En busca de un sueño tallaron la piedra;
En busca de un sueño Dios vino a la tierra.
- Silvio
Rodríguez
Como los
reyes… a rey muerto, rey puesto.
La iglesia[2] ha muerto para muchas
personas, sólo se observan movimientos automáticos y espasmódicos del difunto.
Algunos/as opinan que no, que la iglesia sigue viva y que debe seguir siendo el
estandarte absoluto de la Verdad absoluta para el mundo entero, tal como lo ha
hecho por dos milenios… Otros/as piensan que la iglesia no puede morir
definitivamente, pero que tampoco debe seguir viva del modo que lo ha estado.
En el
presente artículo me interesa compartir algunas reflexiones sobre aquello que
puede ser fundamental para un cambio vital en el Cuerpo de Cristo, para que no
sea un cadáver violento o irrelevante, en medio de un mundo radicalmente
necesitado y cambiante.
Ahora que la posmodernidad se acabó
Se ha
escrito y hablado mucho sobre la posmodernidad, pero para algunos ésta ya ha
terminado, al tiempo actual aún se le busca nombre…
La
posmodernidad ha sido caracterizada por sus principales pensadores como el
tiempo del fin de las grandes narraciones o relatos que aunaban la comprensión del
mundo y que orientaban el destino personal y social, incluso mundial. El punto
central de la perspectiva llamada moderna fue el historicismo, perspectiva que
comprendía el devenir humano como un proceso de continuo avance hacia un fin
esperado y por lo general idealizado (ya sea como una sociedad justa e
igualitaria o un mundo bajo las sofisticadas y equilibradas manos invisibles
del mercado global). Pero las narraciones esperanzadas cayeron y quedaron
dispersas en miles de micro-narrativas[3] y múltiples dialectos[4], legítimos y plausibles
todos a la vez. La modernidad quedaba sepultada bajo el caído muro de Berlín.
Pero la
posmodernidad con sus acontecimientos aislados, múltiples, irreductibles a un
solo discurso homogeneizante e histórico-universal, se encontró de bruces con
el acontecimiento histórico universal por excelencia, el suceso inmediato e
histórico, visto por miles de millones simultáneamente que derrumbaba la
diversidad infinita y dejaba a los humanos ante un hecho histórico robusto,
dramático, sofocante: la caída de las torres gemelas[5].
La historia
retomaba su protagonismo, nuevamente universal, absoluta. Sin embargo, lo hace,
ahora que la posmodernidad a quedado sepultada bajo las torres gemelas, de un
modo distinto a la modernidad, pues la esperanza en los meta-relatos aún está
derrumbada bajo los escombros del muro, ahora se ve la ineludible historicidad
universal pero en perspectiva trágica, bajo el signo del fanatismo terrorista,
bajo el halo de la muerte, ya que se levantan países que podrían destruir
atómicamente gran parte del planeta por motivos religioso-ideológicos. Se da
una especie de retorno drástico a la modernidad o incluso a tiempos más
remotos, pues si el sueño de la diosa razón engendró monstruos[6], los del fanatismo religioso
pasados y contemporáneos no lo han hecho muy distinto, y ahora podrían llegar a
catástrofes de mayores dimensiones, más globales.
Verdad, fanatismo y violencia
Emil Cioran,
pensador y escritor rumano, presenta con poética elocuencia lo que el considera
el origen del fanatismo:
En
sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima,
proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia,
se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la
epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las
farsas sangrientas.
Idólatras por instinto, convertimos
en incondicionados los objetos de nuestros sueños y de nuestros intereses. La
historia no es más que un desfile de falsos Absolutos, una sucesión de templos
elevados a pretextos, un envilecimiento del espíritu ante lo Improbable. [7]
En este
texto ácido y duro (en especial si se lee completo) se observa cómo
históricamente se ha vinculado la posesión de la verdad a la violencia, a la
imposición, al abuso. Quien mata siempre lo hace con buenas razones para él, y
particularmente en el plano religioso esto ha sido más evidente… Cito un
macabro texto que registra (a mano de un testigo presencial) cómo se ejercía la
“justicia” y se busca el cristiano arrepentimiento de un delincuente.
Damiens
fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la
puerta principal de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y
conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de
dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la
plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán
serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha,
asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego
de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite
hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a
continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus
miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas
arrojadas al viento". "Finalmente, se le descuartizó, refiere la Gazette
d'Amsterdam. Esta última operación fue muy larga, porque los caballos que
se utilizaban no estaban acostumbrados a tirar; de suerte que en lugar de
cuatro, hubo que poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para
desmembrar los muslos del desdichado, cortarle los nervios y romperle a
hachazos las coyunturas…" Aseguran que aunque siempre fue un gran
maldiciente, no dejó escapar blasfemia alguna; tan sólo los extremados dolores
le hacían proferir horribles gritos y a menudo repetía: 'Dios mío, tened piedad
de mí; Jesús, socorredme.' [8]
El texto
relata posteriormente con gran detalle lo ocurrido, de acuerdo a los registros
de un escribano. Es difícil de creer. El castigo a los que actuaban o pensaban
distinto era drástico; la conducta y el pensamiento-palabra debían estar en
línea, someterse al poder epistemológico y definitivamente ontológico
(determinaban el ser o no ser concretamente) imperante, someterse al
meta-relato o narración-absoluta controladora de la vida y la muerte.
Para una
gran cantidad de personas hoy en día la iglesia ha muerto o debiera morir al
menos, si es entendida como la institución poderosa domesticadora de las
conciencias, avasalladora de la libertad de conciencia y de acción. Pues si el
texto anterior describe ciertas prácticas horribles ejecutadas al alero de la
Iglesia oficial, sería largo mencionar toda la opresión que significó para
millones de habitantes de nuestro extenso continente la invasión y conquista de
los europeos y su cristiandad, junto con el dramático e inhumano tiempo de
rapto y esclavitud de importante población africana.
Muchas y
muchos se han apartado de la iglesia o de las iglesias, porque estas, por medio
de sus liderazgos, se han planteado como poseedoras de la verdad absoluta,
sintiéndose en un lugar de privilegio respecto a todos los demás, olvidando que
en caso que la verdad pudiese escribirse con mayúscula, siempre nuestro
encuentro con ella está mediado por la constitución particular de cada uno/a de
nosotros/as, constitución biográfica, geográfica, ideológica, socioeconómica,
en fin.
La humildad epistemológica[9]
El tener un
conocimiento objetivo (de ob-jectum,
lo que está frente a uno… y puede ser asido, aprehendido, poseído) de la
realidad, de la revelación, del ser… me permite tener legítimo derecho a
imponerme sobre los demás, que están bajo la ignorancia, incluso en contra de
su voluntad, por su supuesto bien. De este modo, los poseedores de la verdad
absoluta (sacerdotes milenarios, que siempre se instalan junto a los poderosos
fácticos, legitimándolos divinamente), aquellos que están dispuestos a morir
por ella, innumerables veces terminan llevando a la muerte a muchos antes que
ellos, después de ellos y, particularmente, en lugar de ellos. En esta línea
está la interesante interpretación del Génesis 3 que plantea que el
conocimiento del bien y del mal es el conocimiento absoluto, el poder absoluto
sobre los demás, propio, exclusivamente de la divinidad[10].
La iglesia
comprendida como poder, como estructura jerárquica poseedora de la Verdad, como
instancia única de la salvación, para muchos ha muerto. Su soberbia epistemológica,
con su correlativa soberbia ética, le ha quitado la vida. Se necesita hoy otra
iglesia, una iglesia humilde, relacional, amorosa.
En la kénosis de Jesucristo (su vaciamiento o
empombrecimiento radical[11]), es Dios mismo quien se
manifiesta como vulnerabilidad suprema, como fragilidad que sufre la violencia,
pero que por lo mismo la derrota, la trasciende. Es la idea de la encarnación
como disolución de lo sagrado en cuanto violento.[12] Es en la muerte de Cristo
que, a través de la violencia sacrificial sagrada, es trascendida de modo total
y definitivo la violencia sacrificial sagrada y, vale remarcar, toda violencia,
para siempre y para todos, certificada por la resurrección, como victoria
absoluta.
Áslan, el león protagonista de los relatos infantiles (?)
de C.S. Lewis[13],
me parece una de las imágenes más adecuadas para hablar de la Verdad. La Verdad manifestada
en plenitud, pero indomable, incontenible, poderosa, suficiente. Pero que se
vacía de su plenitud y poder en el amor total, sobre la “mesa de piedra” por
Edmundo (El-mundo) y además sabe jugar, besar, abrazar a sus niños y niñas, con
poderosa e indestructible ternura.
“Si alguien me
demostrara que Jesús no poseyó la verdad… entonces preferiría seguir con Jesús
que con la verdad”, cuentan que decía uno de los personajes de F. Dostoievsky[14]. La Verdad última
se ha mostrado en Jesús de un modo paradójico. Jesús realiza con su
advenimiento una deconstrucción epistemológica. Jesús mismo es la Revelación
última, la Verdad
absoluta, pero por ello, no es un concepto, un constructo aprehensible
racionalmente, que pueda poseerse de modo cognitivo, sino una realidad
personal, interpersonal, relacional. De esta forma, la Verdad y su posibilidad
para el ser humano, se ofrece en una relación, desde un afecto, en un vínculo
de amor.
Podemos
hablar de una epistemología humilde, kenótica
y, por lo mismo, de una teología y eclesiología humildes, que asumen el fin de
los meta-relatos avasalladores, absolutistas y violentos, y los redefinen desde
los micro-relatos humildes, cercanos e intensamente afectuosos de la
vida-palabra de Jesús y desde la multitud de las diversas narraciones
(testimonios) que surgen en aquellos/as que se encuentra con él, como
restaurador de la vida.
La
heterogénea comunidad universal de Jesús
Por
lo general se ha idealizado a la iglesia primitiva y, de un modo muy específico
y limitante, se le mira como la comunidad de fe ideal donde no habían
diferencias, donde reinaba el mismo sentir y pensar, donde no existían
rivalidades ni conflictos de opinión. Lo cierto es que la diversidad es una
marca del cristianismo desde sus orígenes y pareciera ser un “pecado” que
ninguna iglesia quisiera poseer. Pero siempre ha existido la diversidad en la
iglesia, como lo fue al principio entre los cristianos judíos y los cristianos
helenistas. Lo fundamental es que Dios se va encargando de que esta cualidad
policromática sea para su gloria y la extensión de su reinado en la policromática
faz de la tierra.
Podemos
entender la iglesia como la comunidad universal de fe que es la continuación
del acontecimiento de Jesús de Nazaret, aceptado como el Cristo, que se
concretiza históricamente en los acontecimientos de diversas vidas individuales
y colectivas muy heterogéneas, guiadas intrínsecamente por la acción libre del
Espíritu Santo prometido, que encamina hacia la plenitud del reinado de Dios en
la tierra. En los seguidores y seguidoras de Jesús es donde él se hace
presente, palpable, necesariamente palpable, es desde allí donde Cristo quiere
proyectar el reinado de Dios, ya sea por medio de agrupaciones cristianas
juveniles llenas de fraternidad y sana alegría; talleres laborales femeninos
donde se comparte, aparte de la manualidades, la esperanza de Jesús;
congregaciones pequeñas donde la enfermedad de uno es dolor de todos y la
cesantía de uno es necesidad de todos, en fin… es allí donde Cristo se encarna
hoy, es allí, pero no sólo allí, pues nuestro Dios, su Espíritu, va siempre más
allá y escapa de nuestros marcos, tal como lo ilustra el siguiente poema:
EL ESPÍRITU INCONDICIONADO
Santo Espíritu
Tantos años conociéndote de oídas
Tantos años viéndote de lejos
como quien mira un arrebol
sin lograr alcanzarlo
Han pasado los años
y te vas acercando a mi llamado
Pues te he pedido a mi pecho
He rogado tu blanca llenura
y vas respondiendo
Tu respuesta es como Tú
Inesperada
Insospechada
Asombrosa
e incondicionada
No te riges por mis deseos
No respondes a mi espera de reloj de
arena
Sólo llegas
y vuelves a llegar
Tierno o violento
Asombrosamente Tú
Espíritu libre
No podemos contenerte
Has llenado y hecho rebosar
tantas y tantas realidades
Has llenado y hecho rebosar
tantas y tantas estructuras
El judaísmo no te contuvo
El helenismo tampoco
El catolicismo romano no alcanzó
El protestantismo fue pequeño
Los movimientos pentecostales
faltaron
Tú escapas
Tú vas más allá
Tú quieres llenar la Tierra
y traer el Reinado de Dios
a lo profundo de las vidas
Te veo hoy
algo más claro que ayer
y más brumoso que mañana
Eres poderoso
Soberano
Y me impresionas
Pues al sentirme orgulloso
de mi intelectual comprensión
sólo me jacto
de la amplitud de mi celda
Pues Tú no caves en mi mente
ni en mi pecho
sino que sales volando de mis manos
y de mis ojos
como paloma blanca
a otro pecho deseoso
y a otra mente que busca
Gracias
por estar aquí
en esta choza indigna que soy
Gracias
por elegir como templo
nuestros corazones pródigos
Espíritu libre
Incondicionada flama y huracán
Sigue emancipando los corazones
de todos tus hijos diversos
agrupados en tus diversos cuerpos
y llena la Tierra toda
sanando la multiforme miseria
que aún tiñe los corazones y
estructuras
del tiempo y el espacio humano[15]
Personalmente,
he disfrutado de su presencia y lo he visto en mi vida con muchos rostros en
los cuales existía su rasgo común de ágape.
Recuerdo en mis años tempranos de universidad cuando clamé al cielo pidiendo
sentir a Dios encarnado junto a mí, pues me sentía pobre de Él. Escribí aquella
vez una serie de viñetas[16]:
·
Necesito a Cristo hecho carne.
·
El pobre no necesita palabras de
amor, sino manos de amor, manos que aman, manos que concretamente lo aman.
·
Ser cristiano es ser hermano,
hermano de otro, sin el otro no hay cristianismo posible.
·
Ando buscando a Cristo entre las
personas, entre las personas renovadas. Cristo no está encerrado en un libro
robusto de letras pequeñas y hojas delgadas, Cristo está aquí, en una persona
renovada con manos reales que me saludan, me acarician, me corrigen, me
sostienen, con manos que me aman concretamente y no con sólo palabras.
·
Cristo se hizo persona concreta, y
hoy, Cristo, está en las personas, está en su Iglesia, la cual está compuesta
por personas.
·
Ser cristiano es tener hermanos y no
sólo un Padre celestial que está allá en los cielos, ser cristiano es tener
hermanos con los cuales poder decir: Padre Nuestro...
·
Ser cristiano es comportarse como un
hermano, como uno que ama de verdad al que está allí, al lado, al próximo, al
prójimo. Ser cristiano es buscar otros hermanos en las personas que aún no
conocen a Nuestro Padre.
·
Ser cristiano es vivir como un
hermano.[17]
Lo
cierto es que anhelaba profundamente sentir el abrazo concreto de Cristo y lo
he sentido en las comunidades de fe a las que he pertenecido. Además, y casi
sin darme cuenta, he constatado que yo mismo he terminado siendo esa mano de
Cristo para otro que la necesitaba... imperfecta, vulnerable, frágil, pero
dispuesta, y esto ha sido una de las más bellas, buenas y verdaderas
experiencias. También Jesús se me ha revelado en muchos/as que incluso no
creían en él, he ido aprendiendo que vivimos en Dios y él se encarga libremente
de mostrar su rostro día a día; está cercano a nuestro dolor, es un Dios
doliente, un Dios que se molesta y se sumerge en nuestra miseria y la vive, no
es un Dios apático, sino empático o misericordioso, como lo ha dicho Moltmann,
empleando una cita impactante:
¿Como es posible la fe religiosa…
después de Auschwitz? No lo sé. Pero me hizo mucho bien la historia que E.
Wiesel relata en su libro "Night" (1969) con respecto a Auschwitz:
Dos judíos y un niño fueron ahorcados. Los prisioneros se vieron obligados a
contemplar la escena. Los hombres tuvieron una muerte rápida. Pero el niño tuvo
una agonía larga y dolorosa. "Alguien gritó detrás de mí: ¿Dónde está
Dios? Yo enmudecí. Pasada media hora, volvió a gritar: ¿Dónde está Dios, dónde
está? Una voz en mi interior respondió: ¿Dónde está Dios? Está ahí colgado de
la horca..." [18]
Cristo
se encarna en la sombra o en la luz, en positivo o en negativo, pero está aquí
y elige encarnarse primordialmente en los pobres de espíritu que se lamentan
mansamente con hambre y sed de justicia, y que con una mente-corazón claro,
misericordiosamente construyen la paz a pesar de la persecución (Cf. Mateo 5:
3-12).
Como
comunidad de fe que somos podemos decir que el Espíritu Santo nos guía y vive
en nosotros, se encarna en nuestras vidas limitadas de modo interpersonal e
intrapersonalmente. En esta línea, Bonhoeffer
dice desde la cárcel, añorando la experiencia de comunidad:
El hecho de que Dios haya actuado y
siga queriendo actuar en nosotros (y por medio de nosotros) es lo que aceptamos
por la fe como su mayor regalo; lo que nos llena de alegría y gozo... es dulce
para los hermanos vivir juntos por Cristo, porque únicamente Jesucristo es el
vínculo que nos une. "Es nuestra paz". Sólo por él tenemos acceso los
unos a los otros y nos regocijamos en el gozo de la comunidad reencontrada.[19]
Cristo
se encarna hoy en sus pobres, que tienen a Dios por Rey y que buscan su
justicia para todos/as y van codo a codo con la confianza de que están
vinculados ineludible e inalterablemente a Dios como Padre amoroso, común a
muchas personas diversas, que lo consideran a Él con la seriedad y respeto de
la muerte y la vida. Dicho en la síntesis de Jesús: “Padre Nuestro del Cielo”.
En esto puede resumirse el principio para la segunda encarnación, la eclesial,
en la profunda y tremenda revelación de Dios como: Padre (vinculado cercana, amorosa e incondicionalmente) Nuestro (compartido, comunitario,
familiar) del Cielo (que trasciende
nuestra realidad miserable, que es totalmente inaprensible o poseíble en su ser
total, que es siempre Bueno y siempre Nuevo).
Realidades,
necesidades y compromisos diversos
Lo
cierto es que la praxis pastoral de la iglesia, así como fue la de Jesús, debe
estar focalizada en el velar por la satisfacción de las necesidades humanas de
modo integral. "El Señor es mi pastor, nada me falta", nada me falta,
nada, en ninguna dimensión o ámbito, Dios se presenta como pastor en Jesús,
atendiendo a las necesidades eco-bio-psico-socio-espirituales de las personas,
en especial de aquellos que no pueden suplirlas por sí mismo y son conscientes
de ello.
De
este modo, las necesidades son muchas y me atrevo a decir que, por lo mismo, es
fundamental definir o redefinir el concepto de pobre, ya que al reducir su
alcance a lo socio-económico, profundas facetas de la experiencia humana quedan
fuera, facetas que son independientes, en cierto modo, de lo socio-económico,
aunque lo atraviesan. Por ejemplo, es patente la pobreza de los jóvenes de
clases socioeconómicas medias y altas donde se vive la exclusión, el abandono y
el absurdo, con las duras consecuencias de la drogadicción, la promiscuidad
sexual y la vida a la deriva. Es así que las necesidades son muchas y los/as
obreros/as también deben serlo, múltiples y diversos/as.
Es
interesante observar que el Espíritu se ha encargado de ocupar la diversidad
para responder a la diversidad de necesidades, así como lo hizo con el grupo de
los helenistas que se dispersaron, a diferencia de los cristianos hebreos,
fruto de la primera persecución, y proclamaron la buena noticia en centros
socio-culturales muy distintos.[20]
Tal como lo plantea P. Richard: “Se identifica unidad con ortodoxia y
diversidad con herejía. Todo esto es contrario a la realidad histórica. Desde
sus inicios, el cristianismo presenta variadas tendencias y surgen los más
diversos modelos de Iglesia”.[21]
El
Espíritu vela por la satisfacción de las diversas necesidades humanas por medio
de su comunidad universal de fe compuesta de modo tan heterogéneo. La
diversidad es respondida por la diversidad. La diversidad es vista como riqueza
del Evangelio más que como herejía o error.[22]
Para multitud de grupos humanos necesitados, con multitud de necesidades, hay
multitud de grupos humanos organizados para servir, celebrar, proclamar, educar
y compartir desde la experiencia de fe en Jesús como el Cristo.
Resulta
significativo descubrir la libre acción del Espíritu Santo, el Espíritu
incondicionado, acción concretizada especialmente en el pueblo heterogéneo que
es la comunidad de fe universal, pueblo compuesto por hombres y mujeres que
debemos caminar guiados por el Espíritu, que debemos avanzar en el Espíritu,
con el Espíritu y desde el Espíritu, poseídos por el Señor, atrapados en su
libertad bella y fructífera. Que el Espíritu sea nuestro Kürios, así como lo ha dicho Esquerda:
Jesús trazó el camino. Por tanto,
“tener el mismo sentir que él” querrá decir también sintonizar con sus
actitudes respecto al Espíritu Santo, que le movió hacia el desierto, que le
empujó a predicar, que le condujo hasta la cruz, que le llenó de gozo... en una
palabra, que le ungió y envió a evangelizar a los pobres. La definición del
cristianismo podría ser la que san Pablo se dio a sí mismo: "atado por el
Espíritu" o "prisionero del Espíritu" (Hch.20:22).[23]
Deconstrucción de las marcas de la iglesia
Para
terminar, propongo como alternativas eclesiales, una relectura deconstructiva[24]
de las marcas de la iglesia.
Marcas de la iglesia
|
Opuestos
|
Visión dinámica
|
Una
|
Plural
|
Heterogénea unidad
|
Santa
|
Profana
|
Santidad profana
|
Universal
|
Local
|
Universalidad
autóctona
|
Apostólica
|
Discontinua
|
Apostolicidad
emergente
|
Heterogénea unidad:
Anhelar una iglesia
donde no exista homogenización sistemática ni tácita, sino un despliegue de la
multiforme y policromática gracia de Dios, en dones, ministerios y actividades,
pero también en estilos artísticos, formativos, comunicacionales, que respondan
a la unidad esencial en el Jesús humilde y vaciado de absolutismos ciegos,
lleno de amor sin fronteras.
Santidad profana:
Anhelar una iglesia
pertinente que se ha hecho carne, que vive pro-fanamente
(fuera del templo) su fe, amor y esperanza,
pues se sabe templo viviente, que
sigue y experimenta el ejemplo del logos
desacralizado, mundanalizado que nos vino ha realizar la exégesis del Padre,
sin errar jamás en apuntar al blanco de la plenitud humana personal y social,
del no-pecado.
Universalidad autóctona:
Anhelar una iglesia
que ha superado concientemente los historicismos etnocéntricos (especialmente noratlánticos), y se sabe un
reservorio de múltiples y maravillosos micro-relatos sanadores de todos/as los/as
que se encuentran en el camino con el Resucitado, con todos/as aquellos/as que
se suben a los lomos de Áslan, y se
saben amados/as y protegidos/as por él, como león poderoso y tierno, pero nunca
domesticable ni poseíble, pues se saben no poseedores de la Verdad sino poseídos por
ella, por la humilde Verdad eterna revelada en el amor indiscriminado.
Apostolicidad emergente:
Anhelar una
iglesia misionera donde la tradición es vista como riqueza, pero
sinérgicamente, ya no como monumento frío, estático y muerto, sino rescatando
el Evangelio de Jesús como Buena Nueva, siempre buena y siempre nueva, que se
despliega y emerge respondiendo a las preguntas del momento histórico y
geográfico en que se vive, sin jamás confundir la forma histórica específica,
hija de un contexto limitado, con la
Verdad eterna, que no es concepto sino persona, Jesús.
Ecclesia Reformata et
Semper Reformando
A
modo de corolario, podemos destacar la gran importancia del principio de la Reforma Protestante
que invitaba (no muy efectivamente, en términos históricos) a la continua
revisión de la iglesia, bajo el espíritu central del protestantismo, como muy
bien P. Tillich lo observó en su libro La Era Protestante.[25] Allí el autor plantea que el Principio
Protestante por excelencia es el perseverante intento crítico de la iglesia por
mantenerse focalizada en su preocupación fundamental, luchando activamente
contra todo sustituto, de tal modo (auque resulte obvio decirlo, pero no lo ha
sido en la práctica eclesial) que Dios sea Dios para su pueblo, “sin convertir
en incondicionados los objetos de nuestros sueños e intereses”[26].
Pero, considerando la revelación última de nuestro trino Dios en el kenótico Jesucristo, esta lucha por
permanecer en el centro dinámico se torna una lucha humilde y mansa, pobre y
conciente de la no apropiación ni posesión absoluta del horizonte al que
estamos llamados, siendo así una iglesia humilde, abierta, viva, resucitada.
[2] Emplearé el término “iglesia” con
minúscula. Mi intensión es expresar así su multiplicidad y su carácter
fundamentalmente no institucional. Aunque gran parte de las críticas están
referidas en este texto a la Iglesia, que también podemos llamar “cristiandad”.
[3] J-P. Lyotard, La Condición Posmoderna, Madrid,
Cátedra, 1997.
[4] G. Vattimo, Más allá del sujeto. Nietzsche,
Heidegger y la hermenéutica, 2ª Ed.
Barcelona, Paidós, 1992; El fin de la
modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Barcelona,
Planeta-Agostini, 1994; Creer que se
cree. Buenos Aires, Paidós, 1996.
[5] J.P. Feinmann, La filosofía y el barro de la historia,
9° Ed. Buenos Aires, Planeta, 2011.
[6] F. Goya en uno
de sus grabados escribe la frase: “El sueño de la razón engendra monstruos”.
[7] E. Cioran,
“Genealogía del fanatismo” en Brevario de
podredumbre, p. 7, Madrid,
Taurus, 1997.
[8] M. Foucault, Vigilar y Castigar: el origen de la prisión. Madrid: Siglo XXI, 1996.
[9] Este tema está desarrollado más detenidamente en L.
Cruz Villalobos, “Teología, Filosofía, Ciencia: actuales caminos de humildad
epistemológica”. Correlatio
Vol. 9, No 18 (2010): 5-38.
[10] H. de Wit, He visto la humillación de mi pueblo. Una
relectura del Génesis desde América Latina. Santiago de Chile, Amerindia,
1988.
[11] Cf. Filipenses
2:5-8 (en especial el 7).
[12] Cf. G. Vattimo,
Creer que se cree. Buenos Aires, Paidós, 1996.
[13] Las Crónicas de Narnia (tomos 1 al 7).
[14] G. Vattimo, op. cit.
[15] L. Cruz Villalobos, poema inédito,
2002. Leído durante ponencias del Cono Sur, en CLADE-V.
[16] El texto fue escrito en términos
masculinos, desde la vivencia personal.
[17]
L. Cruz Villalobos, texto inédito, 1997.
[18]
J. Moltmann, El Experimento
Esperanza, Salamanca, Sígueme, p. 71, 1976.
[19] D. Bonhoeffer, Vida en Comunidad, Salamanca, Sígueme, p. 27, 1982. Paréntesis
añadido.
[20] C. Mester y F. Orofino, "Las
Primeras Comunidades Cristianas", RIBLA
22, Quito, 1996.
[21] P. Richard,
"Los Diversos Orígenes del Cristianismo", RIBLA 22, p.8, Quito, 1996.
[22] C. Mester y F. Orofino, op. cit.
[23] J. Esquerda, Prisionero del
Espíritu, Salamanca, Sígueme, 2° Edición, p. 9, 1978.
[24] Para el
concepto de deconstrucción cf. L. Cruz Villalobos, “Posibles deconstrucciones
del trauma. Una aproximación posmoderna”, Rev. Sociedad & Equidad Nº 3, Enero de
2012. Pp.172-194.
[25] P. Tillich, La Era Protestante, Paidós, Buenos Aires, 1965.
[26] E. Cioran,
ver cita de la p. 2.
Luis Cruz Villalobos, chileno, es Ministro Presbiteriano, miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Es Psicólogo Clínico doctorándose en Teología. Director del Centro de Investigación de Resiliencia y Espiritualidad (CIRES) .
Sigue a Luis Cruz Villalobos en Twitter
Sitio web de Luis: Centro de Investigación de Resiliencia y Espiritualidad
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