El pasado 29 de Agosto publiqué en mi sitio de Facebook algunas fotografías de la ceremonia de la toma de posesión del nuevo Arzobispo de San José, Costa Rica, Monseñor José Rafael Quirós. Tuve el privilegio de estar allí por invitación del Arzobispo saliente, Monseñor Hugo Barrantes. Fui con el mayor gusto a la ceremonia en la Catedral y, después, al almuerzo que se ofreció en el Seminario Mayor de San José.
Yo publico estas fotografías porque tengo amigos, amigas y familiares que siempre tienen la amabilidad de querer saber dónde estoy y qué estoy haciendo en mi ministerio y mi trabajo. De esta manera mantengo contacto con mis hermanas, sobrinos, mi suegro, cuñados y otros familiares que viven en Colombia y en España. También me sirve para no alejarme tanto de quienes son miembros de las iglesias que he pastoreado, de los estudiantes a los que les he enseñado y de los amigos con quienes he compartido una parte de mi vida. Son fotografías para eso: para avivar la amistad y no dejar que la rutina del trabajo me consuma entre informes y proyectos. Una manera, también, de curar inútilmente mi nostalgia de amistad.
Sin embargo, algunas fotografías, como las del 29 de Agosto y las que publiqué hace un mes después de regresar del Vaticano, dan motivo para que algunos de mis seguidores de Facebook (¡cuánto me alegra tenerlos!) expresen sus inquietudes acerca de mi comportamiento interconfesional (o ecuménico). No es la primera vez que lo hacen y es derecho que tienen… así en algunas ocasiones se expresen con indisposición y hasta con rabia. Algunos me reclaman, otros me juzgan, aunque son más los que celebran. Unos temen que esté desconociendo mi fe evangélica bautista y olvidando las históricas diferencias entre protestantes y católicos; otros piensan que tales acercamientos no deberían darse si primero los católicos con los que me encuentro no dejan la veneración a María, abandonan su fidelidad al Papa y deciden desalojar de sus templos las imágenes de Jesús y de los santos. Algunos hasta me recomiendan que primero «los evangelice» a la manera evangélica para que tengan la oportunidad de «hacerse cristianos» (porque hay quienes piensan que la evangelización es un mecanismo para ofrecer la salvación solo a los que creen como ellos).
Todo esto me da la oportunidad para unas amistosas aclaraciones. Lo primero que quiero aclarar para que me conozcan mejor —porque ya sabemos que en las redes sociales uno tiene muchos amigos que uno no conoce, aunque ellos dicen que lo conocen a uno— es que mis acercamientos ministeriales hacia el catolicismo, no son de ahora. Es un peregrinaje que comencé hace más de 25 años siendo pastor de la Iglesia Bautista de San Fernando, en Cali, Colombia y directivo de la entonces Convención Bautista Colombiana. Quienes fueron miembros de esa comunidad recordarán mi frecuente participación en programas de radio dirigidos por ilustres sacerdotes de la ciudad, que asistía a las celebraciones ecuménicas y que era amigo de varios sacerdotes y catequistas católicos. A partir del año 1995, siendo ya rector del Seminario Teológico Bautista Internacional (hoy, Fundación Universidad Bautista) esas relaciones se hicieron más amplias y diversas: me acerqué al rabino de la ciudad y entable una amistad que, a pesar del tiempo y la distancia, aún perdura. En 1996 fui, junto con el rabino Gabriel Minkowicz, uno de los cuatro fundadores del Foro Ecuménico de Cali (1996) y miembro de varias iniciativas inter-religiosas. Mis acercamientos, en ese entonces, me permitieron conocer de manera personal a Monseñor Isaías Duarte Cansino (arzobispo de la Arquidiócesis de Cali entre 1995-2002) y trabajar a su lado en uno de los esfuerzos ecuménicos a favor de la paz. Monseñor murió asesinado el 17 de marzo de 2002. En la noche de su muerte escribí un artículo titulado Mis recuerdos de Monseñor que fue publicado en la cartelera del Palacio Arzobispal.
Soy interconfesional por temperamento y vocación, así nunca haya sido miembro de una iglesia afiliada al movimiento ecuménico institucional (Consejo Latinoamericano de Iglesia o Consejo Mundial de Iglesias). Siempre he pertenecido a los bautistas de corte tradicional y, como tales, muchos de ellos anti-ecuménicos. Una experiencia sin igual fue ser uno de los representantes de la Alianza Mundial Bautista en el diálogo entre los bautistas y el Vaticano, en el año 2000, con la presencia del recordado cardenal alemán Walter Kasper, entonces presidente del Consejo Pontificio para la Unida de los Cristianos.
Después de radicarme en Costa Rica, mi vocación ecuménica creció gracias a las oportunidades que me da Visión Mundial Internacional, organización para la cual sirvo agradecido Esta es una organización de ayuda humanitaria dedicada a servir en el nombre del Señor a las personas más necesitadas, sin importar su credo o filiación eclesiástica. Trabajo en un ambiente de fe, que respeta las diferencias y se enriquece de ellas.
Una segunda y última aclaración. Yo desarrollo estas relaciones tras dos objetivos: hacer amigos y facilitar puentes de encuentro para que juntos trabajemos desde nuestras diferencias a favor de un mundo más justo y solidario; un mundo mejor. Estos dos objetivos me interesan por igual; ninguno es superior al otro. No hay fuerza trasformadora más grande que la amistad puesta al servicio del cambio social. Recuerdo a Jesús cuando le dijo a sus discípulos: «Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes» (Juan 15:15). Sin amigos no es posible el reino, así haya quienes me recomienden que no tenga estos amigos, sino solo hermanos de mi misma iglesia.
Como pastor aficionado a la teología (porque decir que soy teólogo me ruboriza) tengo razones teológicas que argumentan mis dos objetivos; ¡para que no se piense que solo me animan motivos de diplomacia eclesiástica! Creo que el reino de Dios se fundamenta en la amistad y se proyecta en el servicio; que por medio de la amistad damos testimonio de ese reino y por el servicio promovemos sus valores. Creo que la fraternidad cristiana no exige la uniformidad de nuestras creencias, sino la calidad de nuestras actitudes y que seguir a Jesús no es encasillarme en una iglesia particular, sino abrazar al Pueblo de Dios que siempre está más allá de mis fronteras y más lejos que mis caprichos. Al fin y al cabo, el reino es más que la iglesia y la amistad no se limita a un credo.
Creo, además, que cuando la fe se torna excluyente, deriva en fanatismo; que cuando considero que mi fe es mejor que la de los demás, me expongo al riesgo de la intolerancia; que cuando pienso que solo mi Iglesia tiene la verdad, me privo de conocer la verdad que le falta a nuestra Iglesia. Y yo, créanme, le tengo miedo al fanatismo, me asusta la intolerancia y dudo mucho de las iglesias que se creen exclusivas.
Quienes me critican por Facebook, me hacen un gran favor: el de querer ser mis amigos, aún sin comprenderme y el de llamarme hermano sin necesidad de creer lo yo creo. ¡Cómo no brindar por la amistad!
Sobre el autor:
El pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica. Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International y autor de varios libros.
Anteriormente fue Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Colombia.
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