas,
quienes fueron encarceladas, torturadas y asesinadas. Recordemos el caso del
poeta granadino Federico García Lorca.
La
visión del pueblo elegido
Finalmente el adoctrinamiendo
fundamentalista concibe la idea de un pueblo separado y elegido, que debe
conservar toda su pureza sin mezclarse con “el mundo”. La idea bíblica de la iglesia como la “novia que
se viste de lino fino, limpio y resplandeciente” (Apocalipsis 9:18a) es
interpretada como un pueblo moral y espiritualmente superior, que debe
literalmente vestirse bien y cuya prosperidad es símbolo de santidad y
bendición de Dios, interpretación que no considera la segunda parte del
versículo en la que se describe al “lino fino, limpio y resplandeciente” como “las
acciones justas de los santos” (v. 9:18b). Al obviar esa segunda parte del versículo, la
iglesia se concibe a sí misma como un pueblo superior, que debe luchar, pelear,
como un ejército en contra de lo que puede ser configurado como “obra del
anticristo” (Sea esta idea fruto de una mala interpretación bíblica o no). En este sentido, la escatología
fundamentalista concibe la guerra como una opción válida, interpretación que
dista mucho de “las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 9:18b). La imagen del Armagedón admite la aniquilación
sistemática, bélica e inmisericorde de “los enemigos del Pueblo Elegido de
Dios” sea éste “pueblo de Dios” Israel como nación o la Iglesia como expersión
espiritual del “nuevo Israel”. Así,
bombardear pueblos palestinos repletos de niños inocentes es visto como una
consecuencia de la maldad de los “enemigos de Dios” y como parte de “lo que
tiene que pasar en los ultimos tiempos”.
El cristiano abocado a creer en esta escatología justifica la muerte, la
sangre, la tortura (Guantánamo, Abu Ghraib, Gaza, Siria, Irak) y el asesinato
público y aleccionador (Saddam Hussein, Osama Bin Laden) sin ningún tipo de
remordimiento ni de misericordia, porque existe una lógica inconfesada de que
los “malos” merecen y deben morir. Nada mas alejado de la enseñanza cristiana
de amor al prójimo.
La
visión del Estado como extensión de Dios
En esa misma línea, una parte de la escatología evangélica
concibe al Estado como una extensión de Dios.
Une la fe, la tierra y el Estado en un solo amasijo de ideas. Al igual que el Nacional Socialismo de
Hitler, la tierra y el Estado son algo “dado por Dios” y, por lo tanto, el
Estado debe velar por la protección de los valores cristianos. El Estado confesional es viable unicamente
bajo la premisa de que éste es una extensión de Dios mismo, la tierra es
entregada por Dios a su pueblo (y no a otros pueblos) y la religión debe ser
parte del Estado mismo para salvar la tierra. Así las cosas, es evidente que el
empecinamiento cristiano en el Estado Confesional es un síntoma más fascista
que evangélico, más fascista que cristiano.
De la misma manera que el sionismo
concibe su “derecho divino” sobre la tierra partiendo del Antiguo Testamento,
este cristianismo concibe al Estado como una extensión de Dios y como garante
de la ley divina.
Recordemos los salmodiados eslóganes
evangelísticos “Costa Rica para Cristo” y las ideas tan arraigadas de que la
economía, la seguridad, la prosperidad y la estabilidad del país van unidas a
las posibilidades de un gobierno cristiano. Lo contrario sería el acabose, el
castigo divino, la ira de Dios y la ruina del país. Los desastres naturales se ven
como consecuencia de la ira divina producto del pecado permitido en el país,
sobre todo si se trata de los derechos de las minorías sexualmente
diversas. Es también paradigmático el
caso del presidente Efraín Ríos Montt en Guatemala quien, siendo pastor
evangélico, fue artífice del exterminio de pueblos indígenas enteros durante su
corto mandato dictatorial.
La
visión escatológica como antiecológía
Si
se va a salvar algo, que sea solo el ser humano. La creación entera puede
destruirse y debe destruirse. Al igual que los “enemigos” de Dios, la tierra y
los animales son inferiores y carecen de salvación. Todo fascismo es escatológico. Es decir, para
que el pensamiento fascista emerja, debe existir una urgencia final, una visión
del final de la historia tal y como la conocemos y una clasificación de lo que
debe salvarse y lo que no.
Todo
lo anterior no quiere decir que cada evangélico que se adhiera al
conservadurismo descrito en este artículo, sea fascista, como tampoco sería
realista afirmar que quien vote por un partido de izquierda es, inmediatamente
un comunista. Sin embargo, es importante poder reconocer en nosotros mismos las
ideas que hemos albergado, rastreando si sus orígenes pueden estar enraizados
en ideologías políticas, algunas de ellas muy cercanas al fascismo y su
concepción del mundo y del fin de los tiempos.
En realidad la idea bíblica del mundo es muy diversa. Basta con acercarnos sinceramente al importantísimo acontecimiento de Pentecostés, en Hechos capítulo dos, donde no encontramos una manifestación de glosolalia (hablar en lenguas espirituales) sino, más bien, una verdadera xenoglosia (lenguas de otros pueblos), dejando por concluida la separación de los pueblos originada en el relato de la Torre de Babel. Esa visión escatológica no posee una raza única, ni siquiera una idea única de forma de vida, sino que en el Reino de Dios pueden convivir los que a primera vista son dispares o lo contradictorio. Así lo podemos vislumbrar en la visión de Isaías de la convivencia sana y pacífica entre los que antes se consideraban oponentes o enemigos
En realidad la idea bíblica del mundo es muy diversa. Basta con acercarnos sinceramente al importantísimo acontecimiento de Pentecostés, en Hechos capítulo dos, donde no encontramos una manifestación de glosolalia (hablar en lenguas espirituales) sino, más bien, una verdadera xenoglosia (lenguas de otros pueblos), dejando por concluida la separación de los pueblos originada en el relato de la Torre de Babel. Esa visión escatológica no posee una raza única, ni siquiera una idea única de forma de vida, sino que en el Reino de Dios pueden convivir los que a primera vista son dispares o lo contradictorio. Así lo podemos vislumbrar en la visión de Isaías de la convivencia sana y pacífica entre los que antes se consideraban oponentes o enemigos
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se
acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño
los pastoreará” (Isaías 11:6).
El
pueblo elegido es, más bien, una familia diversa. Ese Linaje escogido se
traduce de la expresión griega γένος ἐκλεκτόν (genos eklecton en 1 Pedro 2:9). Un acercamiento a su comprensión podría alejarnos de la idea
cerrada judeocéntrica y abrirnos a la noción de una verdadera "familia
ecléctica o diversa". La primera palabra es “familia” (γένος ) “genos” (como
en indi-genos, o geno-cidio). Una familia grande que es descrita como “elegida”
(ἐκλεκτόν).
La palabra que aparece
aquí es sumamente importante. Ya en la época en que Pedro escribe estas líneas,
esta palabra se entendía como algo que no tiene extremismos, sino que sabe
elegir entre muchas formas y posibilidades. Se compone de las partículas “ek”
(en latín ex) = desde afuera (como en eclipse o exótico), “lektos” = leer,
expresar, decir o elegir (como en día-lecto). Literalmente “leer o elegir desde
afuera”. El sentido más profundo del término tiene que ver con la capacidad de
algo o alguien de escoger desde afuera. Se escoge para “unir” cosas de muy
variada índole, como veremos a continuación. Es en el Siglo II después de
Cristo cuando la palabra adquiere su sentido más claro. Y fue en el ámbito de
la medicina donde nació, por obra de Galeno, la idea de unificar todas las
tendencias existentes en los diagnósticos médicos utilizando esta palabra.
Existían muchas escuelas de medicina que no lograban conciliar sus ideas unas
con otras. Estaban los “dietétikos”, los “pharmaceutikos” y los “kirurgikos”.
Cada una de ellas abordaba las enfermedades desde un único punto de vista. La
medicina romana une todo como un solo cuerpo bajo el concepto de “sincretikos”.
Pero es Galeno el que otorga una nueva opción, más conciliadora y armónica.
Esta opción es llamada “ekléctica”. Consiste en poseer la libertad de elegir o
beber, de las diferentes posturas para formar una mejor opinión. Por tanto, la iglesia es una “familia” que
tiene la libertad de elegir lo mejor de muchas partes, conciliando extremos y
evitando sectarismos.
Dicho todo lo anterior,
podríamos proponer una traducción comprensiva del texto como sigue:
"Ustedes serán una familia (genos) diversa (eklcton),
sacerdocio perteneciente al Reino, una etnia (ethnos) separada voluntariamente
(agion) para anunciar las virtudes del que los llamó de la oscuridad a su luz
maravillosa"
La
sociedad que concibe el Nuevo Testamento es una en la que, aunque existan
diferencias, todos son vistos como iguales y donde “Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28) o “donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro
ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos” (Colosenses
3:11).
Una
sociedad, incluso, donde la enfermedad, la discapacidad o la malformación son
aceptables como puras. Como la discapacidad de Jacob en el texto de Génesis 32:32, en el que su
discapacidad queda como signo de una bendición de Dios y la fundación de
Israel. O la visión redimida de Mefi-boset
que, aún con su patente discapacidad, fue sacado de lodebar (donde no se habla o el lugar de la ignominia) y llevado a
palacio y a comer a la mesa del rey (2
Samuel 9). Incluso la dura discapacidad de Pablo, que persiste en él, sin
menoscabo de su apostolado (2 Corintios
12:7).
Sobre el autor:
José Chacón es de Costa Rica, ha realizado estudios de Periodismo, Biblia y Teología. Es autor de los libros "El Decálogo, un canto de adoración" y "Spiro". Fundador de la Comunidad Interludio.
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