Por Juan Stam, Costa Rica
Los
epítetos "conservador" y "liberal" son membretes que suelen manejarse
con poca claridad y precisión. Son calificativas sujetivas, en que
"conservador" es cualquier persona "a la derecha" mía (¡otro término muy
relativo!) y "liberal" es cualquier persona "a la izquierda" de donde
me ubico yo. A quién no me gusta, fácilmente lo califico de
"fundamentalista" o al contrario, de "modernista", sin tener la menor
idea qué significan teológica e históricamente esos términos.1 De manera
similar, para muchos "ortodoxia" significa "cualquier doctrina que me
parece aceptable" y "herejía" equivale a "toda doctrina que yo rechazo".
A
veces esta confusión llega a tener resultados bastante cómicos. Muchos
conservadores, quizá la mayoría, denuncian a Karl Barth como "liberal",
cuando de hecho la teología de Barth es lo contrario y él era el mayor
opositor de la teología liberal. Barth creía firmemente en la deidad de
Cristo, y en sus primeras décadas, según los críticos, tendía a
menospreciar un poco su humanidad y lo humano en general. A diferencia
de la teología liberal, Barth creía firmemente en la justificación por
fe y basó toda su teología en la trinidad y la trascendencia de Dios
como el "totalmente Otro".
Menos
cómica, y a menudo triste y lamentable, es la tendencia de algunos
"liberales" de clasificar a todos los "evangélicos" como
"fundamentalistas" y "derechistas" en teología e ideología, sin analizar
el significado de esos términos y matizar sus juicios de acuerdo con la
realidad. Eso se complica porque actualmente muchos que se clasifican
como "evangélicos", especialmente en los Estados Unidos, son de hecho
fundamentalistas y ultraderechistas, con una religiosidad más
republicana y derechista que cristiana. Por eso "evangélico" hoy es un
término contaminado, que tenemos que "descontaminar" si vamos a seguir
llamándonos por ese honroso título.
Conviene
aclarar desde un principio lo que no significa el adjetivo
"evangélico". No significa fundamentalista, con un dogmatismo rígido y
acrítico. Tampoco significa derechista, cerrado, reaccionario, sin
conciencia social. No significa legalista o moralista, aunque lucha por
forjar una ética personal y social fiel al evangelio y las escrituras.
Tampoco significa simplemente "protestante", como en muchas partes de
América Latina, ni menos debe confundirse con los "conservative
evangelicals" de los Estados Unidos. En su sentido verdadero,
"evangélico" es un término bellísimo, basado en las buenas nuevas de la
gracia de Dios en Cristo, un adjetivo cuyo sentido tenemos que recuperar
y proteger.
Lo
que se suele olvidar es que cada uno de estos términos tiene un origen
histórico, y por eso tienen que ser entendidos históricamente. La mayor
causa de su abuso es la tendencia de emplearlos fuera de su sentido
teológico original. Por eso, para aclarar estos términos vamos a resumir
los movimientos históricos de los que nacieron estas diversas
tendencias.
La Reforma protestante2:
Son bien conocidas las líneas básicas del proyecto histórico de la
Reforma protestante. (A) Fue un despertar, ante el dogmatismo y
tradicionalismo existente, de libertad de la conciencia cristiana
liberada por la Palabra de Dios. "Si no se me demuestra de las
escrituras y de la sana razón, no retracto nada", dijo Lutero en su
desafiante declaración ante la dieta de Worms (1521).3 Los Reformadores,
a pesar de sus fallas humanas, eran pioneros de las libertades modernas
y en su momento histórico promulgaban una teología verdaderamente
liberadora.4
(B)
Los reformadores afirmaron el principio de sola scriptura como fuente y
norma de verdad revelada, de fe y práctica (aunque por supuesto no
única fuente de conocimiento). Por eso, vivían con una pasión por la
buena interpretación bíblica y la predicación expositiva. (C) Otra
pasión de ellos fue la pasión por el evangelio, por las buenas nuevas de
la redención en Cristo por la gracia mediante la fe (sola gratia, sola
fide). (D) Para los Reformadores, la fe no era simple asentimiento a
doctrinas sino la entrega de la vida entera. Para Calvino, "todo recto
conocimiento de Dios nace de obediencia". La fe era fiducia y praxis
(para combinar un término latín de Lutero con otro griego de la
sociología moderna).
(E)
Los Reformadores entendían su misión como siempre inconclusa e
imperfecta; no absolutizaron su `pensamiento como un sistema definitivo y
final sino lo entendían como un proceso de búsqueda sin fin. Por eso
fueron promotores de una "ecclesia reformata semper reformanda secundum
verbum Dei " ("iglesia reformada siempre reformándose según la palabra
de Dios").5 Por eso también Calvino nos dejó nueve ediciones de La
Institución", a veces una revisión casi total. Sin duda, si hubiera
vivido unos años más, nos habría dejado también una décima edición. En
ese aspecto, el pensamiento de los Reformadores mostraba una
impresionante humildad y flexibilidad.
En
Lutero encontramos una impresionante combinación de firme convicción
junto con una humilde flexibilidad. Al declarar sus inclaudicables
convicciones evangélicas solía decir, "Esto es ciertamente la verdad",
pero reconocía también que su propio conocimiento era finito y falible y
que sólo Dios es absoluto (el "principio protestante", según Paul
Tillich). Lutero era un "teólogo irregular" que nunca organizó su
pensamiento en una "teología sistemática".
El
segundo momento en nuestro resumen histórico, que afloró después de la
muerte de los Reformadores, es la Ortodoxia protestante, o "el
escolasticismo protestante" (aprox. 1580-1700).6 Se caracterizó por "la
cerrazón dal diálogo con otras iglesias, el gusto por las sutilezas
teológicas, el dogmatismo epistemológico y el individualismo al
ultranza" (Diccionario ilustrado de intérpretes de la fe, Justo L.
González ed., p.477). A diferencia del pensamiento dinámico y fluido de
los Reformadores, ahora se tendía a reducir la fe a un sistema cerrado y
estático. Prevalecían las sospechas: algunos luteranos acusaban a los
calvinistas de ser "cripto-católicos", algunos calvinistas hacían lo
mismo contra los luteranos, y hasta algunos luteranos acusaban a otros luteranos de
ser "cripto-calvinistas". En esta época se formuló el dogma de la
inerrancia de las escrituras, que no fue tema para los Reformadores, y
ahora se extendió dicha infalibilidad hasta las copias y la vocalización
del texto hebreo. Pero esa Biblia infalible se empleaba mayormente para
textos de prueba y la exégesis bíblica solía ser pobre. De las
enseñanzas del NT y del calvinismo moderado de Calvino mismo los
ortodoxos sacaron inferencias para definir los "cinco puntos" del
calvinismo oficial: la depravación total del ser humana, la gracia
incondicional de Dios, la expiación limitada (Cristo murió sólo por los
elegidos), la gracia irresistible y la perseverancia de los santos
(Sínodo de Dort 1618-19).
Una
de las razones de la actitud defensiva de la ortodoxia era el
crecimiento de una ola de escepticismo racionalista inspirada por el
Renacimiento humanista del siglo XV.7 Muy importante eran los Ensayos de
Miguel de Montaigne (dos tomo, 1580) y el pensamiento de Pierre Bayle
(1647-1706), a quien Voltaire apodó "el maestro de la duda". Después, en
el siglo XVIII ("el siglo de las luces"), la llamada "Ilustración"
profundizó mucho más las dudas y el escepticismo, inculcando un rechazo
de toda autoridad y tradición, buscando la verdad más bien por el
raciocinio, la observación y la experimentación.8 En el XIX "los
maestros de la sospecha" (Kierkegaard, Marx, Darwin, Freud, Nietzche)
terminaron de revolucionar la filosofía occidental.
La
teología respondió a estos desafíos de tres maneras: (1) con la
ortodoxia dogmática, apelando precisamente a la autoridad que rechazaban
sus contrincantes. Esto llegó a su reductio ad absurdum con
una larga y sensacional polémica periodística entre G. E. Lessing y un
pastor ortodoxo luterano, el Pfarrer Goeze. Al quedar claro que la
teología ortodoxa del pastor Goeze no tenía respuestas, éste terminó el
debate amenazando a Lessing con el castigo eterno. Otras respuestas
fueron (2) el pietismo y (3) la teología liberal de Schleiermacher.
Frente al racionalismo escéptico, la respuesta del Pietismo consistió
en un rechazo de la "ortodoxia muerta" del escolasticismo protestante y
una búsqueda de una relación personal con Jesucristo. Su única
confesión de fe era "Ningún credo, sino sólo Cristo". Su fundador era
Philip Jakob Spener (1625-1705), que en su libro Pia desideria (1675) ofreció una serie de propuestas para restaurar la religión verdadera en Alemania. August Hermann Francke (1663-1727),
otro líder pietista, supo juntar la espiritualidad con la acción social
y fundó un orfelinato, una escuela para los pobres y una clínica en su
propia casa. El centro del pensamiento pietista era la recién fundada
Universidad de Halle.
Los
pietistas sentían que estaban llevando las enseñanzas de los
Reformadores hasta sus conclusiones lógicas, enseñando que la
justificación del creyente tenía que manifestarse en una nueva vida.
Tenían mentalidad laica. El movimiento pietista comenzó con reuniones en
la casa de Spener, para estudio bíblico y oración. Sus grupos caseros
se llamaban "Collegia Pietatis" o "Collegia Philobiblica".
No cabe duda que su ardor y su pasión nacía del evangelio y que era más
fiel a los Reformadores de lo que era la ortodoxia muerta o el
liberalismo después. El pietismo tuvo un impacto importante en el Conde
Zinzendorf, líder de los moravos, como también en Juan Wesley y el
metodismo.9
El
pietismo impactó a la iglesia y se extendió rápidamente por Alemania,
pero lamentablemente sufría de una escasez de buenos líderes. Por eso se
fragmentó y a veces cayó en un sistema legalista muy rígido. También a
veces era excesivamente individualista y espiritual, desvalorando el
cuerpo y la sexualidad humana.
Una tercera respuesta al racionalismo incrédulo fue la teología liberal,
introducida por Friedrich Daniel Schleiermacher (1768-1834). Este
destacado teólogo era de una familia morava y estudió en la Universidad
de Halle, el centro del pietismo, donde conoció la filosofía de Kant,
Spinoza y Leibnitz y el romanticismo de Schlegel. Su obra, Sobre la religión, para sus despreciadores cultos,
fue publicada en 1799. Para rescatar la decaída credibilidad de la
religión, Schleiermacher la redefinió como "el sentimiento piadoso de
dependencia absoluta", independiente de todo dogma.10 En La fe cristiana
(1821-2) reinterpreta toda la doctrina cristiana a partir de esa
auto-consciencia religiosa. Entre los teólogos liberales figuran A.
Ritschl, W. Hermann, A. Harnack, E. Troeltsch y en los Estados Unidos H.
E. Fosdick, Albert C Knudson y Edgar Brightman. W. Rauschenbusch ensenó
un "evangelio social", con base en el Reino de Dios. La teología
liberal fue criticada acérrimamente por Karl Barth, Emil Brunner y los
hermanos Niebuhr.
La
teología liberal viene marcada por el moderno rechazo de la autoridad,
incluso la de la de la revelación divina, y por la "duda metodológica"
del pensamiento cartesiano. Duda no sólo de la tradición y de las
interpretaciones de las escrituras, sino también de la veracidad de
ellas mismas. Se caracteriza por un racionalismo escéptico, dispuesto a
creer sólo lo que su propio análisis racional logra comprobar. A menudo
muestra cierta satisfacción en refutar la enseñanza bíblica, como
afirmación de su propia libertad para rechazar toda autoridad externa.
Para
la teología liberal, en términos generales, el ser humano tiene adentro
una chispa divina que lo capacita para sentir conscientemente la
realidad de Dios. El pecado es el debilitamiento de ese sentimiento
piadoso, que sin embargo estaba presente en Jesús en su máxima fuerza.
La justificación por la fe consiste en que Cristo inspira en nosotros
esa consciencia de unión mística con Dios. La Biblia es una especie de
antología de las experiencias espirituales de la gente piadosa. El Reino
de Dios consiste en que se haga la voluntad de Dios en la tierra
(Ritschl, Rauschenbusch), olvidando generalmente la dimensión
escatológica (la vida venidera). Para Harnack, la esencia del
cristianismo consistía en "la paternidad de Dios y la fraternidad de los
hombres" (sic).
Esta
teología tenía un valor positivo en muchas de sus afirmaciones pero era
problemática en lo que negaba, especialmente la eterna deidad de Jesús
(y así la encarnación), su obra expiatoria y su resurrección corporal.
En su afán de convencer a los "cultos despreciadores", a veces se
adaptaba demasiado al mundo secular en vez de confrontarla como
contracultura. Su énfasis en el "ya" del Reino era muy valioso, pero
debían balancearlo con el "todavía no". A Schleiermacher se le considera
"padre de la hermenéutica moderna". Para Ritschl, la tarea de la
teología era la reconceptualización de la fe en diálogo con el
contexto.11 Estos eran aportes a la metodología teológica.
La tradición evangélica (hasta
siglo XIX): Este adjetivo aparece por primera vez en 1531 cuando
William Tyndale escribió, "los exhortó a continuar en la verdad
evangélica" y el año siguiente Tomás Moro habló de "Tyndale y su hermano
evangélico Barns". Martín Lutero hablaba de la "evangelische Kirche", a
diferencia de la Iglesia Católica Romana, y afirmaba la centralidad
inviolable de la justificación por la fe, lo que le ganó el epíteto de
"evangélico".12 Después siguieron diversos movimientos y hasta
denominaciones eclesiásticas que se llamaban evangélicos, que no estaban
de acuerdo ni con los ortodoxos ni con los liberales.13 En esta
corriente figuraban grandes predicadores (Charles Simeon, Charles
Spurgeon) e importantes pensadores, especialmente en las ciencias
bíblicas de la época (Thomas Chalmers; A. B. Bruce; E Schürer; Adolf
Schlatter: Karl Heim, H. Wheeler Robinson, H.R. Mackintosh y muchos
más).14 Hicieron valiosos aportes a las ciencias bíblicas y a la iglesia.
De
estos movimientos evangélicos el más importante fue el wesleyano.15 De
1830 en adelante la prédica de Charles G. Finney comenzó a ser levadura
de transformación en la iglesia y en la nación del norte. En esas
décadas, mucho antes del nacimiento del fundamentalismo, los evangélicos
(que así se llamaban) ejercieron un liderazgo valiente y decisivo para
la emancipación de los y las esclavos y para el sufragio de la mujer. En
esas luchas fue importante la recién fundada Universidad Oberlin
(Oberlin College), de la que Finney fue Rector.16 En realidad, este
"proto-evangelicalismo", antes de las controversias en torno al
modernismo, practicaba la misión integral de la que hablamos mucho los
evangélicos de hoy.
Realizadas
las metas sociales del movimiento, se debilitó mucho casi hasta
desaparecer. En las décadas después de la guerra civil estadounidense
crecía la teología liberal y aparecieron nuevos desafíos, especialmente
los debates sobre la evolución y sobre la "alta crítica" de los textos
bíblicos. Un sector amplio de la iglesia respondió muy a la defensiva,
al estilo de la ortodoxia del sigo XVII, y comenzó la guerra teológica
entre los fundamentalistas y los modernistas (o "liberales").
Los fundamentalistas: Este término, un poco curioso, tiene una historia interesante. Durante
las últimas décadas del siglo XIX los opositores del liberalismo no se
llamaban fundamentalistas sino ortodoxos, conservadores o defensores de
la sana doctrina. En esa guerra sin cuartel contra los liberales, dos
multimillonarios petroleros, los hermanos Lyman y Milton Steward,
ofrecieron financiar una nueva revista con el título de “The
Fundamentals” (adjetivo sustantivado, para decir “las doctrinas
fundamentales”). Entre 1910 y 1915 publicaron 12 extensos tomos. de los
que circularon más de tres millones de ejemplares en forma gratuita a
pastores, seminaristas y otros líderes. De ese proyecto quedó el nombre
de "fundamentalistas" como movimiento histórico.
El
fundamentalismo traía desde su nacimiento un virus mortal, que era el
reduccionismo.17 Les gustaba reducir todo a los cinco o seis puntos
fundamentales. Ya en 1895 la famosa Conferencia de Niágara definió los
temas del conflicto: la inerrancia de la Biblia y su interpretación
literal, la deidad y nacimiento virginal de Jesús, su muerte en la cruz
como expiación vicaria, su resurrección y su regreso físico a la tierra.
Insistía también en la historicidad literal de todos los milagros
narrados en la Biblia y de los primeros capítulos de Génesis (creación
literal en seis días, diluvio universal). Muy importante además era el
rechazo categórico de la evolución y la alta crítica bíblica. La
temática se limitaba a los temas de controversia con los liberales, sin
tomar en consideración otros temas urgentes como el reino de Dios, la
iglesia y su misión, la humanidad de Jesús, la hermenéutica y mucho más.
En
la ética fundamentalista ocurrió el mismo reduccionismo, resumiendo
toda la moral en cinco o seis tabúes, mayormente irrelevantes: no ir al
cine, no bailar, no fumar, no beber, no jugar naipes y no pertenecer a
sociedades secretas. Implícita estaba otra prohibición: no participar en
"el mundo", la sociedad secular. Frente al "evangelio social" de los
liberales, los fundamentalistas proclamaban un "evangelio anti-social",
de extrema derecha (diríamos hoy). El fundamentalismo no se preocupó por
una integral ética personal, mucho menos una ética social. El trágico
papel de William Jennings Bryant en el proceso contra el profesor Scopes
por enseñar la evolución (Dayton, Tenessee, 1925) desacreditó
significativamente la seriedad intelectual de los fundamentalistas.
Con
el tiempo dos corrientes tomaron prominencia en el fundamentalismo. La
primera fue el dispensacionalismo de la Biblia Scofield, con un fuerte
énfasis en el rapto de la iglesia. La otra fue el separatismo,
encabezado por Carl McIntire. Éstos enseñaron la "triple separación":
separarse personalmente de la falsa doctrina, separarse de cualquier
iglesia que enseñe falsa doctrina y tercero, separarse de las personas
que no se han separado de esas iglesias, aunque la doctrina de ellos sea
sana. Con cada década el fundamentalismo se volvía más ofensivo, hasta
que el mismo término llegó a ser sinónimo de necedad y malacrianza,
ignorancia y fanatismo.
En
esas mismas décadas (aprox. 1910-1940) surgieron dos fuerzas más en el
escenario teológico. En primer lugar Karl Barth logró lo que nunca pudo
el fundamentalismo, de ofrecer una respuesta convincente al liberalismo y
una alternativa teológica para el siglo XX. Barth afirmó vigorosamente
la trascendencia de Dios, la deidad de Jesucristo y su resurrección,
pero apareció también Rudolph Bultmann con su proyecto de "desmitificar"
los milagros del N.T., incluso la resurrección. En segundo lugar creció
fenomenalmente el movimiento pentecostal, con su muy fuerte énfasis en
los milagros. Ese hecho histórico parece refutar el argumento de
Bultmann y otros que "el hombre moderno no cree en milagros" (sic.). El pentecostalismo es un desafío muy importante a la teología liberal.
Gustavo
Gutiérrez ha expresado una gran admiración por Karl Barth y su
pertinencia para América Latina. Señala que Bultmann, que pretende
hablar por el ser humano de hoy, de hecho "ignora las cuestiones que
vienen del mundo de la opresión", mientras que Barth, el teólogo de la
trascendencia de Dios, es sensible a la situación de las víctimas de la
explotación. "El que parte del 'cielo' es sensible a aquellos que viven
en el infierno de este mundo, el que parte de la 'tierra' no ve sobre
qué situación de explotación ella está construida". (La fuerza histórica de los pobres, Lima:CEP 1979, pp. 372-3; cf. 326-28, 408-14 y para su crítica de la teología liberal pp. 323-5).
La teología evangélica (neo-evangélica;
evangélica radical): A mediados de la década de los 40, un grupo de
cristianos básicamente conservadores, reunidos alrededor del Seminario
Fuller y la figura de Billy Graham, rompió con los fundamentalistas y
rechazó ese título. Abogaron por una teología más centrada y abierta,
una ética no legalista sino fundamentada en convicciones personales
maduras, y una nueva preocupación social. No definían su fe por los
dogmas de la ortodoxia y el fundamentalismo sino, como su nombre indica,
se basaban en los hechos salvíficos que son las buenas nuevas para la
humanidad. Se esforzaron escrupulosamente en ser objetivos y justos con
otros teólogos en vez de traficar en caricaturas.18 Era claramente un
fenómeno nuevo en el escenario teológico.19
En
1947 Harold Ockenga, entonces presidente del Seminario Fuller, acuñó el
término de "neo-evangelicalismo" para identificar este nuevo
movimiento. Sin embargo, este título no se impuso y dentro de una
década, más o menos, por razones no muy claras, fue sustituido por
"evangélicos conservadores".20 El nuevo apellido correspondía a una clara
derechización del movimiento, en estrecha alianza con el Partido
Republicano, y una cierta vuelta hacia el viejo fundamentalismo. Así en
una medida significativa los "conservative evangelicals", que ya eran
numerosos y poderosos, eran de hecho "neo-fundamentalistas", más
sofisticados y cultos pero bastante parecidos en teología y política.
Frente a ese retroceso surgieron "los evangélicos radicales" (progresistas) que
buscaban recuperar el impuso original del movimiento y llevarlo más
adelante. Estos ampliaron considerablemente la libertad del pensamiento,
dentro de los parámetros de "las sagradas escrituras y la sana razón"
de Lutero o el cuadrilátero de Juan Wesley,21 Por otra parte, estos
evangélicos, en sus publicaciones, congresos y praxis, han promovido un
radical compromiso social.22 En su lucha incesante por la justicia, este
movimiento representa una especie de "izquierda evangélica".
Como
el nombre indica, la teología evangélica es la teología de las buenas
nuevas de la vida, muerte y resurrección corpórea de Jesucristo. Como
tal, la teología evangélica no se fundamenta en conceptos generales de
religión ni en el sentimiento piadoso nuestro sino en la acción
histórica de Dios para nuestra salvación, conocida también como el
kerigma. Esas buenas nuevas son el evangelio de Dios (Rom 1:1; 1Ts 2:9) y
de Jesucristo (Mr 1:1; Rom 1:9; de la gloria de Cristo, 2Cor 4:4), el
evangelio de la gracia de Dios (Hch 20:24), el evangelio de la salvación
(Rom 1:16; cf Ef 1.13) el evangelio del reino (Mt 9.35; cf. Hch 28:31) y
"buenas nuevas a los pobres" (Mat 11:5; Lc 4:18). En su conjunto, estas
frases descriptivas resumen mucho de lo que es la teología evangélica.
Es una teología desde la fe, en busca de inteligencia y eficacia.
Los
evangélicos damos mucha prioridad a la normatividad de las escrituras y
por eso a la cuidadosa exégesis bíblica, incluso con el empleo de los
métodos críticos de la moderna ciencia bíblica.23 Tampoco insistimos en
la interpretación literal de los primeros capítulos de Génesis. El libro
de Bernard Ramm sobre la Biblia y la Ciencia abrió el camino hacia
nuevos enfoques del tema de la creación, de modo que la polémica
anti-evolucionista no pertenece a la agenda evangélica.24 De igual manera
han liberado la exégesis del Apocalipsis del literalismo a priori que
distorsionaba su interpretación. En vez de rechazar a priori toda
autoridad, los evangélicos persiguen la meta de "autoridad (las
escrituras) sin autoritarismo, tradición (la historia) sin
tradicionalismo, y dogma (la teología) sin dogmatismo".
A
diferencia de los ortodoxos del siglo XVII y los fundamentalistas del
siglo XX, los evangélicos radicales buscan enseñar "todo el consejo de
Dios", no sólo una agenda polémica reduccionista. Buscan también ser
radicalmente autocrítica, para cuestionar su propia tradición, y
radicalmente honestos para aprender de otras tradiciones y movimientos
(p.ej. de Karl Barth). Buscan también ser radicalmente comprometido con
América Latina hoy, en la lucha por la justicia y la paz. Mantiene su
identificación con los sectores evangélicos y pentecostales de la
iglesia latinoamericana, esperando en Dios transformarla día a día en
una iglesia más fiel a la Palabra.
Dos
movimientos más recientes han enriquecido nuestro debate teológico. La
teología de la liberación, en cuanto teología autóctona latinoamericana,
ha sido en gran medida compatible con la teología evangélica radical.
Muchos de ellos han hecho valiosos aportes bíblicos, pero otros han
incorporado elementos de la teología liberal europea y norteamericana.
Por otra parte, en recientes décadas la Fraternidad Teológica
Latinoamericana ha logrado, y está logrando, renovar el protestantismo
latinoamericana con una dinámica nunca vista antes. Los cinco "Clade"
(Congreso latinoamericano de evangelización) y las publicaciones y
diversos ministerios del Centro Kairós (como por ejemplo el CETI) desde
Buenos Aires nos han vigorizado y nos han hecho madurar. Es un ejemplo
inspirador de lo que se puede lograr, desde la Palabra de Dios, dentro
de la gran comunidad evangélico-pentecostal.
José
Miguez Bonino, con palabras profundamente conmovedoras, se describió
como evangélico y fue miembro de la Fraternidad Teológica
Latinoamericana. "Pero si se trata de definirme en mi fuero interior, lo
que me sale de adentro es que soy evangélico.
En ese suelo parecen haberse ido hundiendo a lo largo de más de setenta
años las raíces de mi vida religiosa y de mi militancia eclesiástica.
De esa fuente parecen haber brotado las alegrías y los conflictos, las
satisfacciones y las frustraciones que se han ido tejiendo a lo largo
del tiempo. Allí brotaron las amistades más profundas y allí se gestaron
distanciamientos dolorosos... Si en verdad soy evangélico o no, tampoco
me corresponde a mí decirlo. Ni me preocupa que otros lo afirmen o
nieguen. Lo que en verdad soy corresponde a la gracia de Dios" (Rostros del protestantismo latinoamericano, BsAs/Grand Rapids 1995, pp. 5-6).
CONCLUSION:
Los apelativos "fundamentalista". "evangélico" y "liberal" deben
entenderse estrictamente desde su origen histórico. Cada tendencia tiene
sus raíces en los siglos XVI-XIX. El fundamentalismo es una
reencarnación de la ortodoxia protestante escolástica del siglo XVII,
mientras la teología evangélica tiene sus orígenes e inspiración en la
Reforma evangélica del siglo XVI, a la cual busca ser fiel en nuestro
moderno contexto tan distinto. La teología liberal, por su parte, surge
del intento de Schleiermacher de responder al moderno escepticismo
racionalista en los mismos términos de ellos.
Notas:
1. Sobre estos términos ver también juanstam.com,
"Soy un radical conservador liberal" (27 marzo 2009) y "Soy un
evangélico católico pentecostal" (28 marzo 2009). Cf, además "Teología
evangélica: las buenas nuevas de la muerte y resurrección de Jesús" www.juanstam.com 1 de abril 2012.
2. Bajo
este término, en su sentido más amplio, incluimos no sólo Lutero y
Calvino pero también la Reforma Radical, sin desconocer los aportes del
movimiento wesleyano.
3. Los
wesleyanos amplían la "sana razón" de Lutero en el llamado
"cuadrilátero wesleyano": las cuatro fuentes de la teología son las scrituras,
la razón, la tradición y la experiencia. (Según otra formulación, la
fuente definitiva es la escritura, iluminada por la experiencia, la
razón, la tradición y la creación). Las demás fuentes complementan el
testimonio bíblico, pero no pueden contradecirla. "La norma del
cristiano respecto de lo bueno y lo mal es la Palabra de Dios, los
escritos del Antiguo y Nuevo Testamento..." (Obras de Wesley, Tomo I, Sermón 12, pp. 229-30; citado en Jorge Bravo, "La teología de Juan Wesley: un reto para el presente". www.angelfire.com/pe/jorgebravo/teologia1.htm.
4. Por
eso José Martí admiraba a Lutero y opinó que todo amante de la libertad
debía colgar un retrato de Lutero en la pared de su casa; ver "Sobre la
teología de los reformadores: unas reflexiones" www.juanstam.com 31 octubre 2011.
5. Parece
que la frase latina fue acuñada por la iglesia reformada holandesa del
siglo XVII, pero describe fielmente la actitud de los reformadores del
XVI.
6. Entre
los teólogos ortodoxos figuran Abraham Calovius, Johann Gerhard,
Francis Gomarus, Amandus Polanus y los tres Turrettini (abuelo, hijo y
nieto: ¡una verdadera dinastía!). Teólogos más abiertos eran Georg
Calixto y Moise Amyraut,
7. Humanistas
del Renacimiento en Italia: Petrarco, Boccaccio, Lorenzo Valla, Pico
della Mirandola. Algunos en Europa del norte: Juan Reuchlin, Felipe
Melanchthon, Juan Colet, Sir Thomas Moro, William Budé y Erasmo.
8. En
este proceso jugó un papel importante el pensamiento de René Descartes
(1597-1650) e Imanuel Kant (1724-1804). En 1793 Kant publicó La religión dentro de los límites de la mera razón. Era muy popular el deismo, más que el ateísmo mismo.
9. Interesantemente,
los moravos introdujeron prácticas que siguen caracterizando a
movimientos evangélicos hasta hoy: grupos pequeños, predicación fuera de
los templos, himnología evangélica más personal, proyección misionera
etc.
10. Se puede decir que Schleiermacher centró su teología en la religión en lugar del evangelio o la revelación
11. Sobre
la teología liberal, especialmente de finales del siglo XX, son
valiosos los escritos de Gary Dorrien de Union Seminary de Nueva York':
"American Liberal Theology" en Cross Currents 55:4, 2005-6 y los tres tomos de The Making of American Liberal Theology (John Knox Press)
12. George Marsden, Understanding Fundamentalism and Evangelicalism (Eerdmans, 1991)., citado en en.wikipedia.org/wiki Evangelicalism).
13. Aunque
algunos de estos movimientos evangélicos apreciaban ciertos aportes del
pietismo, no compartían su desprecio de la reflexión teológica y los
credos. Estos "evangélicos antes de los evangélicos" insistían en la
fidelidad a las escrituras, la deidad de Cristo y su obra redentora, la
necesidad de una conversión personal y de la santidad. Se oponían a la
ortodoxia muerta y el ritualismo como también a la corriente liberal.
14. Charles
Simeon, que tuvo un gran impacto en Cambridge, dijo que su tema central
era "Jesucristo y éste crucificado". Con espíritu evangélico, Heim dijo
que la meta de todo su trabajo era "confrontar a las personas con el
Cristo viviente".
15. Ver Mark Noll, The Rise of Evangelicalism: The Age of Edwards, Whitefield, and the Wesleys (IVP 2003).
16. Es especialmente valioso el libro de Donald W. Dayton, Discovering an Evangelical Heritage (Descubriendo una herencia evangélica), Hendrickson 1976 (revisión y quinta impresión 2005).
17. Otros defectos congénitos del fundametalismo eran el literalismo, el legalismo y el dogmatismo.
18. Por esta honestidad de de G. Berkouwer, Karl Barth reconoció su libro, The Triumph of Grace in theTheology of Karl Barth, como
el mejor libro sobre su teología. La misma integridad caracterizó la
tesis de E.J. Carnell sobre Reinhold Niebuhr y los trabajos de
evangélicos como P.K, Jewett, B. Ramm. G. Ladd, R. Mounce y otros. Cf.
Stam, "ética y estética del discurso teológico" en Haciendo teología en América Latina, Tomo I, pp. 23-45.
20. Este
título puede verse como un oxímoron, ya que el evangelio no implica una
mentalidad conservadora. El adjetivo y el sustantivo se contradicen.
21. La
fascinante historia de las casi ocho décadas de Fuller Seminary
demuestra esa impresionante libertad, dentro de parámetros evangélicos.
22. Entre las revistas han sido importantes Sojourners, The Other Side y The Wittenberg Door. Sus
encuentros sobre temas sociales han sido numerosísimos, comenzando con
la consulta de Wheaton (1966), Lausanne (1974), Wheaton (1983), los
Clade y la Red Miqueas en América Latina.
23. Se
destaca el extraordinario aporte de F.F. Bruce a la exégesis y la
teología bíblica, empleando fielmente los métodos críticos. Cf. el libro
de George Ladd sobre la Crítica Bíblica. De hecho, los biblistas
evangélicos han estado entre los mejores de la época moderna.
24. Cf. Stam, Las buenas nuevas de la creación (Nueva Creación 1995; Kairós 2003).
Sobre el autor:
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina. Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea. Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.
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