Sobre cómo y por qué evangelizar

Por Samuel Escobar, Perú y España 

Se ha despertado en el mundo una nueva sensibilidad hacia las realidades espirituales. Una nota de la cultura postmoderna es el renacer de la religiosidad. El racionalismo que se cerraba a la posibilidad de una vida espiritual o de un milagro ha caído en descrédito. Un creciente número de seres humanos hoy, especialmente jóvenes, no tienen vergüenza de creer y de aceptar que viven por la fe. En este nuevo siglo veintiuno la experiencia religiosa se vive sin inhibiciones.

En algunos casos esta nueva sensibilidad es manipulada, y se abusa de ella para dominar a las personas y explotarlas. A muchos nos quedan todavía en la memoria las imágenes de predicadores que se decían cristianos, como Jim Jones en Guayana, David Koresh en Texas, que llevaron a cientos de sus seguidores al suicidio colectivo. Los escándalos de predicadores de la televisión en países como Estados Unidos y Brasil son vergonzosos. Estos ejemplos dramáticos deben hacer reflexionar a todo cristiano. Resulta entendible la incomodidad que sienten algunos ante la idea de evangelizar. Sin embargo no debemos dejar que nos paralicen. Porque como discípulos de Jesucristo creemos en un Dios que está buscando a los seres humanos. El Espíritu de Dios es quien sensibiliza a las personas y las atrae hacia Jesucristo. Se cumple lo que él mismo anunció: Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí.

¿Por qué sigue Jesús atrayendo a hombres y a mujeres de toda raza, cultura, edad y condición? En Jesucristo encontramos la transformación radical de nuestras vidas no para empobrecerlas sino para enriquecerlas con su toque de eternidad y plenitud. El mismo decía: Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Dios está en acción, formando una nueva humanidad y llamando a hombres y mujeres a formar parte de las primicias, los primeros frutos de esa realidad totalmente nueva que El va a crear. Por eso es un privilegio único embarcarse en la tarea de evangelizar, sabiendo que podemos colaborar con el Señor en esta magna empresa que él lleva adelante. Por eso es también una gozosa aventura la de vivir contribuyendo como sal y luz a la preservación de un mínimo de vida humana en nuestro planeta.

Una nota de nuestra época es la pérdida de esperanzas debido al colapso de las utopías. Sin embargo, todavía palpita en muchos, en especial entre la gente joven, el anhelo de cambios y de un mundo mejor. Cada nueva generación es un llamado a la esperanza y ese anhelo de un mundo distinto es parte de la imagen divina que el Señor ha puesto en sus criaturas. Ese mundo nuevo se empieza a forjar aquí mismo cuando los seres humanos descubren a Jesucristo como Señor y empiezan a vivir la nueva vida del Reino. Esa nota es una parte importante de la Buena Noticia del Evangelio. No hay que esperar a que cambien los sistemas o se realicen las transformaciones que la imaginación humana forja. La realidad nueva del Reino de Dios se empieza a vivir ahora mismo; en medio de la vida diaria. Así como la vivió Jesús en un mundo viejo y cansado, y por ello lo dejó diferente: porque pasó por él impactándolo con su vida de servicio y su muerte redentora.

Al autor de estas líneas le ha tocado el privilegio de recorrer los caminos de las Américas, de España y aun de otras partes del mundo, como predicador de Jesucristo. Ha visto a miles de personas escuchar con avidez las palabras del Maestro de Nazaret. Ha debatido por largas horas con algunos que querían razones para poder creer. Ha doblado las rodillas con otros que convencidos ya querían orar a Dios pidiendo fuerzas para entregarse a El. Ha visto vidas transformadas por la verdad y el poder del Evangelio. Ha sido compañero de peregrinaje en los gozos y en las tristezas de seguir a Jesucristo en un continente dolorido por tantas tragedias.

Estas líneas están escritas como una conversación amigable y cordial con aquellos que quisieran saber cómo participar en la tarea evangelizadora. No son una propuesta de metodología eficaz o técnica infalible. La intención, lo que he escrito aquí quiere ser como esas conversaciones de Jesús con sus discípulos, caminando lentamente al caer la tarde, o sentados frente a un lago tranquilo, tal vez en la intimidad de un escondite. Las grandes verdades que modelan nuestra conducta y nos impulsan a la acción no se adquieren de la misma manera que las instrucciones para armar una bicicleta o desarmar un motor.

Quisiéramos más que nada contemplar a Jesús el evangelizador, dejar que su ejemplo y su palabra penetren en nuestra conciencia. Para ello contamos con el texto bíblico, nuestra mejor fuente. El relato de los evangelistas en su sencillez no desprovista de belleza y dramatismo nos ayuda a captar un modelo por excelencia de cómo evangelizar.

Miles de seres humanos se encuentran con Cristo cada día. Llegan a él por los caminos más diversos y en las más variadas circunstancias. Casi puede decirse que hay tantos caminos hacia Cristo como hay cristianos en el mundo. Esto lo demuestra la simple observación de cualquier iglesia o grupo cristiano. Hacemos la pregunta acerca de cómo los allí presentes llegaron a su encuentro con Cristo, y descubrimos una asombrosa variedad de respuestas. Puedes hacer la prueba, amigo lector o amiga lectora. Dialogar con otros sobre el camino que los llevó a Cristo puede ser un buen paso inicial para descubrir cómo podemos ser ayuda y no obstáculo en el camino de muchos otros a quienes Cristo quiere llegar.

Si a este simple hecho que la observación demuestra le sacáramos todas las conclusiones para nuestra propia acción obediente como discípulos, muchas cosas cambiarían. Para empezar, la evangelización dejaría de ser una actividad extraordinaria, rodeada de bombo y platillo, en técnicas de manipulación de la conducta o ventas de enciclopedias. Se convertiría en lo que fue la iglesia primitiva y en lo que ha sido en la vida de todo discípulo maduro a lo largo de los siglos: una actividad gozosa y espontánea. Dejaría de parecer una campaña de propaganda comercial en la que los cristianos se embarcan de cuando en cuando, para convertirse en un estilo de vida que nos hace a todos canales de la gracia salvadora de Dios.


Sobre el autor:
Samuel escobar es peruano, radicado en Valencia - España. Catedrático emérito de Misiología de "Palmer Baptist Theological Seminary" en Philadelphia, USA y profesor del Seminario Teológico de la UEBE en Madrid.


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