Nepotismo, una palabra que la iglesia debe pensar

Por Hugo Daniel Ramírez, Argentina


 Hace muy poco y sorpresivamente el presidente argentino Mauricio Macri, saco por decreto una resolución contra el “nepotismo”, una palabra que ha salido de los “claustros lingüísticos” y se ha reflotado e instalado, para ser usada con frecuencia, en los diarios, debates televisivos, etc. y que algunos justifican, otros aplauden y otros plantean dudas.

La palabra en sí, significa “sobrino” y deriva del abuso de poner a familiares directos e indirectos en la función pública. Debemos recordar lo que dice el numeral 2 del artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país" …toda persona, cualquier persona, en condiciones de igualdad, no necesariamente, especialmente o privilegiadamente los familiares debe ocupar lugares en la función pública.  

Pero lo curioso, es que hay muchos casos a lo largo de la historia, pero en estos estos últimos tiempos, no solo la política sino la iglesia evangélica, que ha sido sacudida por los movimientos neo-pentecostal, o carismáticos, (o como nos guste llamarlos), han hecho uso y abuso de una costumbre que ha aportado mucho más confusión y desigualdad, que claridad, tanto en la política como en las  iglesias evangélicas.

Hemos sido testigos como se han constituido matrimonios como pastores y pastoras, (…y los hijos pastorcitos) Hemos visto como las familias han formado clanes directivos en las iglesias locales. Los hijos de los pastores dirigiendo la adoración o la música u otros ministerios. Sin entrar en una valoración de capacidad, que de por sí la tienen, (por eso ocupan esos lugares), solo es ver o marcar un dato de la realidad especialmente en las megas iglesia.

En los años 80 un debate muy interesante se desarrolló en los ámbitos teológicos, especialmente latinoamericano. Y fue a través de la propuesta de  Donald McGavran y seguidores como Pedro Wagner sobre  “la iglesia homogénea como factor de crecimiento” (Iglecrecimiento) Según mi interpretación el mandato teológico de esta propuesta, era abrir una puerta al crecimiento a cualquier costo.  Sin duda la repercusión fue muy interesante y abrió un debate encendido.

La pregunta que se hacían algunos teólogos era si “la iglesia en su constitución básica neotestamentaría era en realidad homogénea o  heterogénea.- Habría que empezar por volver a releer el capítulo VII de Misión Integral de la voz teológica de René Padilla, (Pag. 136) quien dio una respuesta muy bien fundamentada,  diciendo, que la iglesia por su naturaleza debe ser heterogénea, múltiple, formada por distintas personas, de distintas clases sociales y diversidad de experiencias y pensamientos, donde el factor de unidad solo se da en Cristo Jesús.

Lamentablemente muchas iglesias que se han visto influenciada por los movimientos neopentecostales, no han oído este desafío siempre presente, de ser una iglesia que exprese la pluralidad del evangelio. Nepotismo y homogeneidad desde el liderazgo de la iglesia van juntos. La familia pastoral, (pastor-pastora-hijos-etc.-) dirigiendo una iglesia, da una imagen de un espacio cerrado, de unidad forzada y superficial.

Yo prefiero ver a hermanos y hermanas de distintas clases de experiencia, de distintas clases sociales, de distintas clases económicas, de distintas razas, unidos dando todos, la gloria a Dios con un solo mensaje de buenas noticias, que en Cristo podemos estar unidos más allá de nuestras diferencias y nuestras barreras sociales. La iglesia de Jesucristo siempre será una iglesia donde pueden liderar y orar juntos, personas tan diferentes entre sí como lo vemos en la iglesia de Antioquia en el cap 13 del libro de los Hechos de los Apóstoles. Jesús hace que los diferentes, sean hermanos. El nepotismo en las iglesias debe ser cambiado o transformado necesariamente por la participación de todos aquellos que en condición de igualdad, son reconocidos por sus dones espirituales y no por sus lazos sanguíneos familiares.-      

Sobre el autor:
Hugo Daniel Ramirez es argentino, pastor bautista desde 1978.  Egresado del Seminario Internacional Teologico Bautista. Vive actualmente en San Carlos Centro, Provincia de Santa Fe, Argentina


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