Este acontecimiento histórico controversial de alguna manera no quiere morir. Siempre que hay un aniversario se organizan mesas redondas, películas, foros, muestras fotográficas, etc. Lo curios es que gente que no estuvo de acuerdo con este movimiento en esos años hoy lo reivindica como un hecho histórico y cultural del cual se pueden sacar muchas lecciones. En Chile a raíz del movimiento estudiantil que sigue adelante, muchas veces se hizo esta comparación.
Hace poco participé en una muestra de cine francés en la Alianza Francesa y conversé con una argentina que vivió estos hechos en su época de estudiante en París. Fue interesante el diálogo y su visión de ese evento que ahora comparto.
Me dijo lo siguiente: “Esos días rabiosos, de furia, de protestas y barricadas, de sueños que quedaron en el desván de la historia. Año de efervescencia revolucionaria, en el ’68 por primera vez los jóvenes asumían, en diversas ciudades del mundo, el papel de sujetos de cambio social que cuestionaban formas cristalizadas del autoritarismo en todos los ámbitos: el familiar, social y político. La ola de desconfianza estaba dirigida contra el capitalismo, la sociedad de consumo, la democracia burguesa y, claro, también contra Estados Unidos y la guerra de Vietnam. Casi todas las manifestaciones comenzaron en las universidades. La chispa se encendió en París, en Nanterre, el 20 de marzo, cuando los estudiantes se movilizaron contra la prohibición de que los hombres entraran en los dormitorios de las mujeres. El movimiento creció y se expandió poco a poco, el efecto contagio llegó a la Sorbona y a las calles del Barrio Latino, que pronto se transformó en un campo de batalla entre manifestantes y policías. Los trabajadores se aliaron y una huelga general sorpresa desembocó en la gran manifestación del 13 de mayo. Sintetizar esos sucesos, que lanzaron a más de diez millones de franceses a las calles, y que llevaron a De Gaulle a disolver la Asamblea Nacional y a anticipar las elecciones parlamentarias, no parece tan útil como preguntarse sobre la herencia que dejó este acontecimiento cuya significación y trascendencia sigue siendo imprecisas”.
Me aclaró: “Si estás hablando de alguien que tuvo 20 años, el problema es que confunde las impresiones de la edad con el evento, pero lo que se presta a mayor confusión es que para no hablar de Mayo del ’68, hablamos de Daniel Cohn Bendit (uno de los líderes universitarios)”. “Heredamos los problemas para encauzar las protestas. Un ejemplo es que en las manifestaciones contra la guerra de Irak, hubo un millón de personas en Londres, un millón en Berlín, en Francfurt, Amsterdam, Madrid, Barcelona y París, y esas docenas de millones de personas volvieron a sus casas al día siguiente sin ninguna posibilidad de organización y de darle coherencia a lo que querían ver realizado: la paz”.
Prosiguió: “El problema es que nos interesamos en mayo del ’68 cada diez años. Y como nos interesamos en circunstancias conmemorativas, el enfoque siempre se centra en el corto plazo, pero para mí es imposible pensar los sentidos en el corto plazo. Lo que me parece más complejo es que mayo del ’68 no para de producir efectos y cada uno de esos efectos transforma los sentidos.” Entre esos efectos subraya, “en junio del ’68 tuvimos el sentimiento de que el principal efecto fue beneficiar al régimen de De Gaulle”. Un año después, en 1969, “sentíamos que mayo del ’68 terminó con el gaullismo”. En este racconto, la historiadora recuerda que con la modernización llevada a cabo por el presidente Valéry Giscard d’Estaing a través de una serie de leyes sociales, la mayoría de edad legal pasó de los 21 a los 18 años; también destaca la legalización del aborto, propuesta por Simone Veil. “Se puede sostener que mayo del ‘68 fue el principio de una serie de revoluciones culturales importantes. Pero en el décimo aniversario, Regis Debray dijo que fue una trampa de la historia porque creó las condiciones favorables para el liberalismo, y desde entonces es totalmente imposible dar una respuesta única a la cuestión de la herencia”, señala la amiga argentina.
El presidente francés Nicolas Sarkozy, durante su campaña presidencial, utilizó al Mayo Francés de chivo expiatorio cuando afirmó que ese acontecimiento fue el responsable de todos los males que atraviesan la sociedad francesa. “Mayo del ’68 nos impuso el relativismo moral e intelectual. Los herederos impusieron la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo”, dijo Sarkozy. La amiga argentina advierte que en el mundo político francés, la derecha ha regresado con mucha fuerza. “Sarkozy recupera el valor de las ideas petainistas, con ganas de vengarse de las conquistas sociales ganadas”. También agrega que Sarkozy tiene una relación muy “posmoderna” con la historia. “Siempre saca los elementos de contexto para realizar golpes de efecto que funcionan peor que bien porque Francia es un país que guarda una relación muy especial con la historia. El ataque de Sarkozy produjo una respuesta sobre el campo intelectual, por ejemplo el libro de Alan Badiou, ¿Sarkozy es el nombre de qué?, pero no hubo respuestas de parte de los actores sociales que son los herederos de mayo del ’68”, subraya la amiga argentina.
Me cuenta que: “En sus memorias, Christian Fouchet, ministro de De Gaulle, escribió que en la noche del 30 de mayo había un ‘hombre triste’ y un ‘hombre feliz’. El hombre feliz era Pompidou y el hombre triste, De Gaulle, que sabía que era el fin de su estrella”. Por último me dice que el filósofo Gilles Deleuze publicó un artículo en 1984 en Les Nouevelles Littéraires en el que afirmaba que lo que había fracasado en mayo del ’68 no era la revuelta sino la sociedad europea en su incapacidad para hacerse cargo de la “nueva subjetividad” que la revuelta expresaba. Quizá la mejor herencia de aquellos años, sea la pulsión antiautoritaria, pero lo cierto es que esa efervescencia revolucionaria de la primavera francesa dejó en el aire muchas preguntas incómodas y conflictivas.
Sobre el autor
Víctor Rey es chileno, radicado en Ecuador. Coordinador de Relaciones Inter institucionales de la Fundación Nueva Vida en Quito. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción. En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.
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