Hermenéutica bíblica desde la niñez - Perspectivas Latinoamericanas, Segunda parte

Por Juan José Barreda, Perú y Argentina

Hermenéutica bíblica desde la niñez - Perspectivas Latinoamericanas, Segunda parte


3. Niños y niñas sobreentendidos e ignorados en los relatos

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Definitivamente el patriarcalismo y el adultocentrismo influyeron en la composición de las Escrituras como para que las voces de niños y niñas no fueran incluidos. Este es un hecho más notable en el caso de las niñas que de los niños, y más aún, cuando se trata de extranjeras y pobres. Conocemos de Ismael, de Samuel, de José, de Daniel, pero no conocemos ni el nombre de la niña esclava que se atrevió a ayudar a su esclavizador. Las perspectivas patriarcales impregnaron las composiciones bíblicas, ya sea, en la selección de sus personajes, en las perspectivas de género en los relatos, en sus interpretaciones de la historia, en la teología que desarrolla, entre otros aspectos.[1] En el patriarcalismo los niños y las niñas, conjuntamente con las mujeres adultas, y los hombres que no llenaban los parámetros de masculinidad establecida, fueron postergados de sus derechos y libertades como seres humanos. La infancia, en la sociedad israelita, fue vinculada al círculo femenino y doméstico, al menos en los primeros años de vida. En el niño varón, la infancia fue un período de transición y de formación en su comprensión excluyente de ser hombre.[2] En el mundo helenístico y romano las cosas no fueron muy diferentes dependiendo de cada pueblo. En el imperio romano el paterfamilias gozó de plena autoridad en la casa y se esperó de sus hijos plena sujeción.[3]

Una práctica esencial en una exégesis bíblica desde la niñez debe de visibilizar a quienes están ocultos, ya sea por el relato bíblico, pero también por exégesis adultocéntricas. En expresiones como: "mi familia y yo serviremos al Señor" (Jos 24:15), "los de la familia de Cloe" (1 Cor 1:11), "la iglesia que está en tu casa" (Rom 16:5), entre tantas otras, debemos de incluir como participantes activos a niños y niñas. En ese ámbito ellos pudieron desenvolverse con mediana o gran libertad. Era responsabilidad de los adultos educar a sus hijos e hijas en la fe, por lo que seguramente ellos participaron de muchas actividades y decisiones familiares. La imagen del padre adusto y la madre ultra-sumisa que algunos construimos sobre los pobladores de Israel no es apropiada para cada caso, ni por razones individuales sobre su personalidad, ni por las estructuras sociales. Por ejemplo, la mujer campesina, la niña, probablemente tuvo muchas libertades en vista a la necesidad familiar que todos los miembros compartieran las muchas labores que tenían que compartir para subsistir. No se les enseñó la sumisión en todos los casos y formas, ni se les exoneró de tratos que le permitieron crecer y tener experiencias de vida laboral y responsabilidades como muchas veces se ha querido imaginar.[4]

Sin embargo, en muchas historias, especialmente en los relatos de guerras, se debe advertir el gran sufrimiento al que estuvieron expuestos los niños y niñas. Muchas veces se hablan de ciudades destruidas, pero no se piensa en las repercusiones sobre niños y niñas que ni formaron parte de las decisiones de guerra, y muchas veces sufrieron las consecuencias de las guerras con vejámenes y esclavitud. En este caso no es ya que no se mencione sus nombres, sino que ni siquiera se les menciona como miembros específicos de la población (p.e. Gn 19:25; 34:27-28; Dt 13:15-16; etc.). También lo podemos ver cuando se habla de la muerte de soldados varones. Posiblemente muchos de ellos fueron padres que dejaban huérfanos y viudas, y que la situación de los niños y niñas en particular terminara en la mendicidad. Por ejemplo, en el recuento de lo sucedido Jueces 1 se usan expresiones como: "En Bézec derrotaron a diez mil hombres" (v. 4), "...atacaron a Jerusalén; la capturaron, matando a todos a filo de espada, y luego incendiaron la ciudad" (v. 8), "Los hombres de Judá también conquistaron las ciudades de Gaza, Ascalón y Ecrón, cada una de ellas con su propio territorio" (v. 18), "...pero al hombre y a toda su familia les perdonaron la vida" (v. 25), "Sólo cuando Israel se hizo fuerte pudo someter a los cananeos a trabajos forzados" (v. 28), y así sucesivamente. Si observamos veremos que no se explicita la presencia de niños y niñas, pero sabemos que sufrieron las consecuencias de tales situaciones (orfandad, traumas de guerra, enfermedad, miseria, desarraigo, muerte). De forma similar sucede con textos del Nuevo Testamento, por ejemplo, cuando se trata el tema del repudio a la mujer en Marcos 10:1-10 y paralelos, no se menciona para nada a los hijos ni cuál sería su situación con tal situación de su madre (cf. 1 Cor 7).

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Otra manera de invisibilizarlos está en no reconocer su condición de niños o jovencitos en los textos bíblicos cuando hacemos exégesis. Por ejemplo, si se cree que por lo general una mujer y un hombre israelitas eran casados a los 12-14 y 18-20 años aproximadamente,[5] ¿qué edad imaginamos que tienen los protagonistas del Cantar de los Cantares? ¿Qué edad tiene Miriam la hermana de Moisés que guía al pueblo entonando tremendo cántico de liberación? El gran profeta Samuel empieza su ministerio siendo muy jovencito, sino un niño. ¿Qué edad tiene el joven Daniel que toma la fuerte decisión de ser fiel a Dios en medio de la esclavitud? ¿Y María, la madre de Jesús? ¿José? Si bien es cierto no debemos de caer en anacronismos respecto a la idea de niñez para esos tiempos, igualmente, debemos de pensar que no eran adultos mayores como muchas veces los imaginamos.[6]

Para ir cerrando con esta sección, quisiera compartir algunas apreciaciones e intuiciones. Creo que una hermenéutica bíblica en clave de niñez debe partir desde el hecho que el análisis bíblico honesto es muy importante. Honesto en el sentido de no caer en prácticas apologéticas que no nos permitan advertir los testimonios, buenos o no, que los textos bíblicos nos ofrecen. En este sentido, podremos nutrirnos de otras experiencias anteriores como las hermenéuticas de la liberación y aquellas en perspectivas de género. Sin embargo, y como veremos después, hay particularidades en la clave de niñez que aún ayudarán a revisar los presupuestos hermenéuticos y perspectivas bíblicas de estas dos hermenéuticas mencionadas.

Los métodos de la sospecha nos pueden ayudar en buena medida a discernir el mensaje bíblico y releerlos en clave inclusiva y de vida plena. Será valioso observar condicionamientos sociales, ideologías que presuponen los textos bíblicos, así como también, ejercitar el ver que intereses y relaciones de poder se construyen con ciertas miradas de la niñez. Me parece igualmente rico advertir, ya en los mismos relatos, el silencio de tantas voces, procurar recuperar sus historias y posibles visiones de la vida con un buen acercamiento interdisciplinario: pastoral, antropológico, histórico, sociológico, literario, entre otros. La re-escritura, y no solamente la re-lectura, es un ejercicio que aún sin notarlo lo hacemos, pero explicitarlo y someterlo al análisis con mejores herramientas nos ayudará a ser más fieles a las tradiciones bíblicas, y más pertinentes a nuestros mundos actuales.

Segunda parte:
Lectura sociopolítica de los textos

1. De niños ricos e hijos del poder

Isaías 7:10-17 es uno de los textos más conocidos por los cristianos en vista a la interpretación mesiánica que hace de éste Mateo 1:22-23. Los especialistas consideran al primer Isaías (caps. 1-39) como un escrito que correspondería al período de vida del profeta original. Este profeta es conocido como un profeta de la casa real de Judá, profeta vinculado con la dinastía davídica. En estos versículos nos encontramos con la mención del niño Emmanuel, "Dios está con nosotros". Ante la inminente destitución y muerte del rey Acáz, Dios promete por medio de Isaías que los seguirá acompañando, y la señal está en la gestación de un niño. La simbólica de la gestación y pronto nacimiento de un heredero es hermosa porque en la misma vida es que Dios transmite esperanzas al pueblo. Un niño representa una puerta abierta, un camino nuevo aún no recorrido.

Sin embargo, no debe de perderse de vista de qué esperanza se trata, en cómo está basada. Quienes perciben la bendición de Dios son aquellos que legitiman el sistema monárquico como sostenido por Dios. Queda claro que en la literatura deuteronomista, donde se narra el reinado de Acaz y la de su hijo sucesor Ezequías, se pueden percibir las tensiones en el pueblo hacia una organización monárquica y el ideal de las tribus autogobernadas bajo la guía de líderes que Dios mismo levantaba (Jueces). Lo cierto es que la imagen del niño que viene, históricamente es una mala noticia para Acaz y sus contemporáneos, pues no será sino hasta que sea grande que el niño rey gobernará personalmente. Mientras tanto, no se sabe qué sucederá. Por la concepción dinástica y la conservación del orden establecido en la monarquía, el destino de este niño está marcado: deberá de ser rey. Vivirá con las responsabilidades que ser descendiente de un rey traen para su vida, y con los privilegios a los que tantos otros niños y niñas no acceden. Aunque se dice que se alimentará pobremente,[7] no deja de ser una figura en el poder y de prestigio adquirido por herencia dinástica. Pero no todos en Israel estaban de acuerdo con el modelo real o con la dinastía davídica. En la misma literatura deuteronómica se pueden percibir tensiones en la población. Así, el niño en gestación es un enigma en cuanto a cómo será su proceder, abre esperanzas para unos porque significa la perpetuidad de una familia que tiene la bendición de Dios, pero otro no ven sino la continuidad de un modelo que los ha despojado de sus derechos, que ha centralizado el culto y privilegiado a pocos,  en otros casos, que ha despojado a Dios del gobierno del pueblo. Con este niño se legitima una organización política-religiosa con la que algunos no están de acuerdo, y su infancia les señala que la dinastía davídica, y no otras familias, seguirá gobernando.[8]

De forma semejante, en Isaías 11 se profetiza el resurgimiento de la dinastía davídica y de un gobierno monárquico. Este rey tendrá grandes cualidades procedentes del obrar de Dios, y su reino estará caracterizado por la justicia hacia los pobres y sometidos. Usando de forma metafórica las relaciones entre fieras salvajes y un niño (vv. 6 y 8), se describe un tiempo de paz.

Pocas veces se ha observado que este hermoso tiempo donde las fieras se dejan guiar por, e interactúan dócilmente con, un niño pequeño responde a las expectativas de una organización política monárquica. Es decir, no se debe de obviar estos detalles que pueden influir, directa o indirectamente, en el inconsciente colectivo que podría esperar en dicho tipo de acceso al poder, y de una organización social verticalista un tiempo como ese. En una hermenéutica bíblica desde la niñez es importante observar que usar al niño como metáfora no presupone inocencia de parte de quienes la usan, sino que una imagen tan tierna puede ser usada para sostener relaciones poco inocentes, y más bien, ser objetos de propaganda para sostener relaciones sociales injustas. La relectura de este texto en la actualidad no puede caer en la ingenuidad de obviar el contexto político y las dinámicas socioeconómicas a las que responde.

A este respecto ya en tiempos del intertestamento tenemos testimonios de relecturas de Isaías 11 donde parece haber cierta reticencia al modelo mesiánico davídico, o quizá al modelo mesiánico real en general. Así parece mostrarlo en el texto encontrado en las cuevas de Qumrán llamado 4Q165.[9] De este texto solamente diré que se puede percibir una interpretación de Isaías 11 en clave mesiánica donde, sin embargo, se atenúa la centralidad de la dinastía davídica y aún la imagen de un rey. Por otro lado, en la misma literatura de Qumrán las expectativas se focalizan en una diversidad de figuras de diferentes procedencias (sacerdotal, profética, maestro, jefe del pueblo, ¿figura celestial?). Un dato particularmente importante es que en ningún momento se usa el término hebreo melek ("rey") para definir al Mesías. Volviendo a la interpretación de Isaías 11, podría decirse que hay una tendencia por desligar el tiempo mesiánico de la familia real davídica, y aún más, quizá de la institución monárquica.

Nos es más familiar la relectura de la figura mesiánica que hace el Evangelio de Mateo. La cita de Mateo 1:20b-23 cita la tradición davídica, pero lo que significa ser Emmanuel a lo largo del Evangelio es ser pobre, siervo del pueblo, maestros, sanador. En este Evangelio se puede percibir una deconstrucción de las esperanzas dinásticas, y aún, de la figura real. ¿Qué rey sirve al pueblo como lo hizo Jesús y es fiel a su entrega hasta la muerte? El niño Emmanuel sigue siendo una figura esperanzadora, pero esta esperanza es generada desde una perspectivas política bastante diferente a los modelos reales pre-existentes y aún contemporáneos. Vale preguntarse, en una lectura postcolonial y desde la hermenéutica desde la niñez si la figura "reino de Dios" no debería deconstruirse, entre otros, desde el mismo uso de terminologías socialmente más dialogantes, más lúdicas y horizontales en cuanto a las relaciones de poder, que re-signifiquen las prácticas y enseñanzas más profundas que Jesús, ese niño nazareno, nos compartió a lo largo de su vida.

2. Familias patriarcales: lugar de los niños y de las niñas

Como ejercicio hermenéutico es muy importante comprender al niño en su contexto social más cercano: la familia patriarcal. Por la brevedad de este trabajo no puedo entrar en pormenores, pero como se dijo ya, es importante advertir el hecho que hubo grandes diferencias sociales entre el niño y la niña. Estas diferencias marcaron también sus visiones del mundo, sus expectativas en la vida y su imagen de sí mismos. Las preferencias hacia los varones sobre las mujeres se puede percibir a lo largo de las Escrituras, tanto en el contexto israelita como en el greco-romano.[10]

Para que el niño israelita pasara a ser considerado un hombre debía de ganárselo a través de sus logros, muchos de los cuales estaban ligados a hechos militares, económico-laborales, y a llegar a la paternidad.[11] Su fragilidad para ciertas actividades, su falta de experiencia, su vulnerabilidad por razones biológicas, fueron contrapartidas de las expectativas de ser un hombre en el marco patriarcal. El ser hombre fue la entrada a la alianza con Dios, es decir, de formar parte de la asamblea del pueblo. Un proceso parecido vivió el varón en el contexto greco-romano.[12] La concepción negativa sobre la mujer, aunque no fue compartida por todos ni del mismo modo, debió influir en la crianza y el afecto hacia los hijos hombres o mujeres.[13] Los niños fueron criados para la vida pública, las mujeres para la vida privada. El niño para el liderazgo en la familia y en la sociedad, la mujer para la obediencia y para honrar al marido.[14] Pensar en la familia antigua nos lleva también a pensar en el ambiente en el que se criaron. Los estudios arqueológicos nos revelan que muchas madres morían en el momento del parto, por lo que se sabe que muchos niños y niñas fueron criados por sus tías y/o abuelas. Con todo, no se debe pensar con estas descripciones que la vida de los niños y niñas era necesariamente triste y mala. Al menos en lo que fueron sus expectativas y los mandatos culturales para ellos.

3. Huérfanos... niños y niñas "en situación de abandono"

En el Antiguo Testamento especialmente, pero también en el Nuevo, encontramos muchos textos que ordenan al pueblo de Dios a proteger a los "huérfanos" (heb. yatöm). Definitivamente, aquí se está hablando de niños y niñas, no de adultos; y aparentemente, de niños y niñas sin parientes que se hagan cargo de ellos. Los huérfanos suelen ser mencionados con "la viuda", y "el extranjero". De las viudas puede decirse también que se trata de aquellas que no tienen familiares que se hagan cargo de ellas. Estos tres grupos de personas se presentan como socialmente vulnerables. El que se les incluyera como prototipo de vulnerabilidad nos señala que la orfandad era un hecho extendido. No vamos a hablar aquí de la viudez femenina, ni de los extranjeros -entre los cuales podemos pensar también en niños y niñas-, pero las causas del quedar huérfanos fueron diversas. Por datos directos e indirectos de los textos bíblicos podemos saber e imaginar varias razones: el asesinato de sus padres en tiempos de guerras, la muerte de sus padres por enfermedades, la muerte de la madre sola tras haber sido repudiada conjuntamente con el hijo o hija, la condición de impureza del niño o niña por la que se le expulsó de la casa (lepra, defectos físicos, discapacidades).

Particularmente, en tiempos de guerra debieron de ser muchos los niños y niñas que quedaron sin padre -y madre (cf. Ex 22:24). Muchos debieron de huir a otros pueblos y mendigar por alimentos y cobija. Niñez, violencia, mendicidad, injusticia estructural, abuso-explotación, esclavitud, todas estas concepciones y valores están detrás de la idea de "huérfanos". Pero también se debe de pensar en: lucha por subsistir, organización con otros pares, creatividad, valor, libertad. Los huérfanos son de alguna manera "niños y niñas en situación de calle".[15] Las razones de su vulnerabilidad no es primeramente biológica o psico-social. No están ontológicamente vinculados a su juventud o inocencia, sino con un pecado estructural que no le permite a las niñas heredar la tierra, y con una situación de indefensión que los expone a la expropiación y explotación (cf. Prov. 23:10, Is 1:17,23; Jer 5:28). Es posible que las niñas vieran una solución, llegada la edad, en ofrecerse como concubinas o siervas a un hombre que pudiera sostenerlas (cf. Ruth, la mujer de Samaria). El llamado a cuidarlos es a toda la sociedad. En muchos mandamientos se ordenan prácticas económicas que les permitan subsistir. Se prohíbe su expropiación y explotación, y se dice que Dios mismo será su padre (cf. Ex 22:22; Dt 14:29; 24:17,19-20,21; 26:13; 27:19; Sal 68:5; Jer 49:11; cf. Jn 14:18; Sant 1:18). Una interpretación bíblica desde la niñez precisa conocer estos y muchos más detalles de la situación y vida de niños y niñas de épocas bíblicas y en diversos contextos. A menudo, la mirada romántica sobre la niñez no nos ha permitido ver estas particularidades. Pero al observarlas y ver los textos en perspectivas hermenéuticas contextuales, podemos ser iluminados de estos textos y los cuidados que Dios propone hacia estos niños como una prioridad de la vida de fe -no como un mero ministerio "opcional" y caritativo de la iglesia-, como un llamado a cambios estructurales y culturales a los que estos niños, y otros en condiciones de vulnerabilidad similar, nos pueden guiar. Una nueva evangelización es posible.

4. Niños y niñas esclavos[16]

La situación de los niños y niñas esclavos fue muy cruel, y lamentablemente, muy común. En el mundo greco-romano, los esclavos ocupaban el escalafón más bajo de la sociedad, y porcentualmente, por ejemplo en el imperio romano, fue un sector importante en la población y la producción en algunas época y regiones. Un niño o niña llegaba a ser esclavo de varias maneras: por secuestro o sometimiento (guerras), por venta (de los padres por causa de deudas o pobreza), y por nacimiento (hijo de progenitores esclavos). Según afirmó Aristóteles (Política 1.1254a7), el esclavo fue un ser humano que debía pertenecer a otro porque no podía valerse por sí mismo. Los niños y las niñas esclavos eran vendidos a temprana edad y, salvo pocas excepciones,[17] no fueron criados por sus padres a quienes muchas veces no conocieron. No se conocen estadísticas sobre la población infantil esclava, pero es probable que fuera mucho mayor de lo que comúnmente se piensa. Por lo general, el esclavo estaba expuesto a trabajos desgastantes y a enfermedades que acaban pronto con su salud y vida. La renovación del trabajo esclavo debía realizarse por adquisición y nacimiento. La población infantil esclava pudo verse acrecentada para su venta, especialmente cuando el niño o niña adquirieron destrezas en el campo o la casa del señor. Al ser un objeto de pertenencia, eran criados para depender de sus amos y desarrollar una noción muy negativa de sí mismos. La completa sumisión se lograba con la imposición de una idea de dependencia de la guía de sus amos.

A los niños y las niñas esclavos se pretendía quitarles la propia identidad. Su identidad estaba vinculada aquella que sus amos le asignaban, y podía suceder que antes de llegar a la pubertad un niño o niña hubiera tenido varios amos que le asignaran diferentes nombre, roles, y con quienes tuvieran diferentes tipos de vinculo. Por ser esclavos no tenían honor (lat. dignitas),[18] por lo que tampoco podían acceder al derecho ni a reclamo alguno en casos que sufrieran mayores abusos. Como esclavos eran entrenados para realizar diversas tareas de servidumbre. En el mejor de los casos, desarrollaban tareas domésticas, pero estaban quienes tenían que desarrollar trabajos duros en el campo, o en otros espacios, muchos de los cuales acababan con su salud. En estos casos, las niñas eran más valoradas que los hombres puesto que podrían procrear y generar ingresos a sus amos.

Una de las situaciones más dolorosas a las que estaban expuestas las esclavas era los abusos sexuales. Las niñas eran expuestas a todo tipo de degradación que satisfaga los deseos de sus amos. Por otro lado, sus cuerpos eran propiedad de sus amos y amas, y así, por ejemplo, la historia de la jovencita designada a "calentar" el cuerpo de anciano rey David con su propio cuerpo. La ubicaron y se la entregaron como objeto (1 Rey 1:1-4).[19] Una situación de explotación sexual le sucedió a la probablemente jovencita Agar, una esclava doméstica dedicada exclusivamente a Sara,[20] quien es "entregada" por su señora a Abram para "darle" un hijo (Gn 16:1-16). Luego es desechada, cual objeto descartable, conjuntamente con su hijo pequeño (Gn 21:8-21). En el trabajo de edición de estos textos se pueden ver las tensiones entre diferentes tradiciones y grupos sociales encontrados. En la historia de Agar están quienes ven "memorias de esclavos" que rescatarían el valor de esta joven al enfrentarse a sus amos, su búsqueda de libertad y el apoyo de Dios. Esto nos lleva a ver otras dimensiones del texto que no siempre exploramos.[21] También está la historia de "la hija de" Jefté en Jueces 11, una jovencita o niña que es sacrificada por la promesa de su padre. El honor del padre es puesto primero a la vida de su hija, y así, ésta muere sin criticar lo dictado por su procreador, pero lamentando que no llegara a tener hijos.[22] Pensemos nuevamente en los textos que aluden a conquistas y guerras, toma de rehenes y destrucciones masivas. Lo más probable es que en estas situaciones estemos aludiendo a niños y niñas esclavizados, a situaciones de abuso sexual y todo tipo de atropello. Esto nos hace ver que una hermenéutica desde la niñez debe de saber ver lo que aparentemente no es visible, pero sí está en el texto bíblico.

En la Biblia nos vamos a encontrar con textos que denuncian los abusos contra los niños y niñas explícitamente. Otros, quizás con perspectivas diferentes, o porque el relato pone énfasis en otros aspecto del hecho, pasan por alto situaciones de abuso y maltrato a los niños y niñas. En ciertos casos, ni los critican ni los pasan por alto, sino que los naturalizan como parte de "lo que debe ser", o aún, como un mandamiento divino. El segundo y tercer grupo de textos son los más difíciles de interpretar. Las herramientas que nos aportan las ciencias sociales ayudan a descubrir muchos aspectos de la vida en los tiempos bíblicos que ignoramos. Pero también, nos ayudan a ver la posición que las mismas composiciones bíblicas reflejan respecto a esas realidades. Una lectura contextual y sociopolítica no debe ignorar el posicionamiento social y teológico de cada escrito. Se debe aceptar el desafío, la problemática, de optar por la toma de posición frente a un texto sagrado con cuyas enseñanzas o alusiones discrepamos. Un exégeta honesto/a no evadirá esta problemática, la planteará y se atreverá a correr los riesgos de la interpretación.

Una hermenéutica bíblica desde la niñez no puede caer en la trivialidad de reducir su labor a interpretar los textos bíblicos de forma armónica a los modelos de niñez establecidos, ya sea desde los patrones culturales dominantes o bien desde los dogmas eclesiales. No puede caer en la idea del fundamentalismo que su ejercicio es meramente "extraer" el contenido del texto sagrado. ¿Qué hacer, entonces? Creo que lo primero que debemos de hacer es no obviarlos, y menos aún, buscarles una interpretación tal que nos evada la responsabilidad de confrontarnos a ellos. Estoy convencido que la interpretación literalista de pasajes como estos ha servido para justificar, indirectamente, y por ello, poderosamente, el abuso y maltrato de menores. Miradas que obviaron la lectura contextual y problemática de textos bíblicos como estos nos han llevado a la "pasividad activa", a la naturalización de la esclavitud en todas sus formas, a desprecio hacia la realidad que viven niños y niñas en nuestros contextos, y la reducción de los ministerios infantiles al entretenimiento.

Otros, quizás muchos también, desacreditan a las Escrituras en su totalidad en base a ciertos textos con los que son difíciles de compatibilizar hoy (la hermenéutica que hace Génesis 21 de Génesis 16, por ejemplo, es difícil de aceptar como adecuada cuando presenta a Dios como quien anima a Abraham a aceptar la expulsión de Agar e Ismael). Sin embargo, al final, caen en el mismo paradigma concordista o fundamentalista en el que se espera uniformidad de perspectivas teológicos y culturales en un escrito que reúne siglos de vida e historia, y cuya normatividad o inspiración para el hoy no pasa por los cánones de "perfección", "eficiencia", inerrancia" -adoptados de la modernidad y el capitalismo-, que se les ha impuesto a pesar de lo atestiguado en los mismos textos.

Por último, creo también que el mismo desafío la tienen ciertas lecturas contextuales que no llegan al fondo del asunto. Es decir, hablan del contexto del texto, usan ciertos aportes de las ciencias sociales, pero finalmente tratan de armonizar las "enseñanzas" "sacadas" del texto bíblico con ciertos presupuestos dogmáticos o perspectivas idealizadas de la niñez que quieren defender. ¿Podremos al menos problematizar las enseñanzas sobre la niñez en la Biblia, a los mismos textos como reflejo cultural y socioeconómico, y a las miradas que tenemos de ellos en las organizaciones religiosas? Me parece que la dura realidad de miles de niños y niñas latinoamericanos nos exhortan a que lo hagamos en la fe de un Dios que los ama, y en la búsqueda que este amor se suscite como un acontecimiento en cada uno de ellos y ellas.[23]

CONTINUA...

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Notas:

[1] Advertir estas características de la Biblia no cuestiona la realidad de la revelación en sí, sino que nos planea cómo se dio tal revelación, cómo la comprendieron los antiguos hombres y mujeres de fe, y lo que esta realidad significa para una hermenéutica bíblica actualmente.
[2] La oración: "Te agradezco Señor por no haberme echo, mujer, ladrón o gentil" expresa claramente la mirada machista con la que se entendió la vida.
[3] Suzanne Dixon, The Roman Family, Londres, John Hopkins University Press, 1992, especialmente, los capítulos 2 y 3.
[4] P.e., en Éxodo 2:16-21, las hijas del sacerdote Reuel desarrollaban la labor de alimentar y cuidar las ovejas de la familia lejos de la casa paterna. Se puede ver que interactuaban con pastores varones, que en este caso las trataban mal.
[5] Cf. R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Barcelona, Herder, 1977, pp. 62-68, para el mundo hebreo; Sarah B. Pomeroy, Families in Classical and Hellenistic Greece. Representations and Realities, Oxford University Press, Oxford, 1997, pp. 23-36, para el mundo helénico.
[6] Véase las observaciones que hace a este respecto Esther M. Menn, "Child Characters in Biblical Narratives: The Young David (1 Samuel 6-17) and the Little Israelite Servant Girl (2 Kings 5:1-19)", en The Child in the Bible, edits. M. Bunge, T. Fretheim y B. Roberts Gaventa, Grand Rapids, Eerdmans, 2008, pp. 324-352.
[7] Para Severino Croatto, la expresión: "comerá mantequilla y miel" ilustra un tiempo de pobreza en Israel. Isaías 1-39, Buenos Aires, La Aurora, 1989, pp. 64-65.
[8] En América Latina las teologías de la liberación han trabajado textos como estos en perspectivas decolonizadoras. Quienes practican las lecturas postcoloniales de la Biblia reconocen su estrecha vinculación estas hermenéuticas latinoamericanas, con las que tienen muchos puntos en común, pero también diferencias. Cf. J. Punt, "The New Testament, theology and imperialism: Some postcolonial remarks on beyond New Testament theology", Neotestamentica 35/1-2 (2001), pp. 129-145; también, Lazare Rukundwa, "Postcolonial theory as a hermeneutical tool for Biblical reading", HTS Theological Studies 64/ 1 (2008), pp. 339-351.
[9] Véase, Juan José Barreda Toscano, La esperanza de los dos Mesías en los Textos del Mar Muerto (en proceso de publicación con Ediciones La Aurora y auspicio de Sociedades Bíblicas Peruanas), en el que se advierte que los Textos del Mar Muerto tiene una tendencia anti-monárquica y davídica, si no en su totalidad sí en muchos de ellos. Dichos textos presentan la propuesta de una sociedad más cercana a la del libro de los Jueces, donde los grupos se organizan comunitariamente y se vinculan entre ellas sin "soberanos".
[10] Algunos estudios sobre la posición de la mujer en el mundo greco-romano y en el cristianismo primitivo son: C. Osiek y M. MacDonald, con J. Tulloch, A Woman´s Place. House Churches in Earliest Christianity, Minneapolis, Fortress Press, 1989; Paul Heger, Women in the Bible, Qumran and Early Rabbinic Literature. Their Status and Roles, Leiden, Brill, 2014.
[11] La infancia no fue entendida como un período definido cronológico (p.e., mayoría de edad a los 18 o 21 años), sino como una construcción social y no meramente como una cuestión cronológica-biológica. Véase, Naomi Steinberg, The World of the Child in the Hebrw Bible, Sheffield, Sheffield Phoenix Press, 2013, pp. 11-25. Cf. el valioso estudio de Kristine Garroway, Children in the Ancient Near Eastern Household, Eisenbrauns, Indiana, 2014, pp. 16-47.
[12] Suzanne Dixon, The Roman Family, Londres, John Hopkins University Press, 1992, presenta un trabajo actualizado en el que nos muestra la diversidad de vivencias de la familia que coexistían en Roma. En esas experiencias, sin embargo, coexisten las grandes diferencias entre niños y niñas que señalamos arriba.
[13] Una ilustración de la visión que algunos judíos tenían sobre la hija mujer la encontramos en TB Sanedrín 100b: "Una hija es un falso tesoro para su padre. El temor que siente por ella le desvela por la noche: cuando es niña, teme que la seduzcan; de joven, que se descarríe; cuando está en edad de casarse, teme que no encuentre marido; cuando se casa, teme que sea estéril; y cuando es vieja, que se haga hechicera". Filón de Alejandría decía de la mujer: "En efecto, ninguno de los esenios toma mujer, porque la mujer es egoísta, excesivamente celosa, hábil para enredar en sus trampas las costumbres de su esposo y para seducirlo con sortilegios incesantes..." (Hipotética 11.14-18).
[14] Sobre los valores de honor y vergüenza en el mundo mediterráneo ver Bruce Malina, El mundo del Nuevo Testamento. Perspectivas desde la antropología cultural, Navarra, Verbo Divino, 1995, pp. 45-84; y Halvor Moxness, "Honor and Shame", en The Social Sciences and New Testament Interpretation, Hendrickson Publishers, Massachusetts, 1996, pp. 19-40.
[15] Un anacronismo que me permito para llevar al lector a pensar en las semejanzas de nuestros actuales niños en situación de calle con los "huérfanos" en la Biblia. Ver, Juan José Barreda Toscano, "Cuidados de Dios hacia niños/as de la calle en la Biblia", Materiales Bíblica Virtual, Niños/as y niñez en la Biblia, Buenos Aires, 2015, pp. 1-18.
[16] G. E. M. de Ste. Croix habla más ampliamente de "trabajo no libre", entre el cual está la esclavitud, pero que también incluye a la servidumbre y la servidumbre por deudas. Estos dos últimos implican el trabajo para dueños de tierras o trabajos domésticos, que tuvo alguna remuneración pero no la libertad plena. Es decir, se les obligaba a tareas que estaban ya establecidas, se les circunscribió a una clase social inferior de la que no había posibilidad de ascenso, y los ingresos que tenían eran mínimos negándoseles la posibilidad de poseer el medio de producción, y en ciertos casos aún, de cambiar de lugar de trabajo. Por otro lado, la fragilidad de su condición fue tal, que el señor propietario siempre tuvo el poder de sacarle todo lo que tenía el sirviente para trabajar y dejarlo en la absoluta miseria. La lucha de clases en el mundo griego antiguo, Editorial Crítica, Barcelona, 1981, pp. 160-208.
[17] Dale B. Martin, "Slave Families and Slaves in Families", en Early Christian Families in Context. An Interdisciplinary Dialogue, edits. D. Balch y C. Osiek, Michigan, Eerdmans, 2003, pp. 207-230. Martin sostiene que los esclavos, a pesar de tal condición, pudieron "servir" como esposos, esposas, hijos, padres, amantes, patrones y clientes con otros esclavos, liberados y personas libres. Sin embargo, debe reconocerse que estos casos no fueron muchos, y que en la mayoría de las veces no tuvieron las posibilidades de tener consigo una familia.
[18] Osiek y MacDonald, A Woman´s Place, pp. 103-105.
[19] Recomiendo el estudio de Mercedes García Bachmann, "Un rey muy viejo, y una muchacha muy linda, violencia casi imperceptible (1Rey 1,1-4)", RIBLA 41 (2002), pp. 50-57 (http://claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2/17-ribla)
[20] No se puede saber con precisión la de edad de Agar. La descripción de su labor la vincula con la esclava doméstica asignada específicamente a la señora. La costumbre era asignar a una jovencita a esta tarea. De Agar no se menciona otros hijos ni esposo. Las tensiones que encontramos en este texto no son solamente, y dentro del sistema patriarcal, entre esclava y patrona, sino entre una joven y una anciana, una extranjera y quien pertenecía al clan. Recomiendo ver, Milton Schwantes, A familia de Sara e Abraâo - Texto e contexto de Gênesis 1-25, Editora Vozes / Sinodal, Petrópolis, San Pablo, 1986.
[21] Cf. Mercedes Brancher, "De los ojos de Agar a los ojos de Dios (Génesis 16,1-16)", RIBLA 25 (1997), pp. 11-27 (http://claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2/17-ribla).
[22] Sugiero leer el análisis de este texto por Mercedes Navarro, Violencia, sexismo, silencio. In-conclusiones en el libro de los Jueces, Verbo Divino, Navarra, 2013, pp. 53-65.
[23] Esta observación viene en vista a tantas lecturas "rosas" de los niños y niñas de la Biblia que, o bien, ofrecen una interpretación en la que los niños parecieron vivir en un mundo ideal, psicologizado totalmente, y sin contacto con sus realidades; o bien, aquellas que anhelan en ir un poco más lejos usando herramientas de la lingüística y las ciencias sociales, pero terminan con afirmaciones teológicas que encajan dentro del dogma ya aceptado silenciando, de algún modo, lo que el mismo texto presenta problemáticamente y lo que esto significa para nuestra fe en el mismo texto en su categoría de sagrado.

Sobre el autor:
Juan José Barreda Toscano es peruano radicado en la Argentina. Es Doctor en Teología con especialidad en Biblia del Instituto Universitario ISEDET y pastor de la Iglesia Evangélica Bautista de Constitución, Buenos Aires, Argentina. Actualmente se desenvuelve como Conector Continental de la Red del Camino. Profesor Invitado de Sagradas Escrituras en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Es Director y Profesor de Bíblica Virtual (campus.biblicavirtual.com).


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